lunes, 30 de octubre de 2017

¿Mami o príncipe? ¿Cuál utilizas tú? [CLXXVII]

Marcela Larrea


 
“Mi Vido” y “mi Ciela”, Orlando Urdaneta 
y Caridad Canelón en Elizabeth (1981)


         Cuando se habla con alguien, entra en juego una cantidad de movimientos o señales que le permiten al otro interlocutor definir cómo se siente uno y aceptar ciertos sucesos o palabras. Es así como, en medio de tantas cosas complejas que nadie analiza cuando habla con otra persona, se pone de manifiesto si hay confianza o no, y si la hay, uno como emisor se deja llevar por la comodidad, la libertad e incluso por los sentimientos; de allí que aparezcan miles de frases o palabras que solo son comprensibles dentro de un grupo de personas muy específico o dentro de una pareja. Esto es tan cierto que una amiga mía tiene un grupo de amigos a los que llama “la gente lunes”, solo ellos saben por qué se llaman así. Entonces queda claro que solo ellos están conscientes de esa realidad, su realidad.
         Ahora, en esta ocasión nos podríamos poner un poco pragmáticos y hacer un breve análisis, tal vez un tanto personal, sobre el uso que les damos a los vocativos en nuestro día a día y de cómo están cargados de una gran cantidad de información y significación sin que nos demos cuenta. Los vocativos, palabras “mágicas” que usamos para llamar o referirnos a una persona a la que nos dirigimos, pueden tener su origen en cualquier objeto o situación. Solo trataré de mostrarles cómo ponemos una gran carga semántica en cada vocativo que usamos.
         Desde mi punto de vista y habiendo realizado un análisis un poco introspectivo de mi propia realidad, les diré que me caracterizo por ser una persona muy cariñosa y por lo tanto en mi sistema de comunicación abundan frases y palabras como cariño, bella, mi amor y muchas más. Sin embargo, recientemente me di cuenta de que no soy fanática de usar vocativos con adjetivos posesivos, por ejemplo, mi vida, mi peluche, mi cielo, mi amor —este último puede ser que en algunas ocasiones, pero créanme que tiene demasiadas especificaciones como para explicarlas aquí—. En otras palabras, en mi vocabulario no existen comúnmente ese tipo de palabras; lo que podría significar que no me gusta apropiarme de las cosas, de las personas; esto me hace pensar en el hecho de que nunca me he considerado un persona celosa y que me gusta dejar ser a los demás.
         En mi haber hay una cantidad incalculable de vocativos que uso con la gente; pero los que uso en momentos especiales les aseguro que tienen mucha historia y muchos sentimientos. Pero como esto se trata de analizar algunos vocativos, les presentaré dos de los que se podría creer que están relacionados con la sobreprotección y así empezaré con uno de los más populares en Venezuela, el famoso mami. Casi en cualquier lugar de la ciudad se puede escuchar a algún hombre decirle a su compañera de vida o pareja “mami”. ¿A cuántos les desespera esto? Imagino que a miles; el principal problema con esta palabra es cuán relacionada que está con los estratos sociales más bajos; sin embargo, lo primero que veo es la sustitución de una entidad o persona por otra; básicamente, sería como yo dejo a mi mamá en su casa, pero en la nuestra tú (mi pareja) debes cumplir más o menos los mismos roles que mi madre. En otras palabras, debes cuidarme, lavar mi ropa, alimentarme y hacer todo lo que debería, supuestamente, hacer una madre con su hijo; ahora mi pregunta: ¿usted realmente buscaba un sustituto de su madre o simplemente buscaba una pareja con quien compartir la vida? Aplíquese también al papi, pero ¿qué se estaría buscando en este caso? La respuesta se la dejo a ustedes.
