Luis Roberts
San
Luis, rey de Francia, recibe en Egipto a los mensajeros del Viejo de la Montaña en 1251 |
Los idiomas se enriquecieron y se enriquecen con el aporte
de palabras que pueden ser autóctonas, incluso de origen carcelario, malandrín,
o provenientes del caló o romaní de los gitanos, de las que algunas se quedaron
en la Península, como camelar, andoba, cate, etc., y otras cruzaron el mar y se quedaron aquí, como chingar, chorar, chungo, etc.
También de palabras foráneas, que llegan por peregrinajes, como los de los
franceses a Santiago, que nos dejaron su jambon,
nuestro jamón, para sustituir al pernil, que sólo se usa en Cataluña y en
algunos países de Latinoamérica.
Las guerras, algo tan consustancial con el ser humano y
también con los chimpancés, según se ha descubierto últimamente —a diferencia
de los bonobos que tienen otra manera de resolver sus conflictos—, también han
sido fuente de aporte de palabras a todos los idiomas, como hoy lo es la
informática, Internet y la globalización.
En el siglo XI surge una secta dentro de la secta ismailita
del Islam, los nizaríes, que tuvieron una gran expansión, pero su sumo
sacerdote era el Viejo de la Montaña en la fortaleza de Alamut, en Persia. Su
obediencia era total y su recompensa el estar continuamente tomando o fumando hachís.
Su objetivo único: matar jeques, reyes, sultanes, generales. Sus enemigos los
llamaban los “hashshashin” o “hashishin”, porque iban ebrios de hachís y con la
daga que los acreditaba como nizaríes en misión. Seguían sólo la parte
esotérica del Corán, mas no la sharia. Una delegación nizarí llegó a
entrevistarse con el rey Luis IX de Francia (san Luis) en Egipto durante la
séptima Cruzada, para negociar su posible conversión al cristianismo, ya que,
como cuenta un cronista de la época “comían cerdo y bebían alcohol”, eso sí, no
perdonaban una mujer, incluidas, madres, hermanas e hijas. Los templarios
torpedearon esa negociación, pero el idioma francés se enriqueció con una nueva
palabra para traducir la de hashishin
y apareció el assassin, de la que el español tomó el asesino, el
italiano el assassino y el inglés el assassin cuando es un
magnicidio, a diferencia del murder.
Pues bien, últimamente estoy corrigiendo textos franceses,
nada de registro bajo, sino deportivos, de salud, belleza, zen, etc. Y he visto
normalizado un verbo que yo no conocía, kiffer
o kieffer, con la equivalencia de
placer, alegría, pasarla bien, etc. Su origen, obviamente, viene de los barrios
con mayor población norafricana, argelina sobre todo, porque kiffer para
ellos es fumar kiff, lo que en el árabe magrebí es el hachís. En un
momento en el que hay un movimiento mundial para la legalización del cannabis
con fines lúdicos, en menos de ocho siglos el hachís ha pasado de dar origen a
asesinatos regios a ser sinónimo de felicidad. Pues ¡vive la France!
luisroberts@gmail.com
Año VIII / N° CCCXLV / 22 de febrero del 2021
EDICIÓN DEL OCTAVO ANIVERSARIO
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