lunes, 7 de agosto de 2017

Reporteros [CLXIV]

Luis Roberts


Los Tontons Macoutes, los paramilitares de los Duvalier, 
aterrorizaron Haití a partir de 1958



         Hace unos días un amigo tuiteó, o retuiteó, no recuerdo, un tuit a la vez divertido y revelador, que decía: “Twitter es un sitio donde alguien dice que es un asesino ‘multiple’ e inmediatamente alguien le contesta que múltiple lleva tilde”. Con esta introducción quiero decir que las líneas que siguen no son una frivolización académica del sangriento y doloroso parto histórico que vive Venezuela, nada más lejos de mi intención, la de alguien que vive con tembloroso temor, pero con emocionada esperanza, el brusco golpe de timón que un pueblo está dando a la Historia. Pero trabajador de la lengua al fin, y enamorado de su herramienta, no puedo por menos que aprovechar para, con una sonrisa, hacer ciertas observaciones, utilizando estos hechos más como excusa que otra cosa.
         Como tantos otros, supongo, sigo la situación de la calle a través de Internet con la información que los medios alternativos nos ofrecen. Jóvenes y valientes reporteros y reporteras, jugándose hasta la vida en muchos casos, entre gases, tiros, carreras, etc., nos informan puntualmente de las tropelías y saña de unos personajes a los que no les falta más que la cruz gamada en su uniforme para encontrar un símil histórico de un ejército de ocupación y unos “tontons macoutes” que no necesitan mayor identificación. Supongo también que estos reporteros son comunicadores sociales, o están en vías de serlo, y aquí entro en materia, por lo que es más preocupante, si cabe, el estado del uso del idioma en nuestro país, como ya denunció hace años el maestro Rafael Cadenas.
         Para mi entender existen al menos tres factores concomitantes que nos permitan poder entender las causas de este pobre estado: la falta de maestros acuciosos que corrijan los errores desde la primera enseñanza y las aberraciones de los idiolectos populares, la falta de lectura que enriquezca el léxico, y un prurito propio de las clases menos favorecidas, social o culturalmente, de intentar elevar el registro por la falta de confianza en sus propios recursos.
         Aquí aprovecho para recordar a mi admirada amiga, la profesora Yajaira Arcas, y su explicación del paso del pelo al cabello en los barrios populares. Tal vez habría que añadir un cuarto factor, a caballo entre el primero, los maestros, y el tercero, el registro, y son los cuentos de camino, esos que siguen afirmando que las mayúsculas no llevan tilde o que el quisiese es de un registro inferior al quisiera. Vemos con asombro, y no sólo en este colectivo, pues políticos y profesionales varios no se libran de este estigma, la desaparición de verbos como mirar (¿por qué me ves?; porque no soy ciego), oír (puse el despertador a las 3 para escuchar unos tiros con gran deleite) poner (¿cuándo empezarán las gallinas a colocar huevos?), abrir (apertura la boca que no te escucho); sustantivos como pelo (¿cuándo iremos a la “cabellería”?), todo es un evento, ya no hay actos, hechos, accidentes, elecciones, todo son eventos, las famosas palabras muletas, el daño irreparable que el complejo de inferioridad ante el inglés, el papanatismo, nos está produciendo, no sólo a nivel léxico, sino sintáctico, con un uso no idiomático, por ejemplo, de la voz pasiva: “...unos guardias fueron quemados...”.
         Y volviendo a nuestros reporteros, y pasando de las muletas a las muletillas, produce una mezcla de hastío y risa la repetición como un mantra de “lo que es” o “lo que sería”: “lo que es la calle tal...”, “lo que sería la manifestación de hoy...”; el “a nivel”: “estamos a nivel de la calle tal...”; el “como tal”: “los resultados de la represión como tal...”.
         Y como colofón y para terminar, pues este es el objetivo de este escrito, transcribo algunas, unas pocas, de las expresiones que tengo apuntadas para ilustrar este mensaje, o reflexión con más sencillez: “Hicieron barricadas con troncos de árboles y otros utensilios”; “nos activaron bombas...”; “le propinó una herida...”; “la resistencia y los funcionarios enfrentan sus diferencias...”; “realizaron palabras...”; “nos detonaron perdigones...”; “realizaron detonaciones...”; “accionaron con sus armas...”; “algunas personas se realizan fotografías” (oído justo mientras escribo); “están aperturando un canal...”; “pueden colocar detenidos en cualquier momento”, y así hasta el aburrimiento. ¿Qué les parecería a estos jóvenes reporteros si alguien, yo por ejemplo, dijera: “nos lanzaron bombas”, “nos están disparando perdigones”, “le produjo una herida”, “dijeron palabras”, “resistencia y policías se enfrentan”, “dispararon”, “se hacen fotos”, etc.
         Muchachos, seguiremos oyendo sus crónicas con el corazón en un puño, pero parafraseando a un santo que no viene a cuento, podremos decir: “¡Oh, Dios, qué buenos reporteros si tuviesen un mejor lenguaje!”.

luisroberts@gmail.com





Año V / N° CLXIV / 7 de agosto del 2017


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