Luis Camacaro
Antes del reguetón, la literatura y el cine habían encumbrado a las femmes fatales. Sue Lyon en Lolita (1962) |
No
importa lo que se haga, las probabilidades de huir de él son nulas. Aunque no
sea de agrado, en algún lugar llegará a los oídos sin querer, entonces solo
queda acostumbrarse a su ritmo y seguir su son. Ese es el reguetón, un género
musical producto de la mezcla entre el reggae jamaiquino y el hip-hop
latinoamericano, con un puesto en la cultura general y altamente escuchado por
todo tipo de personas, sobre todo, por los jóvenes.
No se
puede negar que el reguetón es pegadizo, pues las personas de una u otra forma
terminan moviéndose a su ritmo o tarareando sus letras. El problema radica en
que esas personan no se percatan de que más allá de ese “tucutún” contagioso
existen palabras con significados denigrantes sobremanera y, lo peor, dirigidas
hacia la mujer, la principal afectada.
La
imagen de la mujer en el reguetón es dejada por el piso cuando la describen con
calificativos despectivos. En vez de usar un vocabulario que apueste por embellecer
y dejar en alto lo que representa el sexo femenino, el reguetón se vale de
palabras que, si bien a simple vista parecen inofensivas, al ser relacionadas
con el resto de la letra cobran un significado realmente ofensivo y hasta
ridículo.
Ese es
el caso de las siguientes palabras: felina,
canina, zorra, gata y cachorra. Nombres
de animales, nada que temer, pero ¿qué quieren decir realmente los reguetoneros?,
pues que la mujer es comparable con todos esos animales porque se comporta como
ellos (son infieles por naturaleza). Además, son usados otros términos como chapiadora (mujer que hace lo que sea
por dinero), asesina (que tiene
relaciones sexuales de forma agresiva) y abusadora
(sin modales, brusca). No conforme con eso, en el reguetón se emplean
calificativos que siempre han sido usados por la figura masculina para piropear
a la mujer, como mami, mamacita, mamita o baby.
Lo
anterior guarda estrecha relación con lo siguiente: la mujer como figura
netamente desinhibida y provocadora. Para el reguetón es muy claro: las féminas
no tienen vergüenza, son fiesteras y excitadoras del deseo sexual. Algunos de
los enunciados que dejan en claro esta idea son “no se pierde ni un party”, “perrear
no escatima”, “le encanta la ropa atrevida”, “lleva mirándome toda la noche”,
“a ella le gusta la gasolina (el alcohol)”, etc.
El
hombre también cumple un papel importante en las canciones reguetoneras, aunque
quizá menos peyorativo, pues se presenta como la figura superior, el que manda
sobre la figura femenina y la vuelve inferior. “Te vas a ir conmigo”, dice la
letra de una canción; “soy yo quien mando”, dice otra; “aquí nosotros somos los
mejores”, “aquí las cosas corren a mi manera”, dicen otras dos. ¿Acaso hay algo
más patético?
Entonces,
se puede ver claramente la postura que se toma contra la mujer a través del
reguetón. El problema con este género musical no es el ritmo, no son los
instrumentos utilizados, ni siquiera la voz del cantante, el problema es el
vocabulario denigrante usado en contra de la imagen femenina. Pero ¿por qué?
Cualquier
justificación es inaceptable, porque la mujer como elemento fundamental de la
sociedad, productora de la humanidad y ser precioso por naturaleza debe ser
respetada ante cualquier medio, y su belleza e importancia ha de ser expresada
en cada oportunidad.
enriqcamacaro@gmail.com
Año V / N° CLXXXIV / 11 de diciembre del 2017
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