         Luego tenemos el también conocido bebé (o beibi). De nuevo llegamos al tema maternal o paternal. Este sería algo así como el niñito al que consiento, al que malcrío, al que apapucho; y así se puede continuar con el tema de sobreprotección y yo hago todo lo que esté a mi alcance para complacerte y cuidarte, así como se hace con los bebes. Con esto no quiero decir que demostrar cariño o amor es malo, por el contrario es maravilloso que te quieran y te consientan y te malcríen; aquí solo quiero mostrar todo lo que decimos con una sola palabra.
         Ahora les presento uno de los más comunes en el entorno alimenticio, gordo(a). Esto no significa que se esté literalmente gordo, tal vez solo haya algo de sobrepeso. Este gordo gira en torno a la comida, es algo que puede estar relacionado con la forma en que nos manifiestan cariño y a veces no queda otra opción que pensar en el viejo dicho de las abuelas, que reza: “el amor entra por el estómago”. Intercambiar comida, comprar dulces, cocinar juntos, preocuparse por el peso o la salud del otro está más que representado en el gordo(a). A veces el solo hecho de compartir un dulce dice mucho más que esta palabra.
         En la última categoría entran los que giran en torno a reconocer las situaciones o los hechos. Uno de los comunes que mencioné anteriormente es mi amor; decir este vocativo implica haberse dado cuenta de que esa otra persona es tu amor, es darse cuenta de que te enamoraste, tal vez es ese amor en el que no se sabe cómo ni cuándo llegó pero ahora está allí. Por cuestión de gustos y preferencias, ya saben que prefiero un “amor” a un “mi amor”; ha de suponerse que reconocer que se está enamorado debe ser un éxtasis, pero no todos tienen la misma suerte. Eso sí, les recomiendo que nunca se guarden un te amo. Les aseguro que decirlo directamente es mucho mejor que hacerlo de forma indirecta.
         En este mismo orden, aparecen otros vocativos como cielo. ¿Qué es el cielo, dónde está? Ese cielo sería la representación de la claridad y la oscuridad, o de la calma y la tormenta, o tal vez de lo inalcanzable —otro concepto un poco real pero bastante abstracto, al igual que el amor—. Si bien el cielo parece inalcanzable, en algunas ocasiones se puede alcanzar; si no, ¿por qué existen los astronautas? Hay que fijarse bien en cuál de las opciones que les presento pueden estar pensando cuando dicen un cielo; en mi caso siempre ha sido lo inalcanzable.
         Como regalito, especialmente para las mujeres, les dejo el mejor o el peor de todos los vocativos: príncipe. Este tiene una gran carga, sobre todo para las mujeres, porque decirle príncipe a un hombre puede significar dos cosas: uno, lo idealizaste, tanto que ya no ves más allá de tus narices y no logras ver ni un solo defecto, lo que en mi opinión personal es un error, ya que todos tenemos virtudes, pero también defectos; dos, lo convertiste en el héroe de tu historia; sí, así como en los cuentos de hadas y eso también podría considerarse un poco irreal, ya que esa persona no podrá rescatarte siempre, como lo hacen los príncipes; en pocas palabras, el uso de este vocativo es idealizar o pedir auxilio para que alguien llegue a rescatarte. No negaré que lo he usado pero con cuál de los dos significados, eso se lo dejaré a ustedes.

