lunes, 29 de febrero de 2016

Cumple cumple happy happy [XCVII]

Luisa Teresa Arenas Salas


Parque del Este de Caracas, 23 de febrero del año 2013,
día en que fue concebido Ritos de Ilación

         El cumpleañero del mes. La pasión y el orgullo de Edgardo Malaver. La fiesta de la palabra. Nuestro benjamín en los proyectos de la Unidad de Extensión. Ritos de Ilación nació hace tres años “sin querer queriendo”, como dice el Chavo. La necesidad de compartir más allá de los muros universitarios y el cumpleaños de Leonardo Laverde nos reunió en el Parque del Este. ¡Ah! ¡Perdón! El parque Generalísimo Francisco de Miranda. En medio de cantos, velitas, soplidos, bromas, alharacas, por un error no cometido conversacionalmente, en un porsiacaso, Edgardo Malaver disparó una corrección imperecedera: “Ilación sin h”; y vino la tángana de qués, cómos, por qués: ¡Cómo que sin h! ¿No viene de hilo? Y, como dice Edgardo Malaver al contar la historia del nacimiento de Ritos de Ilación, palabras más, palabras menos: de ese intercambio, ese día, la semilla de este, su hijo predilecto, comenzó a gestarse.
         Hoy, ritos van y ritos vienen, creciendo la participación de autores y, ¡claro!, de lectores. Radio Bemba ayuda. Si hablando decimos: “Me encanta curucutear en Facebook”, Edgardo interviene: “Luisa, buena palabra para un rito”. Un día me escuchó exclamar: “¡Coñastre, en la galera el pavo!”; “¡Caramba! retrucó él—. Anota esa expresión para Ritos de Ilación”.
         Y así va Edgardo de encuentro en encuentro, de evento en evento, de presentación en presentación invitándonos a todos a escribir para Ritos. Por eso lo hago hoy, porque la ocasión la pintan calva, para felicitarlo por sus tres años de productividad como progenitor de la criatura, motivador, escritor casi en un 90 por ciento de temas para ritos, por su propio deseo de explicar asuntos que siempre lo han preocupado o porque no haya un lunes vacío de ritos, si ningún ritolector o ritoescritor ha salido a la palestra con su colaboración de la semana.
         ¡Sépanlo! Ha habido muy pocos lunes sin ritos desde el 25 de febrero de 2013; así la publicación se haga un martes o un miércoles, Ritos de Ilación sale a la luz semanalmente. El asueto agostino, decembrino, carnestolendo, sacro, no detiene la máquina de producir ritos. La ilación se mantiene y debe mantenerse, para lo que Edgardo Malaver aprovecha sus noches y madrugadas escriturales para producir y publicar este significativo y simpático semanario. La ilación en estas ocasiones de asueto es con la efemérides del momento: “El primero que cayó por inocente” [LXXXVIII], por el Día de los Inocentes; “La sílaba que se le perdió a la Navidad” [XXXVI], obviamente, festejo navideño; “Dioses y mamarrachos” [XCIV], carnaval; “¡Ay, qué noche tan preciosa!” [XCVI], esta efemérides eimista: el cumpleaños de Ritos de Ilación, por mencionar algunos.
         Así que, amigos lectores, riteros, ritenses, ritoproductores, ritomaníacos, ritoamantes, ritoseguidores (voces estas que no son, o no han sido, pero allí están, por un simple ejercicio de creación lingüística): ¡corran la voz!, para que Ritos de Ilación, el blog (ritosdeilacion.blogspot.com), sea cada día más visitado, más leído, más recomendado (ya ha sido citado en trabajos de investigación) y más gente como ustedes que me están leyendo se motiven, pluma en ristre (¿un lugar común?, así produzco yo, por placer) a escribir su rito para Ritos (¿un pleonasmo? intencional).
         Y, como Ritos estudia palabras, expresiones lingüísticas, unidades léxicas, designaciones, significaciones (¡Oh! ¡Lingüística!); explica sus orígenes, sus usos, su valor semántico-pragmático, concluyo, después de este discurso panegírico, con un breve glosario de algunas expresiones curiosas definidas por su sentido en el texto:

