lunes, 29 de diciembre de 2014

Un año pasado que se queda [XXXVII]

Edgardo Malaver Lárez



         Siempre se tropieza uno con la misma disyuntiva en la noche de san Silvestre, la misma dubitación, la misma ambigüedad: ¿estar contento porque se aproxima un tiempo nuevo o entristecerse porque está a punto de acabar una época que, a fin de cuentas, no nos ha tratado tan mal? Maracaibo 15 lo pone en términos diáfanos, al cantarle al viejo año lo que todos podríamos decirnos a nosotros mismos:

Las cosas viejas como tú las botan
y más si saben que otro llegará,
pero no llores, échate un trago,
que yo te recordaré
por los ratos que de felicidad
en tus días yo pasé”.

         La noche del 31 de diciembre se encuentra, como bien dijo Rubén Darío, “a la orilla del abismo misterioso de lo eterno”. Nos levanta, como a Jorge Luis Borges, “la sospecha general y borrosa del enigma del tiempo”. Es un instante infinitamente efímero en que estamos en el borde entre lo enteramente conocido y lo totalmente por conocer. Es el “mezzo del camin” de Dante revivido cada año, en un solo minuto.
         El eslabón entre una cosa y la otra, entre los significativos “ratos que de felicidad en sus días hemos vivido” y los enigmáticos y borrosos siglos que nos ofrece ahora el abismo de lo eterno, entre el más acá y el más allá de esa orilla, entre la certeza de lo vivido y el vacío de lo aún por vivir, tiene que ser la memoria, que reconoce lo primero y no se halla a gusto, aún, en medio de lo último. La memoria, que a nada se aferra como a lo vivido, bello o macabro, nos lleva a sentir aprehensión respecto de lo que ha de venir después de las “doce irreparables campanadas”.
         Andrés Eloy Blanco, solo en Madrid a medianoche del 31 de diciembre de 1923, recuerda a su madre y no puede disfrutar la fiesta que lo circunda. Como el gaitero, observa que el mundo está contento en un momento en que él está triste. El año termina y el poeta mira hacia atrás, que es como mirar hacia sí mismo, hacia su interior. Se da cuenta de que “por aquella balumba en que da gritos la ciudad histérica”, su soledad y el recuerdo “marchan como dos penas”. Y esta soledad es más solitaria por la presencia de la memoria, la que no se acostumbra con docilidad a lo nuevo, por más alegría que nos prometa:

Yo estoy tan solo, madre,
¡tan solo!, pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda”.

emalaver@gmail.com




Año II / Nº XXXVII / 29 de diciembre del 2014

lunes, 22 de diciembre de 2014

La sílaba que se le perdió a la Navidad [XXXVI]

Edgardo Malaver Lárez



         Según Benedicto XVI (2012), lo más probable es que Jesús haya nacido en el año 6 antes de Cristo. No es una broma, ni siquiera una perogrullada. Es la evidencia de que la práctica de registrar el día del nacimiento de la gente, recordarlo cada año e incluso celebrarlo, por lo menos en el caso de los pobres, es más reciente, quizá posterior al Imperio Romano. La Navidad, posiblemente por esa razón, comenzó a celebrarse en el año 345. Antes de esta fecha, parece, los cristianos se dedicaban a cosas más serias, quizá a lo verdaderamente importante: ser cristianos. No trato de decir que la Navidad no sea cosa seria o importante, porque lo es muchísimo, sino que inmensamente más importante que la fecha y las celebraciones, que son la superficie del asunto, es el significado de aquel acontecimiento, que puede ser personal e íntimo para cada quien.
         En esta ocasión pretendo, apenas mencionar, ni siquiera examinar, un detalle totalmente superficial: la mera palabra Navidad... y, más superficial que eso, una sílaba de esta palabra que ni siquiera aparece en ella.
         Navidad proviene de la palabra latina nativitas, es decir, ‘natividad’. Sin buscar en el diccionario, puede uno imaginarse que dirá: acción y efecto de nacer. Nativitas es un sustantivo que deriva de natus, participio del verbo nasci (nacer). Se ve, ¿verdad?, que, entonces, de ella han de venir nuestras contemporáneas y utilizadísimas nación, connacional, renacimiento, natural, naturaleza, nativo, nato, neonato, natalicio, natal e incluso los nombres propios Natalia y Renato. Etcétera.
         Además, en italiano la Navidad se llama Natale; en portugués, Natal; en catalán y en gallego, Nadal. Se ve, ¿verdad?, que en esas lenguas la palabra que se utiliza en la actualidad deriva, como en español, de la latina. Todas conservan la raíz que tenía en latín. La sílaba ti de nativitas ha subsistido en todas ellas, sea que se la pronuncie con consonante sorda o sonora. Subsiste.
         Siendo así, ¿qué pasó con la sílaba ti en español?