larreamarcela13@gmail.com




Año V / N° CLXXVII / 30 de octubre del 2017

sábado, 28 de octubre de 2017

Simón Rodríguez, el traductor visible [CLXXVI]

Edgardo Malaver



Más información sobre el traductor que sobre
la traducción, el autor e incluso la obra


         Quizá por la oscuridad que circunda su origen, se sabe apenas que nació el 28 de octubre, pero no se sabe con certeza si en 1769 o 1771. En cualquiera de los casos, hoy estaría de cumpleaños un personaje tan conocido y tan reconocido que podría esperarse que ya no hubiera nada nuevo que decir de él. A pesar de que su biografía con frecuencia ha sido injustamente relatada en función de su relación con Simón Bolívar, Simón Rodríguez fue un intelectual que, aunque poco respetado en vida por sus muchos otros méritos, es reverenciado en la actualidad por ser autor de una obra brillante y adelantada a su tiempo. Además de todas las maravillas que siempre he oído decir de él cuando se lo desprende del Libertador, ahora me entero de que también fue traductor.
         En 1801, el mismo año en que fue publicado en Francia el original, Rodríguez inició y concluyó, en cooperación con el mexicano fray Servando Teresa de Mier (1765-1827), la traducción de la novela Atala, de François-René de Chateaubriand (1768-1848), con el objetivo de utilizar el texto en las clases de lengua española que daba en París. La traductora argentina Andrea Pagni, que ha estudiado la historia de esta traducción, afirma que en realidad persiste aún el debate acerca de cuál de los dos traductores habrá hecho la traducción, o en qué proporción la habrá hecho uno, el otro o ambos. Pedro Grases, por su lado, tiene la hipótesis de que los limitados conocimientos del francés que tenía Mier y su notoria tendencia a la exageración y la ficcionalización sugieren que pudo haber participado menos que Rodríguez en el trabajo real de traducción.
         Más allá de estos detalles que quizá nunca lleguen a aclararse, hay un rasgo inmensamente atractivo en la versión de Atala publicada por Rodríguez: el hecho de que la portada del libro en español lleva el nombre del traductor. Después de pasar la vida entera oyendo la queja de los traductores acerca de su minimización, de su invisibilización, de su inexistencia para autores, editores y lectores, ahora resulta que en el primer año del siglo XIX, Simón Rodríguez, en un país que no era el suyo y ni siquiera hablaba su lengua, logró poner su nombre —o al menos su seudónimo, Samuel Robinson— en la portada de su traducción. No debe haber sido difícil, siendo él mismo quien pagaba la factura de la impresión, pero en apariencia no hubo quien se lo impidiera o se lo reprochara.
         ¡Pero hay más! Este traductor, además, puso en la portada la dirección de su propia casa. Invitaba con ello al público, se sabe, a procurarse la versión más clara y fiel del original. Un traductor que, ¡desde la portada!, presenta tanta información sobre sí mismo, incluso más que sobre el autor y la propia obra... ¿está haciendo “lo correcto” o se toma demasiadas licencias? ¿Traduce o simula que traduce? ¿Traduce o interviene en la obra? ¿Traduce o escribe? ¿Es invisible?
         Hubo un tiempo en que se pensó unánimemente que todo traductor debía ser invisible, es decir, entregar la obra tan armoniosamente urdida en la lengua de llegada, tan naturalmente gestada en las formas típicas de sus lectores finales, que a nadie pudiera venirle a la mente que está leyendo una traducción. Paradójicamente, el traductor que logra hacer esto, ser invisible, terminaba siendo más visible que cualquier otro, pues semejante trabajo tiene que llamar la atención. Simón Rodríguez pasa por encima de todas las teorías y todas las paradojas, se pone al frente de aquello que va a exhibir y acapara, aunque no lo percibiera, todas las miradas.
         Otros detalles de la novela, de su anécdota, del autor, de su contexto, de la traducción, de su texto, del traductor (o traductores), de las circunstancias generales y particulares de su aparición, de su trascendencia en el nuevo contexto, todo, nos conducen a otras mil reflexiones. Como sucede habitualmente con estos personajes admirables, no es sencillo estudiarlos sin detenerse punto por punto en la herencia que nos han dejado, sobre todo por su diversidad. Y, además, siempre terminan sorprendiéndonos con estas nuevas habilidades y talentos que no sospechábamos que tenían.

emalaver@gmail.com



Año V / N° CLXXVI / 28 de octubre del 2017

lunes, 23 de octubre de 2017

Viaje a la RAE (VII) [CLXXV]

Luis Roberts



Sir Francis Drake (1543-96) logró patente de corso
con sus múltiples servicios a la corona inglesa



