sábado, 31 de diciembre de 2022

Silvestre y Benedicto [CDIV]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

Silvestre, el papa, y Constantino, el emperador

 

 

 

         Esta mañana murió Benedicto XVI. Había nacido en 1927 y había dirigido la Iglesia, muerto Juan Pablo II, desde el 2005 hasta el 2013, cuando dimitió con su ya célebre “non ho le forze”. Es apenas el segundo papa que muere un 31 de diciembre. Silvestre I, el primer pontífice que no tuvo que esconderse de las autoridades romanas para dirigir a la comunidad cristiana, también se despidió del mundo en esta fecha del año 335. Durante sus casi 21 años al timón, reinaron las buenas relaciones con el poder civil, y amainaron los prejuicios contra los cristianos en la ciudad de Roma.

         Son varias las cosas por las que se recuerda a Silvestre: aunque no hay certeza de ello, se dice que bautizó al emperador Constantino, que luego legalizó el cristianismo; logró la construcción o readaptación de templos, con lo cual los cristianos dejaron de orar en escondites, muchos de ellos bajo la tierra; inició los estudios de lo que ahora se conoce como derecho canónico, creó la primera escuela romana de canto. Pero hay un aporte de san Silvestre que nos interesa de manera particular, que es un aporte lingüístico. Puede ser mínimo, pero aún tiene sus reflejos en algunas de las lenguas romances que terminarían apareciendo casi mil años después de aquel 31 de diciembre: los nombres de los días de la semana. Por estas razones y otras, su fiesta se celebra el día de hoy, empañada ahora por la noticia sobre Benedicto.

         Intentando que, en la naciente liturgia, los días de la semana no llevaran nombres de deidades paganas, Silvestre los llamó ferias. El lunes, día dedicado por los romanos a la adoración de la Luna, comenzó a llamarse feria secunda; el martes, día de Marte, dios de la guerra, feria tertia; el miércoles, día de Mercurio (el Hermes griego, el mensajero de los dioses), feria quarta; el jueves, día de Júpiter (es decir, Zeus, padre de todos los dioses), feria quinta, y el viernes, día de Venus, diosa del amor, feria sexta. El sábado, heredado de los hebreos, y el domingo, creación cristiana en latín, quedaron intactos.

         Es atractivo el hecho de que, considerándolo a primera vista, en la actualidad el único idioma que conserva estos nombres es el portugués (¿quizá era el territorio más alejado de la capital del imperio?); el gallego también, aunque no es unánime. El catalán conserva, con la modificación natural de los siglos, la fórmula latina: dies lunae, dilluns; dies martis, dimarts, etc. —en realidad la conserva en todos los nombres de los días—. El francés y el italiano también han heredado el dies, pero en posición final —el francés lo extiende a toda la semana—. El español y el resto de las lenguas derivadas del latín prefirieron quedarse con las raíces de los nombres paganos... o sus transformaciones.

         Hasta el día de hoy, en el calendario litúrgico católico los días diferentes del sábado y el domingo se llaman ferias, es decir, días en los cuales, a pesar de lo que nos sugiera la sonoridad actual de la palabra, no suele haber solemnidades en tiempos ordinarios.

         Aquí entra también en la discusión aquella eterna pregunta que nos hacíamos todos en la edad escolar: ¿cuál es el primer día de la semana? ¿Por qué en el almanaque (no en todos) ponen el domingo antes que el lunes? La respuesta la da san Silvestre: si el lunes es la feria secunda, entonces el domingo ha de ser la primera. Además, antes de la existencia del cristianismo, el judaísmo nos había enseñado que, después de trabajar seis días creando todo lo que existe, Dios se tomó el séptimo día, llamado sábado, para descansar.

         A pesar de esto, culturalmente, contemporáneamente, civilmente, es presumible que después del reconocimiento de los derechos laborales, como muchísima gente descansa el sábado y el domingo, tendemos a considerar el lunes como el primer día de la semana. Civilmente, laboralmente, incluso académicamente. Se puede decir que es otro conteo de los días, que al final también da siete, pero en otro orden.

         La palabra feria, dicho esto, se nos hace muy interesante. Podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿por qué día feriado significa ‘día de fiesta’, ‘día no laborable’? Porque originalmente, feria significaba ‘mercado’, un día regular en el que se trabaja, sobre todo en el intercambio comercial. Los ahora llamados fines de semana en rigor son para descansar (porque primero se trabaja y después se descansa, ¿no?). ‘Mercado’ es en la actualidad la primera acepción que da el diccionario.

         Sin embargo, el sustantivo feria también significa ‘fiesta’ y nombra a la concentración humana y el ambiente festivo que se forma en un lugar donde se compra y se vende, se come y se bebe, se canta y se baila, se celebra. A estos lugares no se va cuando uno está ocupado. Por eso, los días de fiesta a mitad de semana pueden llamarse, en general, “días feriados”.

