lunes, 27 de abril de 2015

Buscando como palito e romero [LIV]



         Hace unos días estaba sentada traduciendo en la tranquilidad de mi rincón y sin nadie que me perturbara porque todos se habían ido, lo que me permitió sumergirme en mis pensamientos. De pronto, abruptamente, la voz escandalosa de alguien rompió con mi concentración y mi amada tranquilidad. Esta persona, un personaje muy peculiar que se caracteriza por decir siempre lo primero que se le ocurra sin pensarlo demasiado y de manera atropellada, de pronto apareció hablando por teléfono y le decía a su interlocutor: “¿Dónde andas, chamo? Te están buscando más que a pajarito de romero”. Inmediatamente solté la carcajada. Me resultó tan graciosa la expresión que se acababa de inventar que no terminé de escuchar qué era lo que había pasado con la persona del otro lado del teléfono.
         Recuerdo que mientras me reía, decía: “Este Fulano, ¿cómo no va a saber que la expresión es te andan buscando como palito e romero? Todo el mundo sabe que... que...”. Entonces, ocurrió lo inevitable, lo que le ocurriría a cualquier amante de las lenguas: me dio mucha curiosidad saber de dónde venía esa expresión y empecé a buscar.
         Lo primero que hice fue investigar sobre el romero y me enteré de que esta planta viene de Europa, de la zona mediterránea, es una planta que puede alcanzar los dos metros y su flor es de un color azulado.
         Resulta que esta planta, en aceite, infusión o pomada, la usan para muchísimas cosas; tiene propiedades antibacterianas, antivirales y antiinflamatorias. Algunos aseguran que es buena para la diabetes, reumatismos y úlceras; y otros, más supersticiosos, usan el romero como purificador contra las malas energías, para espantar las pesadillas si lo colocan debajo de la almohada y potenciador del amor y el deseo sexual, entre muchos otros beneficios.
         Después de mucho indagar sobre los poderes de esta mágica planta encontré que se recomienda para pacientes con Alzheimer, pues resulta muy buena para la memoria; esta característica me llamó mucho la atención, no solo por haber tenido un familiar con esta enfermedad, sino también por la relación que esto pudiera tener con la expresión.
         En este punto de mi investigación ya tenía varios datos que podrían ser útiles:

1.    El romero es una planta con muchas bondades
2.    La planta es de origen europeo y es difícil de hallar en Latinoamérica
3.    Los venezolanos, o los latinos en general, creemos ciegamente en cualquier té, mejunje o mata que nos recomienden

         Con estos tres elementos parecería bastante lógico pensar que la expresión alude a lo difícil que es encontrar la milagrosa planta por estos lares; pero, aunque es una hipótesis bastante sólida, no es la única opción.
         Resulta que Rangel (2009) asegura que hay un cuento de camino que habla de un tal Arturo Romero que vivía en algún pueblito de los Andes; al parecer, este señor era muy flaco y por eso le decían “Palito” y un día en un bar se peleó con un gringo que pisoteaba la bandera de Venezuela y lo mató. Después de eso el señor se fue del lugar y se escondió muy bien para que la policía no lo encontrara y, así, nace la segunda hipótesis del origen de la expresión, que sugiere que esta viene de un apellido y no de la planta.
         Pero seguí buscando un poquito más y me enteré de que en Ecuador existe una expresión que reza: “Buscar algo con palito de romero” e inmediatamente la relacioné con esa cualidad que tiene el romero de ayudar a la memoria. Isan (2013) explica que el aceite de romero aumenta la memoria entre un 60 y un 75 por ciento, lo cual sustenta con algunos estudios hechos en el Reino Unido y lo que dice Shakespeare en alguno de sus escritos.
         Entonces, es posible que años atrás las personas usaran la esencia o el incienso de romero para “recordar” dónde habían puesto eso que buscaban, lo que pudo haber dado origen a la expresión ecuatoriana y esta, a su vez, haber migrado de “con palito de romero” a “como palito e romero” que usamos en Venezuela, que es la tercera hipótesis del origen de la expresión.
         Hasta el momento no he podido comprobar cuál de estas tres teorías es la correcta o si quizás se debe a una cuarta, pero confieso que todo esto me ha parecido interesantísimo y aunque quizás alguno de los lectores se sientan decepcionados porque no resolví el enigma, esto es más bien una invitación para que con palito de romero en mano continúen conmigo buscando el origen verdadero de dicha expresión.