         El que es un vicio muy propio de nuevos ricos lexicales o de los otros, o que pretenden aparentar que lo son, es el sesquipedalismo, que consiste en usar vocablos muy largos (archisílabos) y hablan de la necesariedad, la voluntariedad, la temática, en vez de la necesidad, la voluntad y el tema, y ya en el colmo del rebuscamiento, de las precipitaciones en forma de lluvia, en vez de la lluvia.
         Y seguimos a vueltas con el verbo preveer, que no existe, es prever y por lo tanto no se conjuga preveyó, preveyera, ni preveyendo, sino como ver: previó, previera y previendo.
         Muchas veces nos cuesta decidirnos entre dos alternativas, pero, ya sea con personas o cosas, cuando se contrastan dos opciones, la preferida va sin preposición y la que se desestima va con ella: «El pueblo prefiere Messi a Ronaldo». O, como alternativas: «Prefiere a Messi antes que a Ronaldo»; o «Prefiere a Messi y no a Ronaldo».
         La Academia ha aceptado la palabra amigovio (creada a partir de amigo y novio), especificando que es coloquial y se usa en Argentina, México, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, no ha aceptado todavía la equivalente, y masivamente usada en España, follamigo, ni la ACD (amigo con derechos), tal vez por cursi, lo que es de agradecer.
         El novio, como cualquiera, puede ser popular y carismático, que frecuentemente se confunden y no son lo mismo. Se puede ser carismático y no popular, popular y no carismático, las dos cosas o ninguna de ellas.
         Un neologismo gracioso de la era de la informática es cibercondria, la enfermedad de los hipocondríacos que pasan su vida investigando en Internet sus supuestas enfermedades.
         Y ya que hemos vuelto a Internet, con contenidos cada vez más botín de los piratas informáticos, recordemos que pirata y corsario no es lo mismo y no depende de la actividad que realizan sino para quién la realizan. Pirata es ‘la persona que se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar’. El corsario, aunque practicaba la misma actividad, lo hacía protegido por una patente de corso (de ahí su nombre), una licencia concedida por determinado gobierno para saquear embarcaciones que se consideraban enemigas. Seguro que hoy conocemos piratas que saquean en Internet y corsarios que saquean el erario.
         Honorífico significa ‘que da honor’. Por tanto, distíngase de honorario, ‘que tiene los honores pero no la propiedad de una dignidad o empleo’. Claro que no hay corsarios honoríficos, ni honorarios.
         Y para quedarnos en el mismo campo político-semántico, señalemos que no es lo mismo subvención y subsidio, aunque muchas veces se utilicen como sinónimos. Aunque en ambos casos se trata de una ayuda económica, la subvención contribuye a costear los gastos de algo (una obra, un proyecto) y el subsidio trata de satisfacer  de forma extraordinaria una necesidad en un momento determinado (subsidio familiar, de desempleo).
         Vamos llegando al final del viaje y es posible que alguien me tilde o me tache de algo, pero sepan que tildar o tachar de algo es atribuir una cualidad o característica negativa, nunca positiva, es decir, no me pueden tachar de inteligente, ni tildar de ocurrente.
         Y para terminar, tres neologismos sorprendentes. Sexomnia —y no sexomnio (del inglés sex, ‘sexo’, y el latín somnum ‘sueño’)— hace referencia  al trastorno del sueño que consiste en tener actividad sexual mientras se está dormido. Este trastorno también es conocido como sonambulismo sexual y no hay que confundirlo con la somnofilia que es una parafilia. «Clictivismo»: el clictivismo es un nuevo tipo de activismo, o una fase de este, que tiene como herramienta principal la acumulación de apoyos mediante clics en páginas web y redes sociales. Es un tipo de ciberactivismo. Y por último, de la anorexia, el tristemente conocido trastorno de la alimentación, han surgido muchas variantes como la ortorexia, ‘obsesión por controlar la calidad de los alimentos que se consumen’ (sí, en otras latitudes eso es posible); vigorexia, ‘obsesión de conseguir un cuerpo musculoso’; tanorexia, adicción al bronceado; ebriorexia, ‘rechazo a la alimentación para compensar las calorías que aporta el alcohol’ (borracho no come dulce, en versión local); o megarexia, ‘trastorno de las personas obesas que no se ven como tales y no se alimentan adecuadamente’.
         Y punto final, no punto y final. Hemos llegado al final del viaje y colorín colorado, este cuente se ha acabado.

luisroberts@gmail.com




Año V / N° CLXXV / 23 de octubre del 2017

  