         En la antigüedad, el sábado era inviolable para los judíos (aún lo es para los más ortodoxos). Para el mundo cristiano, el día sagrado es el domingo porque Jesús resucitó ese día. Y no debe haberles parecido a los primeros cristianos muy reverente poner el diem Dominicum, el ‘día del Señor’, al final de la semana.

         Son todas estas cosas, algunas, temas que aparecen y reaparecen, que se recuerdan, que se aclaran, como dice el refrán, cada muerte de papa. ¡Ah, los papas...! Esta noche de san Silvestre, dentro de unas pocas horas, estaremos brindando por todo lo que hemos logrado en el 2022 y tratando de que no duela tanto lo que hemos perdido. Ritos levantará la copa también por Silvestre, que, sin adivinarlo, nos dio tema para esta Nochevieja casi 1.700 años después de su muerte. Y también por Benedicto, el papa de la razón, que, obediente, no se apartó de su cáliz hasta el último día.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año X / N° CDIV / 31 de diciembre del 2022

 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Antiguo manuscrito revela origen extraterrestre de la palabra ‘arepa’ [CDIII]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 

Locos y locainas de La Vela de Coro, Falcón
Foto: El Carabobeño


 

 

         Tarde o temprano tenía que suceder, tarde o temprano íbamos a encontrar la prueba irrefragable de que la arepa no es venezolana ni colombiana, sino que la trajeron los extraterrestres. Los diarios El Cucuteño, de Colombia, y La Señal de San Antonio, de Venezuela, acaban de publicar simultáneamente, en su edición de ayer, 27 de diciembre, un informe sobre los hallazgos de los investigadores de la Universidad de Londres y la Sociedad Nacional de Arqueología de Estados Unidos en la biblioteca de la antiquísima Misión de los Franciscanos en Santa Clara de la Piedra, que permite llegar a tal conclusión.

         El informe, firmado por los dos responsables de la investigación, Peter O’Connor y Martha C. Lee, comienza afirmando que han reunido información suficiente que podría poner fin a la disputa entre los venezolanos y colombianos acerca de diversos elementos culturales de gran interés en la historia de ambas naciones; sin embargo, la pieza fundamental de los hallazgos es, sin duda alguna, una carta encontrada la semana pasada en la sección de libros raros, dirigida por el abad de la congregación, fray Emiliano González de Zárate, al papa Julio II entre los años 1510 y 1514.

         Según O’Connor y Lee, en la carta fray Emiliano informa al papa que ha llegado al convencimiento de que los indígenas del lugar habían recibido la visita de seres extraterrestres (“res alieni”, “viris ex aliis planetis”) entrenamiento especializado para el cultivo de diversas especies vegetales, además de lo que hoy llamaríamos la “receta” de diversas comidas que se preparan aún en la región. Uno de ellos, expresa el informe, “sería el alimento básico de Colombia y Venezuela, que los ‘viris ex aliis planetis’ llamaban por el nombre de ‘arepe’ o ‘arepa’”. También dan indicaciones precisas de cómo hacer el fuego y la superficie en que debe cocerse la arepa.

         “Infortunadamente, falta al menos una página del valioso documento, que calculamos que originalmente tenía seis o siete”, dicen O’Connor y Lee. “La página faltante, junto con el resto del original, que no está en buenas condiciones, debe estar en la Biblioteca Vaticana, dado que iba dirigida al papa”.

         Con estos hallazgos, opinaron otros expertos consultados por El Cucuteño, quedaría pulverizadas las hipótesis lingüísticas según las cuales el vocablo arepa provendría del idioma hablado por los cumanagotos a la llegada de Cristóbal Colón. Lo que es más, por datos que asoman los arqueólogos británicos y americanos sobre la fecha de la visita de los seres alienígenas y los otros lugares del mundo donde habían aterrizado, puede llegarse a pensar ahora en la posibilidad de que hasta los bisabuelos de Jesucristo hayan comido arepas en la Palestina prerromana.

         Ni en Venezuela ni en Colombia se habían hecho investigaciones de esta naturaleza en la misión de Santa Clara de la Piedra, cuyas ruinas subsisten sobre la margen izquierda del río Táchira. La “vetusta construcción, que data del año 1500”, según el informe, fue abandonada antes del comienzo del siglo XVII (como había deducido un trabajo anterior de O’Connor), y lo único que permanece, casi intacto, es el sótano de la biblioteca, donde apareció el manuscrito.

         Al final de la nota, ambos periódicos indican a sus lectores que si habían leído hasta ese punto, entonces merecían saber que todo el texto ha sido escrito como una broma del Día de los Inocentes.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año X / N° CDIII / 28 de diciembre del 2022

 

 

 

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