BENJAMÍN: hijo menor // Miembro más joven de un grupo. Y otras voces sinónimas: bordón, maraco, toñeco.
ALHARACA: extraordinaria demostración o expresión para manifestar la vehemencia de algún afecto, en este caso, la alegría del encuentro.
TÁNGANA: alboroto, escándalo, discusión sobre la escritura de ilación sin h.
BEMBA: boca de labios anchos y gruesos // En el texto, una metonimia cuyo sentido es la promoción de Ritos de Ilación de boca en boca.
LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA: un refrán que manifiesta que las oportunidades se deben de aprovechar cuando se presentan.
CURUCUTEAR: venezolanismo. Registrar, rebuscar algo generalmente dentro de algún mueble, revolviéndolo todo.
¡COÑASTRE EN LA GALERA EL PAVO!: un eufemismo usado por mi padre para evitar ese ¡coño! catártico, liberador, suscitado por una experiencia vital profunda.
EFEMÉRIDES: acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario de él: nacimiento de Ritos de Ilación.
LUGAR COMÚN: palabra, frase o idea considerada como un vicio del lenguaje por ser demasiado sabido o por su uso excesivo o gastado. La escritura a mano como vicio.
PLEONASMO: redundancia (premeditada y alevosa de la voz ritos) para enfatizar lo expresado.
DISCURSO PANEGÍRICO: mi elogio escrito a este proyecto de la Unidad de Extensión creado por Edgardo Malaver.
RITOLECTOR, RITOESCRITOR, RITEROS, RITENSES, RITOPRODUCTORES, RITOMANÍACOS, RITOAMANTES, RITOSEGUIDORES: neologismos que nos definen a quienes hoy, con mucho orgullo, felicitamos a Ritos de Ilación, sintiéndonos parte de él.

25 de febrero de 2016

 ue.eim.ucv@gmail.com



Año IV / Nº XCVII / 29 de febrero del 2016

jueves, 25 de febrero de 2016

Se acaba el cumpleaños

Es hora de cantar. Se van a ir los invitados sin comer torta, ya casi es medianoche. Quien esté cerca, que apague la luz y que alguien traiga los fósforos para encender la vela.
Mientras cantamos, Ritos desea agradecer a todos sus buenos deseos, sus contribuciones al crecimiento de la publicación y los augurios de larga vida.
El año que viene... El año que viene, si Dios quiere, será mejor.

Edgardo Malaver
(Ah, ¿yo?, ¿apago yo la vela?)

lunes, 22 de febrero de 2016

¡Ay, qué noche tan preciosa! [XCVI]

Edgardo Malaver Lárez



Marilyn Monroe le canta Happy birthday
a John Kennedy en 1962



         En la película Vivir (1952) de Akira Kurosawa, el protagonista, Watanabe, descubre que está a punto de morir y abandona a su familia, su trabajo, todo lo que ha sido significativo para él durante los 30 años anteriores para deambular, deprimido, por el mundo. En una de estas andanzas se tropieza con Toyo, una muchacha que trabaja con él y que es la personificación de la alegría. En cierta escena, en que Watanabe y la muchacha comen helados en un restaurant, detrás de ellos, un grupo de jóvenes tienen una torta en la mesa y cantan: “Happy birthday to you! Happy birthday to you!”.
         Varios amigos que vimos la película juntos en 1990 volteamos inmediatamente hacia Emiko Hasuike, la única japonesa que conocíamos en la universidad y que estaba con nosotros en el cine. Ella, que aunque no necesitaba leer los subtítulos estaba demasiado concentrada como para percatarse de nuestra sorpresa, nos dijo al salir de la sala que la celebración del cumpleaños, y con ella la torta y la cancioncilla, habían sido introducidas en Japón por los americanos que llegaron al final de la II Guerra Mundial.
         La canción de cumpleaños en inglés es francamente el summum de la simpleza, como lo es en francés, alemán, italiano, catalán, chino, árabe y casi todos los idiomas más conocidos: la escueta repetición del equivalente de la expresión cumpleaños feliz. En español resalta que el tercer verso no dice lo mismo que en los otros tres, aunque parece que en todas las lenguas en ese verso se agrega el nombre del cumpleañero. Sin embargo, la versión del cumpleaños en portugués merecería nuestros aplausos por su originalidad y variedad lexical, por su generosidad en deseos agradablemente expresados.
         La estrofilla que se canta en Venezuela, por el contrario, parece un poema de Gustavo Adolfo Bécquer. Acabo de enterarme de que la canción, escrita por el venezolano Luis Cruz (1930-2012) en 1953 —es decir, que, en 1962, Marilyn Monroe hubiera podido cantársela a John Kennedy— se hizo notoria poco después, cuando Emilio Arvelo (1935-), para llenar un vacío que tenía en un nuevo disco, grabó la versión que todos conocemos. También se la canta de mil maneras: despacio, rapidísimo (porque a muchos les molesta, pero nadie deja de hacerlo), a capella casi siempre, acompañado con cuatro muchas veces, repitiendo fastidiosamente versos que no se repiten, o, en tiempos recientes, alterando jocosamente la letra para reírse del homenajeado. Y todo esto pasa en todos los rincones de Venezuela, en las más humildes condiciones de vida, en los más lujosos salones de fiesta.
         En la noche del jueves 25 tendríamos que reunirnos los “más íntimos amigos” de Ritos de Ilación para cantarle, alrededor de una torta de tres velitas: “¡Ay, qué noche tan preciosa esta noche de tu día...”. Nos comeríamos la torta entre los 19 autores que hemos puesto nuestras palabras en estas páginas y tomaríamos fotos para que nuestros 292 seguidores sonrieran por nuestra alegría al vernos en Facebook.
         Como pasa en la película de Kurosawa, lo importante no es la dificultad de llevar adelante la vida, sino la alegría de vivir. Desde este rinconcito lleno de papeles, como la oficina de Watanabe, que al final se sobrepone al dolor para volver al trabajo y construir una obra para su pueblo, brindamos con tantos amigos por los años por venir. ¡Salud!