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lunes, 16 de octubre de 2017

Viaje a la RAE (VI) [CLXXIV]

Luis Roberts


Rafael Sanzio se aseguró de incluir a Pitágoras, filósofo
y matemático, en
La escuela de Atenas (1511)



         Ausentarse de un sitio no es estar ausente. Ausentarse es largarse, irse; estar ausente —si no es estar pensando en otra cosa, no estar— es no acudir, no ir, no presentarse.
         Con ya alguna experiencia en los caminos lingüísticos, he huido, con el mismo afán que muchos colegas, erróneamente, huyen del mundo de los números, de los escollos de la ortotipografía y los símbolos. Pero no me queda más remedio que enfrentarme a uno, el lemnisco, que en este caminar puede producir más molestias, valga el chascarrillo, que el propio menisco. El lemnisco, este símbolo: ÷, nos puede traer más dolores de cabeza de lo que creemos, pues en España y los países mediterráneos es el significado de una progresión aritmética. En los países anglosajones se ha adoptado para indicar la división y en el norte de Europa, Alemania y países escandinavos y nórdicos, significa resta. ¡Ojo!, no debe confundirse con la lemniscata, que es una figura geométrica, ∞, también usada en aritmética. En inglés se llama obelus, aunque en español el óbelo es otro signo, al que actualmente se le asocia la forma de cruz: †. Ahora entenderán, tras este galimatías, por qué en mi caminar procuro eludir estos escollos.
         Y les dejo un momento para ir al bufé a comer, antes de ir al bufete de mi abogado, y es que los abogados no se comen, aunque algunos se lo merecerían, por eso no hay que confundir esos términos.
         No hay nada más cansino que leer u oír repetitivamente el verbo de dicción dijo o ha dicho, como si no existieran otros verbos de dicción que pueden sustituir a decir, como indicar, señalar, afirmar, manifestar o declarar. En ocasiones se emplean de forma inadecuada otros verbos de dicción, cuyo significado no puede compararse a decir, ya que denotan un comportamiento determinado del hablante y su uso sólo es apropiado cuando la persona se ha comportado así. Por ejemplo: recalcar, subrayar, enfatizar (todos con énfasis); asegurar, aseverar (con convicción); comentar, precisar, puntualizar (aclarando o completando); admitir o reconocer (adhesión).
         ¿Cuántas veces no hemos esgrimido excusas y pretextos en nuestra vida? Pero sepamos que no es lo mismo, pues un pretexto es una excusa falsa, ‘un motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado’. Una excusa puede ser falsa o verdadera, ‘puede ser, o no, la justificación real de la disculpa’. Todos los pretextos son excusas, pero no todas las excusas son pretextos, y la expresión falso pretexto es una redundancia.
         Los grupos consonánticos cultos pero silenciosos, los de algunos términos propios de disciplinas técnicas que conservan grupos de consonantes aunque son impropios del español: ftalato, gnomo, ptialina, psicología, psoriasis, dismnesia, ctenóforo, tsunami. La Academia recomienda mantener ps en psiquiatra y en parapsicológo, pero admite la simplificación; sin embargo, prefiere la simplificación del prefijo pseudo- (seudociencia)
         Me había propuesto no volver a tropezar con la ortotipografía, y menos con la tipografía, pero hay algo que me parece interesante en una época en la que ya casi todos usamos el teclado de la computadora para escribir hasta las cartas de amor, y que sólo algunos escritores negacionistas de alguna faceta del progreso, como Julián Marías, siguen usando la estilográfica. «Dime qué tipo de fuente usas y te diré quién eres». Claro, la elección de la fuente depende de muchos factores: estéticos, necesidades del lector, los medios técnicos (tipo de papel y sistema de impresión), o el contenido (abundancia de siglas, uso de versalitas...) Incluso hay una familia, la Times, pues es la que usa el diario The Times, para la prensa escrita. Una clasificación básica y esquemática es la siguiente: la letra de texto como esta, la Times New Roman, se considera adecuada para la lectura continuada, mientras la letra decorativa o de fantasía, como esta, la Comic Sans, suele tener una función expresiva y sirve para crear contraste. Está la letra con remates, de nuevo la Times, que tienen pequeños adornos en los extremos de algunos trazos, mientras que la letra sin remates o a palo seco, o sans serif, carece de esos adornos, como esta Microsoft sans serif. También tenemos la letra monoespaciada, que es la que tiene todas las letras del mismo ancho desde la i hasta la M, como esta, la Courier, utilizada por ello en los subtítulos. Y por último, la letra caligráfica, que imita la manuscrita, como la Mistral.
         Se dice que las letras con remates son más adecuadas para la lectura en papel y las letras sin remates para la lectura en pantalla, pero los estudios de legibilidad no son concluyentes. A cada quien su estilo y a cada edición el suyo.