Bibliografía
Benedicto XVI (2012). La infancia de Jesús. Trad. J. Fernando del Río. Barcelona: Planeta.


emalaver@gmail.com




Año II / Nº XXXVI / 22 de diciembre del 2014


lunes, 15 de diciembre de 2014

El lenguaje metafórico del beisbol (y III) [XXXV]

Laura Jaramillo



            Ahora veamos un poco el lado periodístico del tema, ya que el beisbol por ser el evento más esperado por venezolanos, el discurso deportivo hace gala de innumerables creaciones lingüísticas, siendo la metáfora la mamá de los helados.
            A diario, y aproximadamente por tres meses, las crónicas deben narrar lo acontecido, tomando en cuenta que el lector, que primero es fanático, necesita de una lectura que le rememore lo ya vivido. Por esta razón, el periodista hace uso de un lenguaje bastante particular, ya que, analizando la cosa, es posible observar un cierto canibalismo[1].
            La metáfora cognitiva es el vehículo perfecto para desarrollar las crónicas del beisbol, así como sucede con las crónicas del fútbol. Para el beisbol, la metáfora es lo caníbal, y para el fútbol, la metáfora es lo bélico. Aunque, en ambos discursos deportivos existen más metáforas deportivas pertenecientes a distintos campos semánticos.
            En nuestro beisbol tenemos ocho equipos: Leones del Caracas, Navegantes del Magallanes, Tiburones de La Guaira, Bravos de Margarita, Águilas del Zulia, Cardenales de Lara, Caribes de Anzoátegui y Tigres de Aragua.
            Podemos observar que cinco equipos son representados por animales (leones, tiburones, águilas, cardenales, tigres) y los otros por hombres (piratas e indios).
            Veamos algunos ejemplos de este canibalismo en titulares tomados de uno de los principales diarios deportivos de Venezuela, Meridiano:

“Tigres devoró al Caracas” (11/01/2007).
“Luis Raven mató al Tigre” (14/01/2007).
“Magallanes golpeó al Caracas” (03/12/2008).
“Magallanes al acecho” (21/12/2008).
“Estacazos de invictos para Águilas del Zulia” (16/10/2014).
“Caribes mató en extrainning” (16/10/2014).
“Tiburón alzado” (19/10/2014).
“Magallanes ligó su tercer triunfo al hilo al masacrar a Bravos” (09/11/2014).

            El lenguaje tiene tantos recovecos, que de dónde uno menos piensa salta la liebre, o sea, la lengua tiene muchos aspectos todavía por descubrir, especialmente del lenguaje deportivo, que cada día se reinventa, agregándole sabor al deporte y, por supuesto, a la lengua.

laurajaramilloreal@yahoo.com




[1] La idea  sobre el canibalismo deportivo es cortesía de la profesora Aura Marina Boadas, quien alguna vez me comentó sobre esta curiosidad del lenguaje deportivo.