emalaver@gmail.com



Año III / Nº XCVI / 22 de febrero del 2016
EDICIÓN DEL TERCER ANIVERSARIO

lunes, 15 de febrero de 2016

De cómo las flores aprendieron a leer y escribir [XCV]

Edgardo Malaver Lárez


Ilustración de las primeras páginas del libro El lenguaje de las flores
y el de las frutas (Nueva York, 1857), de Florencio Jazmín


         ¿Usted ha recibido flores alguna vez? Seguramente venían con una tarjeta que tenía escrito algún mensaje. De ser así, recibió usted flores analfabetas. Las flores, desde la antigüedad, han sabido leer y escribir, o por lo menos han permitido leerse y escribirse a hombres y mujeres, por lo menos a los enamorados, por lo menos a los que compartían amores secretos.
         La mayoría de las fuentes afirman que el llamado lenguaje de las flores apareció en Constantinopla al principio del siglo XVII y que su época de mayor esplendor fue el romanticismo. Cualquiera diría que se trata de que cada flor evoca un sentimiento, una imagen o, entre los más osados, una propuesta. Una rosa roja simboliza una pasión encendida; una margarita, un pensamiento; un clavel, la amistad. Son como lugares comunes que aparecen en mil películas; los personajes de García Márquez, sin confesarlo, son especialistas en estos mensajes. Sin embargo, el lenguaje de las flores pertenece a un campo que se extiende al significado de plantas y frutas, e incluso de piedras y colores. E incluso va más allá: tiene todo un conjunto de reglas que, con toda propiedad, pueden llamarse sintaxis.
         En 1857, se publicó en Nueva York un libro titulado El lenguaje de las flores y el de las frutas con algunos emblemas de las piedras y los colores, firmado por un Florencio Jazmín (probablemente el seudónimo de un grupo de autores). Existe una edición barcelonesa de 1864 ¡y una caraqueña de 1879! La sintaxis floral, según Jazmín, se divide en cuatro categorías gramaticales: sustantivo, adjetivo, pronombre y verbo, y éste en presente, pasado, futuro, infinitivo, imperativo y condicional.
         El sustantivo “convendrá expresarlo siempre por medio de una flor con su rama y sus hojas, es decir, en el estado en que la naturaleza presenta con más frecuencia el ejemplo: una rosa amarilla guarnecida de hojas quiere decir infidelidad” (p. 93). Para expresar un adjetivo, “se emplearán las flores en su estado natural, esto es, con sus hojas, pero cuidando duplicarlas: dos rosas amarillas con sus hojas quieren decir infiel” (p. 93). El pronombre se expresa en el libro de Jazmín, así: yo me: una hoja sola; tú me: dos; él le: tres; nosotros nos: cuatro; ellos les: cinco. Es frecuente que se supriman los pronombres de segunda persona en singular porque está implícito que los mensajes siempre van dirigidos de un yo a un tú. El verbo “se expresará en todas sus modificaciones por la flor con su pedúnculo desprovisto de hojas, es decir, sola y desnuda” (p. 93). El presente se construye con una flor abierta; el pasado, mediante la flor con semilla; el futuro, por la flor y su botón; el infinitivo, con dos flores semejantes sin hojas; el imperativo, con tres flores en el mismo estado, y el condicional, finalmente, mediante la flor acompañada de un ramo de la planta sin florecer.
         Jazmín pone varios ejemplos, el más sencillo de los cuales es “¿Me amarás constantemente?”, y explica que el verbo se representará por medio de “una hoja de mirto con un botón y una flor de la misma planta” (p. 97), mientras que el adverbio será una rama de manzanilla. Agrega que todo esto irá atado por una cinta verde para indicar el verdadero sentido de la interrogación, que es la esperanza.
         Veamos cómo se construiría la frase “Tu amistad hace mi dicha y tus virtudes son el lazo que me une a ti para toda la vida”, la más compleja que pone el libro. Es evidente en primer lugar que en realidad hay aquí dos oraciones, unidas por la conjunción y. La primera se podría “armar” juntando dos hojas y una rama de hiedra, una hoja y una rama de artemisa. La segunda estaría compuesta por dos hojas y una rama de hierbabuena, una rama de madreselva y una rama de alfalfa Una cinta blanca, signo de pureza, sujetará el primer conjunto de flores y luego abarcará los dos ramos mediante un nudo para completar la oración.
         Hay indicios de que en la Edad Media ya existía esta forma de comunicación. Sería harto atractivo, hoy, lo que podría descubrirse detrás de textos construidos totalmente con estas reglas. Los analistas del discurso encontrarían todo un universo nuevo en que regodearse y descubrir relaciones de poder e intenciones ocultas entre el clavel y la rosa, que, dentro de un contexto bien concreto, han aprendido a leer y escribir.