luisroberts@gmail.com




Año V / N° CLXXIV / 16 de octubre del 2017



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lunes, 9 de octubre de 2017

Viaje a la RAE (V) [CLXXIII]

Luis Roberts


El actor Jack Lord representó al detective Steve McGarrett
durante 12 años como protagonista de la serie
Hawaii 5-0


         Vamos a empezar con un decálogo, este sí, de 10 bulos lingüísticos.

1)   Las mayúsculas no se acentúan
Nunca existió esta regla, el problema es que en las imprentas antiguas, hasta el siglo XVIII, las tildes no cabían en las cajas de las mayúsculas.

2)   Las palabras que no están en el Diccionario no existen o no pueden emplearse
La respuesta es un rotundo sí. Ningún diccionario tiene todas las palabras. Desafortunadamente no está en el Diccionario y no es incorrecta.

3)   Las redundancias son siempre incorrectas
En la comunicación cotidiana no sólo no son incorrectas sino que son necesarias, para enfatizar, ironizar, exagerar, etc.

4)   El sufijo -nte no tiene femenino
Bulo que corre por Internet. Presidenta, infanta, regenta, sirvienta, tenienta.

5)   La RAE acepta algunas formas como almóndiga
Que esté tampoco quiere decir que sea correcta, ni válida ni adecuada; almóndiga en el Diccionario viene como «utilizada como vulgar».

6)   La expresión «un vaso de agua» es incorrecta
O de leche o de vino. Tan correcta como «un plato de sopa».

7)   La expresión «manda huevos» es incorrecta
Y que lo adecuado es «manda uebos», que deriva del latín opus, que significa ‘por necesidad’, pues no, esto es un arcaísmo que ya no se usa. Los diccionarios de Seco y de Andrés y Ramos ya la recogen con el sentido que todos sabemos.

8)   Dos preposiciones no pueden ir unidas
Pues no. Las expresiones como ir a por agua, el aforo es de entre... o los deberes del hombre para con..., no tienen nada de incorrecto.

9)   La hache es una letra muda
Maticemos. Se conserva la aspiración de la hache como rasgo dialectal en muchas partes de España y América y en algunos extranjerismos como hámster, hachís, Hawái, Hegel...

10)         El gerundio es peligroso
El gerundio no es per se un tiempo difícil ni incorrecto, pero sí hay que prestar atención a los gerundios de posterioridad: «Estudió en Caracas, yendo después a Buenos Aires», es una frase, desafortunadamente muy real, pero inadecuada, pues la acción que expresa el gerundio es posterior a la que expresa el verbo principal y sin conexión directa.