Año II / Nº XXXV / 15 de diciembre del 2014

martes, 9 de diciembre de 2014

El lenguaje metafórico del beisbol (II) [XXXIV]

Laura Jaramillo

            Siguiendo con el tema, ahora veamos la incursión de la metáfora cotidiana en el lenguaje del beisbol, es decir, ahora es el lenguaje de nuestro día a día el que usamos cuando de beisbol se habla. Incluso, quizás, hay expresiones inventadas que nos sirven para describir esas diferentes situaciones que se presentan durante un partido de pelotas.
            Veamos algunas de estas expresiones metafóricas:

Carrera de caballito: cuando las bases están llenas y el bateador de turno recibe boleto o base por bolas, lo cual impulsa el movimiento de los jugadores hacia las bases siguientes, así, el de tercera se mueve anotando una carrera. También se le conoce como carrera de carrusel.
Caballo: así se le llama también al beisbolista.
Diamante: el terreno de juego. Si unimos imaginariamente todas las bases, tendremos un hermoso diamante.
Lomita: lugar de trabajo del pícher. No es que sea propiamente una loma, más bien, un montoncito de tierra, también conocido como morrito.
Serpentinero: pícher que tiene un movimiento especial del brazo al realizar el lanzamiento de la pelota.
Plato: se le dice a la base principal, el home, donde están el catcher, el umpire y el bateador.
Jardinero: jugador defensivo; hay jardinero central, jardinero derecho y jardinero izquierdo.
Abanicar: el movimiento que hace el jugador cuando lo ponchan.
Arepas: cuando un equipo hace 0 carreras en todo el partido.
Bambinazo: jonrón. Proviene del jugador Babe Ruth, gran jonronero conocido como el Bambino.

            No sé de dónde proviene tanta creatividad, pero pienso que la necesidad de apropiarnos de esta disciplina deportiva, proveniente principalmente de los Estados Unidos, ha facilitado la invención de palabras que sustituyan las del inglés, y así acercar cada día más el beisbol a nosotros, a nuestras hermosísimas cultura y lengua.

laurajaramilloreal@yahoo.com



Año II / Nº XXXIV / 8 de diciembre del 2014

lunes, 1 de diciembre de 2014

El lenguaje metafórico del beisbol (I) [XXXIII]

Laura Jaramillo

            El beisbol forma parte de nuestra cultura como venezolanos. La temporada del beisbol nos vuelca totalmente la vida, porque nos hace olvidar por instantes los problemas del día a día. El beisbol es nuestra excusa para burlarnos, después del partido, del compañero que recibió nueve arepas.
            Ahora bien, el beisbol como parte de nosotros, también es parte de nuestro lenguaje cotidiano, porque nos ayuda a expresarnos: cuando queremos que nuestro discurso quede bien clarito, el lenguaje del beisbol nos salva la partida. Veamos algunos ejemplos:

Cuando nos sorprenden en alguna situación indebida, decimos que nos agarraron fuera de base.
Cuando tenemos que tomar una difícil decisión, nos encontramos en tres y dos.
Si una persona está errada en lo que dice o hace, esa persona batea de foul.
Si nos encontramos con una persona que lo único que hace es dormir, comer y más na, decimos que esa persona ni cacha ni picha ni batea la pelota.
Cuando nos dan una información que no esperábamos, quedamos fly o ponchaos.
Si una persona se pega la lotería, la sacó de jonrón.
Si una persona comienza a decir incoherencias o burradas, decimos que se le hinchó el bolazo.
Cuando un hombre, como cosa rara, pues, quiere tener más de una relación sentimental, decimos que juega doble play.

            Como podemos ver, la metáfora es cotidiana, el lenguaje es cotidiano y el beisbol también; entonces, el lenguaje deportivo es una fiesta social y forma parte de la idiosincrasia del venezolano.

laurajaramilloreal@yahoo.com




Año II / Nº XXXIII / 1° de diciembre del 2014