emalaver@gmail.com




Año III / Nº XCV / 15 de febrero del 2016

lunes, 8 de febrero de 2016

Dioses y mamarrachos [XCIV]

Edgardo Malaver


La asamblea de los dioses alrededor del trono 
de Zeus (1532), de Giulio Romano



         Hay muchas formas de vivir el Carnaval. La más sencilla puede ser mirar los toros desde la baranda. Usted se para en la acera frente a su casa y se llena los ojos de colores y movimiento. Otra es disfrazarse de algo y unirse a un desfile. Otra, más costosa, sería viajar a un país en que el Carnaval sea el centro de la vida de la gente y trabajar todo el año para ganar algún premio por su traje, su forma de bailar o el tamaño de su carroza.
         La mía es más bien aburrida. Abro el Sol de Margarita y me encuentro el título “Eligen a la soberana de los mamarrachos”. Es fácil imaginarse que éstos llevarán disfraces disparatados, extravagantes o incluso feos y mal hechos. ¿Cómo habrá llegado esta palabra al Carnaval? ¿O será naturalmente carnavalesca y luego saltó al habla coloquial? Pues resulta que sí. Un mamarracho es una persona cuyo comportamiento hace reír a los demás, y se comporta así intencionalmente. Según la Academia Española, un mamarracho es un bufón. La palabra proviene del árabe.
         Me tropiezo a dos parientes que se preparan para los desfiles del Carnaval, y me recuerdan la mojiganga que hace unos años se organizaba en Juan Griego. Qué palabra. ¿Mojiganga no era un bromear constante de los niños que los adultos consideraban fastidioso? Pues sí, pero en segunda acepción. El diccionario, en primera, dice: “Obra teatral muy breve, de carácter cómico, en la que participan figuras ridículas y extravagantes, y que antiguamente se representaban en los entreactos o al finalizar el tercer acto de las comedias”. La tercera acepción dice: “Fiesta popular en la que se utilizan disfraces estrafalarios, especialmente de diablos y animales”. Eso es un carnaval.
         Durante el Carnaval del Renacimiento, especialmente en las noches, como todo valía, los excesos de la carne no se limitaban a la ingesta, y por eso, según la tradición, debían usarse máscaras: pasados esos tres días, la vida seguía y no era cuestión de avergonzarse. La idea de aliarse para salir en comparsas (otra palabra bien particular) debe haber nacido de la necesidad de apoyarse entre parientes, entre amigos, entre colegas.
         Sin embargo, la que se lleva el premio a la palabra más enrevesada en el vocabulario del Carnaval es carnestolendas. Casi nadie la usa, pero todo el mundo la entiende cuando la oyen la televisión o la radio. Las fiestas carnestolendas son los tres días anteriores a la Cuaresma. Es un pluralia tantum que se forma a partir de caro, es decir, ‘carne’, y de tollendus, del verbo tollere, equivalente a ‘suprimir’. El Carnaval, en los primeros tiempos del cristianismo, tenía el fin de “eliminar toda la carne” existente en el entorno, y para ello se permitía el desenfreno alimenticio, pues el Miércoles de Ceniza debía comenzar el ayuno y la abstinencia que preparaba para la Semana Santa.
         Y esta práctica de concentrar en tres días del año el fandango y el bullicio, el exceso y la desinhibición, cubriéndose los rostros para desentenderse de las consecuencias, no podía carecer de un conductor. Y así, quién sabe si el pueblo, quién sabe si los poetas escogieron a un personaje mitológico de la Grecia antigua para que desempeñara esta función: Momo, el dios de la burla, de la ironía, de la crítica ridiculizante. Hijo de Nicte (la Noche) sin intervención masculina, Momo se ganó la enemistad de muchos de los dioses del Olimpo a causa de sus ingeniosas críticas y crueles burlas. Un día fue expulsado del panteón por esa razón y había estado desempleado desde entonces hasta que se le encargó ir al frente del jolgorio del Carnaval.
         No deja de ser una forma de vivir el Carnaval, aunque sea sólo como metáfora del imperio de la morisqueta.