         Ya en el Diccionario de 1992, la Academia reconocía la reducción del grupo consonántico bs al más sencillo s. Así tenemos oscuro, sustracción, sustituir, sustancia, sustrato y suscribir; sin embargo, las que empiezan por abs- o por obs- no pertenecen a esta familia, como abscisa, abstener, abstraer, obstáculo, obstinar y el socorrido obsceno.
         Hasta el 2014 el Diccionario incluía algunas palabras con la marca de regionalismo, o propias de algunas zonas de América, así como los anglicismos, galicismos, etc., pero ya se incluyen también los españolismos, o palabras usadas sólo en la península, como cubata, papeo, currelar, despelote y calvorota.
         Y llegado a este punto álgido, que sólo desde su incorporación en el Diccionario de 1984 se aceptó su sentido figurado: fig. Dícese del momento o período crítico o culminante de algunos procesos orgánicos, físicos, políticos, sociales, etc. Y en este sentido figurado se venía usando aproximadamente desde mediados del siglo anterior (en el CORDE de 1860), pues hasta entonces era pura y simplemente: Que hiela ║Glacial ║ Septentrional (1853). Hoy es la tercera acepción: Med. Acompañado de frío glacial. Fiebre álgida.
         Y ahora algo que sorprenderá a más de uno en nuestra alma mater. Pues sí, en femenino, sin tilde y en cursiva. La alma mater, no el alma mater.

luisroberts@gmail.com

Continuamos la semana próxima



Año V / N° CLXXIII / 9 de octubre del 2017



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lunes, 2 de octubre de 2017

Jerónimo, o por qué celebramos el Día del Traductor el Día de la Secretaria [CLXXII]

Edgardo Malaver



San Jerónimo (1735), de Giuseppe Antonio Petrini 

 
         ¿Por qué celebramos el Día del Traductor el Día de la Secretaria? Es sencillo: traductores y secretarias —pero también arqueólogos, archivistas, biblistas y estudiantes— han elegido como patrono, como guía, como ejemplo al mismo personaje de la antigüedad que reunía los rasgos particulares de estas profesiones: Eusebio Sofronio Jerónimo, dálmata de nacimiento.
         También llamado Jerónimo de Estridón o, sin más detalles, san Jerónimo, el patrono de ambos grupos nació presumiblemente en el año 347, es decir, en tiempos en que el Imperio Romano ya se había dividido. En su juventud se vino abajo el imperio asentado en Constantinopla y resurgió el occidental. Después de haber probado otras formas de ver la vida, incluyendo algunas heréticas, cuando sus padres, que eran ricos, lo enviaron a estudiar en Roma, Jerónimo tomó el camino de la fe. Y perseveró tanto en él, que terminó siendo, junto con otros tres santos, Padre de la Iglesia, o sea, autor de un conjunto de escritos que dieron forma y profundidad a la teología cristiana desde sus primeros siglos.
         El aporte de Jerónimo —y de los otros tres Padres latinos, san Ambrosio (hacia 337-397), san Agustín (354-430) y san Gregorio Magno (540-604), proclamados en 1298— fue fortalecer las bases teológicas y cristológicas de una Iglesia aún joven, afligida por mil corrientes e influencias filosóficas y paganas que pretendían aminorarla. Una seguidilla de pensadores, poetas, predicadores, magos, soñadores, estrafalarios y charlatanes difundían en su tiempo interpretaciones evangélicas y doctrinales que no concordaban con las enseñanzas de Jesús ni los misterios de la noción cristiana de Dios.
         Cuando tenía unos 30 años, Jerónimo llegó a Antioquía. Esto dice José de Sigüenza en su exquisito incunable Vida de san Jerónimo:

Es posible que en Antioquía no estuviera Jerónimo mucho tiempo. En todo caso, lo aprovechó bien, no sólo aprendiendo, sino produciendo ya algunos trabajos teológicos. Su “extraordinario deseo de aprender” le llevaría pronto a Constantinopla, donde se encontraría con san Gregorio Nacianceno [...]. De la mano de Gregorio entrará Jerónimo en los secretos de la exégesis alegórica, a la vez que descubrirá los valores del mundo teológico griego, apenas conocido en Occidente. Uno de los buenos propósitos de Jerónimo será hacer de puente entre la teología griega y la latina: ofrecer a los latinos la rica ciencia de los griegos. Dos autores llamaron al principio la atención de Jerónimo: Eusebio de Cesárea, con sus trabajos históricos, y Orígenes.

