lunes, 14 de marzo de 2016

Trivia [XCIX]

Edgardo Malaver


Ilustración de las siete artes liberales
de Herrad von
Landsberg (siglo XII)



         Lo más atractivo de los juegos de trivialidades eran las preguntas sobre ciencias. Era fascinante poder responder (e incluso no poder responder), por ejemplo: “¿Por qué los rayos X se llama rayos X?”; “¿Quién fue la primera persona ganó el Premio Nóbel en diferentes ciencias?”; “¿Quién inventó el cero?”. Y entre más humanista es uno, más se sorprenden los competidores, porque creen que a uno sólo le interesan la literatura, la historia, el cine y la música.
         Aunque lo sabio es que ciencias y humanidades convivan en paz y se enriquezcan las unas a las otras, los juegos de trivialidades parecen confundir la gimnasia con la magnesia. Afortunadamente, las confunden en el buen sentido, porque si todo lo que se pregunta en el juego es trivial, lo es en ambas orillas del río. Es decir, en ambos se detiene en lo que importa menos, en lo que impresiona a primera vista pero que en realidad no es ciencia ni es arte. Como dice el diccionario, son datos que “carecen de toda importancia y novedad”.
         El detalle, sin embargo, no hay que buscarlo en el juego sino en la Edad Media. En las universidades de entonces, las materias que estudiaban los que estudiaban se dividían en dos grupos: por un lado, las artes de la elocuencia y, por el otro, las artes matemáticas. El primer grupo, formado por la gramática, la dialéctica y la retórica, era llamado trivium (tres vías, tres senderos, tres calles), mientras que el segundo, compuesto por la aritmética, la música, la geometría y la astronomía, era llamado quadrivium (cuatro caminos, cuatro avenidas, cuatro sendas, cuatro rutas). Juntas, eran las artes liberales, es decir, de los hombres libres, porque se diferenciaban de los viles oficios de los esclavos. Queda claro que, con el paso del tiempo, el trivio se convirtió en las disciplinas humanísticas y el cuadrivio ahora abarca las científicas. Lo que nos falta comprender en el presente es que en la Edad Media la educación universitaria no se completaba mientras el estudiante no se zambullera en aquellas siete ramas del conocimiento.
         Lo triste es que en algún momento de la historia comenzó a pensarse que las disciplinas reunidas en el trivium eran superficiales y poco importantes con respecto a las otras y desde entonces las humanidades son menospreciadas, subestimadas e incluso ignoradas en la imaginación de la población en general. Lo trivial, inicialmente tan profundo y tan amplio, se asimiló a lo superfluo e insignificante. Y una señal clara de esto es que no existe un adjetivo proveniente de quadrivium que signifique nada como ‘cargado de mucha importancia y novedad’. Se sobreentiende que lo que tiene esos rasgos son las “ciencias serias”... que lo son, ciertamente, pero no más que las humanistas. Y como probablemente diría C.P. Snow si viviera aún, preferir uno de estos universos, sin mirar de reojo siquiera hacia el otro, es, meramente, ignorancia.
         Para decirlo en menos palabras, ¿qué tienen de trivial, en la actualidad, la historia, la lingüística, la antropología? ¿Son superficiales los estudios literarios, los filosóficos, los artísticos? Aceptar que lo son equivaldría a aceptar que el hombre es sólo carne y hueso, que no hay nada más que sangre y hormonas dentro de él.
         Por cierto, ¿qué filósofo ganó competencias de atletismo en las Olimpíadas?


emalaver@gmail.com




Año IV / XCIX / 14 de marzo del 2016

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