“There’s rosemary, that’s for remembrance; pray you, love, remember; and there is pansies, that’s for thoughts...”.

William Shakespeare


Referencias
Isan, A. (2013). “El olor a romero aumenta la memoria hasta un 75%”. Ecología verde. [Disponible en http://www.ecologiaverde.com/el-olor-a-romero-aumenta-la-memoria-hasta-un-75/]
Rangel, R. (2009). [Comentario]. En Pabellón con Baranda. “Buscar ‘con palito e’ romero’”. [Disponible en http://pabellonconbaranda.blogspot.com/2007/04/buscar-como-palito-eromero.html]

Caracas, 2 de abril de 2015

aurelena.ruiz@gmail.com



Año III / Nº LIV / 27 de abril del 2015

martes, 21 de abril de 2015

¿Y a ti?, ¿se te movió el tucungo? [LIII]

Mahuampy Ruiz e Isabel Matos


         En nuestra familia es una tradición que cuando alguien experimenta un leve escalofrío, como a todos nos ha pasado alguna vez después de un estornudo, de un beso de los pequeños de la casa o una caricia, le digamos: “Se te movió el tucungo”. Al parecer, en casa, la frase viene de hace ya varias generaciones, papá la aprendió del abuelo y este a su vez de su abuela, siempre para referirse al ya mencionado escalofrío.
         Una rápida búsqueda en Internet nos arroja unos resultados bastante curiosos: un tweet que se queja sobre la existencia de una canción que dice: “Se me cayó el tucungo, pero me quedó el tuquito”; el perfil de Facebook de Alexander Peralta Tucungo y la entrada de un diccionario en línea que define tucungo como un animal de orejas caídas. En una breve encuesta por Whatsapp sólo una de seis amigas disponibles dio la respuesta más cercana a la definición familiar.
         El tucungo es definido por nuestro árbol genealógico, como el trocito de cola que le queda a los perros luego de cortárselo por razones estéticas (como se le hace a los poodles y rotweillers, entre otros). Imagine entonces que al llegar a casa nuestro fiel compañero canino nos recibe con el divertido y alegre movimiento de su tucungo, que se asemeja al pequeño temblor que hace sentir en nosotros ese escalofrío.
         Nuestro hermano mayor fue el único que dio al primer intento con la definición utilizada en este lado de la familia, al fin y al cabo él es veterinario y sabe bien cómo cortar un tucungo.
         No deja de asombrarnos cómo utilizamos la capacidad de la lengua para construir nuestras realidades, sean sociales, económicas o familiares. Este escalofrío generalmente es una reacción al placer. Podemos entonces aprovechar la ocasión y ofrecer una especie de proverbio, así que ya sabes: “no te vayas a dormir sin que se te haya movido el tucungo“.

acarantair01@hotmail.com / isabelmercedes@gmail.com




Año III / Nº LIII / 20 de abril del 2015

lunes, 13 de abril de 2015

¿Que en español no se declina? [LII]

Camila Guette


Son las palabras los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las razones...