         En las traducciones de aquellos tiempos, dice De Sigüenza, ya intercalaba Jerónimo “notas propias, en las que se aprecia la huella de sus simpatías o antipatías por determinadas personalidades de su tiempo”, fruto sin duda de la influencia de Orígenes (hacia 185-254), “el gran descubrimiento de Jerónimo en esta época”. El método doble de Orígenes, la “comparación de las diversas versiones con el texto original hebreo o griego y la profundización en su sentido místico, marcará a Jerónimo para toda su vida”.
         Su trabajo con Gregorio llamó la atención del papa Dámaso I (304-384), quien lo puso al frente de los archivos eclesiásticos y lo encargó de la correspondencia sinodal entre Oriente y Occidente. Dámaso fue el creador de la doxología Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos e introdujo el uso de la palabra hebrea aleluya en la liturgia. De Sigüenza explica, sin embargo, que al servicio del papa Jerónimo corría el riesgo de “enterrar infructuosamente sus talentos en el trabajo formalista del escribano y en la conversación árida de la administración”. Su relación con Dámaso fue determinante en su obra intelectual, pues el papa estimuló constantemente la vocación de escritor de su secretario: “estás durmiendo, y [...] enfrascado en la lectura te olvidas de escribir, por eso vengo a despertarte con algunas preguntas. No es que no hayas de leer, pues ése es el alimento diario que nutre el espíritu; pero el fruto de la lectura se prueba escribiendo”.
         Y entonces llegó el año 382, y Dámaso puso en manos de Jerónimo la Biblia para que, por primera vez en la historia, fuera traducida al latín con un estilo unitario y orientada a la divulgación y la predicación. Para cumplir el encargo, el santo se encerró en una cueva cercana al lugar donde nació Jesucristo. Terminó aproximadamente en el año 405, y se quedó en Belén hasta su muerte el 30 de septiembre del 420. El texto “compuesto” por Jerónimo, llamado Vulgata, se convirtió entonces en la Biblia de uso común de la Iglesia Católica y, en 1546, el Concilio de Trento la hizo oficial. Hasta 1979, cuando Juan Pablo II (1920-2005) adoptó la Nova vulgata, se utilizó, con variaciones parciales introducidas a lo largo del tiempo, la versión de san Jerónimo.
         La Vulgata le trajo a Jerónimo más de una controversia. Celosos biblistas de su tiempo lo imprecaban a causa de su libertad al traducir, mientras que otros lo ofendían por lo contrario. Él escribió varias cartas para refutar a sus adversarios y gracias a ellas conocemos lo que hoy se llamarían sus “enfoques teóricos” sobre la actividad del traductor. El santo dálmata consideraba la traducción (especialmente la de la Biblia) un asunto tan delicado, que, como escribe en su Epístola 57, “incluso el orden de las palabras es un misterio”. Para él, ergo, el acto de traducir y lo dicho en el texto son una revelación. Sobre la importancia de contar con el original al momento de comparar una traducción con otra, afirma en la Epístola 106 que “todo lo que surge del manantial lo podemos encontrar en los riachuelos”.
         La obra escrita de san Jerónimo, aparte de la traducción, se compone de comentarios bíblicos (en que destacan aquellos sobre las cartas de san Pablo), tratados polémicos (como Contra Rufino, quien también escribió contra Jerónimo), biografías (incluyendo Varones ilustres, nutrida reseña de 135 escritores desde san Pablo hasta él mismo) y epístolas (que llegaron a ser 154, aunque se conservan 120), además de decenas de elegías y cientos de escritos de dirección espiritual. En la actualidad, Jerónimo pasaría sin duda por ensayista.
         ¿Quién es entonces, todavía hoy, san Jerónimo? Un sabio que encontró en el intercambio lingüístico y literario su camino para servir a todos. Un santo, un filósofo, un teólogo, cuyo aporte a la humanidad ha sido “ser puente” entre la ciencia griega y la latina, es decir, entre Oriente y Occidente; un escritor, un ensayista, un traductor que nos ha dejado claras, aunque no nos demos cuenta, las vinculaciones entre el cielo y la tierra, entre la ciencia de la exégesis y la fe, entre la sabiduría espiritual y el don de la palabra en el mundo.

emalaver@gmail.com



Año V / N° CLXXII / 2 de octubre del 2017



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