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Año III / Nº XCIV / 8 de febrero del 2016

lunes, 1 de febrero de 2016

Baño de María [XCIII]

Edgardo Malaver


María la Judía (o la Hebrea) en un grabado de Michael Maier (1617)


         Uno oye, a los siete u ocho años, a su abuela darle una receta de cocina a alguna vecina y decirle: “Lo pones en baño de María y después lo cuelas”, e inmediatamente se pregunta quién será esa María. Más tarde, como la expresión se le instala en la frente, por el lado de adentro, con una campana que tañe tres veces diarias, uno se imagina que esa María bien puede ser la madre de Cristo. Y por largo tiempo esa hipótesis aminora el tintín de la campanita. Y luego va uno al catecismo y oye tantas cosas bellas sobre la Virgen María, que se dice, sin preguntarle a nadie, que no hace falta pensar más: esa María que se baña es la Virgen, ¿quién más puede ser? La campanita casi se queda en silencio. Casi adulto ya, enamorado ciego y extraviado para siempre en la fascinación de los libros, tropieza uno en el Antiguo Testamento con las detalladas reglas que debían seguir las mujeres para asearse, y descubre así que la campana, sin llamar la atención de nadie, había estado tañendo más fuerte. Algún baño habrá tomado la pobre María que se hizo famoso. ¿Habrá sido el bautismo?
         Qué lástima que no lo pregunte uno todo. Sin embargo, de haber preguntado y haber entendido antes, le habría parecido a uno menos placentero el placer de encontrar la respuesta, por infinito azar, en una revista de ciencia e historia que hace dos meses le aterriza a uno en las manos.
         El balneum Mariae es, como bien lo sabe todo el que ha oído a su abuela comentar una receta de cocina con una vecina, un procedimiento de calentamiento prolongado en que un recipiente es hundido en el líquido contenido en otro recipiente más grande. No fue el único procedimiento, artefacto o composición química ideada por María la Judía, de quien obviamente recibe su nombre. Todo el mundo ahora lo utiliza en la cocina, pero María la Judía, que puede haber nacido en el siglo I (o en el II) en Alejandría, Egipto, lo utilizaba en su laboratorio de alquimia para sublimar compuestos químicos. Casi todo es confuso en las notas biográficas que se encuentran sobre la sabia María, pero la existencia de los complicadísimos inventos que se le atribuyen, que coinciden con los descritos en los textos que firmó como autora, además de la seriedad de los autores posteriores que la citan y la alaban por su trabajo, contribuyen a que uno se convenza de que fue una persona real.
         Entonces se dice uno que va a imperar, por fin, el silencio, pero... mentira, es apenas una la campana que se detiene. En su lugar resuenan ahora mil campanarios... pero no puede uno evitarlo: le agrada el sonido de las campanas.

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Año III / N° XCIII / 1° de febrero del 2016