Alex Grijelmo

            Y ¿qué hay del nominativo: yo, , él...; del acusativo: me, te, se... o del dativo: a mí, a ti, a él? Siempre se nos dice: “Primero dominen y luego cuestionen su funcionamiento”, pero es inevitable detener el espíritu crítico que nos invade ante lo extraño. Preguntar “¿cómo?, ¿para qué?” y no “¿por qué?”, he allí la solución. No existe respuesta a “¿por qué el verbo al final en alemán?, ¿por qué ich heirate dich (yo te caso) y no, como en español, “yo me caso contigo”?
            Cada lengua nos presenta una manera de narrar el mundo, las diferentes perspectivas con las que cada civilización fue dibujando con palabras su realidad. No debemos dejar de cuestionarnos, solo debemos repensar nuestras preguntas. Dando cabida ahora a un “¿por qué?”: ¿por qué debemos evitar comparar la lengua extranjera con nuestra lengua materna? Permítanme la osadía de pasar por alto las teorías psicolingüísticas y argumentar a favor de la importancia de comparar las lenguas y traducir mientras aprendemos un idioma nuevo.
            Al que aprende alemán por primera vez se le enseña que, a diferencia del español, el alemán es una lengua de casos. Si bien el español no es una lengua desinencial, debe existir alguna razón por la cual decimos “para ti” y no “para tú”, “a ti” y no “a tú”, “la rosa roja” y no “la rosa rojo”. Si el aprendiz de alemán comprende estas variaciones del español, comprenderá más fácilmente el funcionamiento de los casos en alemán. ¿Para qué declinamos en alemán? Para lograr una armonía sintáctica, morfológica y hasta fonética, de la misma manera que en español evitamos decir “la agua” o “con tú”. No olvidemos que tanto el español como el alemán aún conservan en lo más profundo de sí el genio del latín, el germen del pensamiento romano.

camila.guette@gmail.com




Año III / Nº LII / 13 de abril del 2015

lunes, 6 de abril de 2015

Magullar o mallugar o como sea... [LI]



            Hace unos días, compartiendo con algunos compañeros de combate, surgió este dialogo:
            —Sí, esos morados no son por golpes sino por magullamiento, mallugamiento, o como se diga...
            A lo que uno de ellos replicó:
            —Magullamiento o mallugamiento... ¿pero... cómo se dice?
            Haciendo honor a mi consabida curiosidad, inmediatamente agarré mi teléfono no tan inteligente y busque en el DRAE magullar y dice así:

(De magular, quizá por cruce con abollar). 1. tr. Causar a un tejido orgánico contusión, pero no herida, comprimiéndolo o golpeándolo violentamente. U. t. c. prnl.

Entonces le digo a mi compañero: “Como que la palabra es magullar”, pero inmediatamente me dio por buscar mallugar y copio textualmente el DRAE:

1. tr. Ven. magullar. U. t. c. prnl.

            Es decir, el diccionario señala la palabra como un venezolanismo y nos direcciona a magullar para leer su definición... El caso es que nos quedamos con la duda de cuál era la palabra “origen”, como la llamó mi compañero.
            Yo le explicaba que la lengua es una cosa viva y que si bien es cierto que hay palabras que dan origen a otras eso no es tan importante como el uso y la frecuencia que tengan las mismas. En este caso parecía que aparte de ser un venezolanismo, la palabra correcta era magullar. Pero... si buscamos en la misma página web de la RAE, encontramos que en el Diccionario esencial de la lengua española la palabra mallugar no existe, mientras que magullar se define como:

magullar. TR. Causar a alguien o algo contusión. U. t. c. prnl.

            Por otra parte, en el Diccionario panhispánico de dudas si uno busca mallugar también lo direcciona a magullar:

magullar. ‘Producir contusiones [a algo o a alguien]’: «Magulló a patadas al director» (Cabada Agua [Méx. 1981]). En el área centroamericana, México y Venezuela, es frecuente en la lengua popular la forma mallugar, especialmente referida a la fruta: «Si no compra, no mallugue» (Flores Siguamonta [Guat. 1993]). Pero en la lengua culta es mayoritaria la forma magullar.

Por lo que podríamos inferir que esta es la palabra primigenia.
            Como dato adicional si buscamos en el Dirae (Diccionario inverso basado en el Diccionario de la lengua española de la RAE), encontramos que magullar tuvo su primera aparición en el Diccionario de autoridades de la RAE en 1734 y que tiene una frecuencia de uso en el CREA (Corpus de Referencia del Español Actual) de 0.03, mientras que mallugar, apareció por primera vez en 1927 en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, también de la RAE, y no tiene frecuencia de uso disponible.
            Así pues, para cerrar y para sacarnos a todos de la duda, citaré lo que señala la página web de la Academia Mexicana de la Lengua:

Magullar o mallugar. Ambas formas son correctas. Los verbos magullar y mallugar son sinónimos.

¿Qué tal?


egc.designers@gmail.com



Año III / Nº LI / 6 de abril del 2015