lunes, 29 de junio de 2015

El fútbol como metáfora de la guerra (y III) [LXIII]

Laura Jaramillo

El fútbol es un poema
 y los jugadores son los poetas.

Lázaro ‘Papaíto’ Candal


         Las crónicas de fútbol no solo están inundadas de expresiones bélicas, podemos ver también que hay una inclusión de términos provenientes de variados campos semánticos:

·           Física: ‘Viernes de alta tensión’, Meridiano, julio 4 del 2014, en relación al encuentro Brasil y Colombia;
·           Literatura: ‘El capitán en su laberinto’, Meridiano, octubre 21 del 2009, titular relacionado al jugador Juan Arango;
·           Teatro: ‘Costa Rica escribió una tragedia griega’, Meridiano, junio 30 del 2014, en referencia al juego entre Costa Rica y Grecia;
·           Hipismo: ‘Con todos los caballos’, Líder, marzo 4 del 2015, titular que alude a los jugadores de la Vinotinto.

         Mucho se critica por el uso quizás inadecuado del lenguaje deportivo, pero el uso de metáforas enriquece la lengua, de allí que podamos observar que el uso del lenguaje literario sea común en el mundo del discurso periodístico. Como dijera en alguna oportunidad el profesor Alexis Márquez: las figuras retóricas no son de uso exclusivo de la literatura.
         El fútbol necesita ser contado con ingenio, con expresividad, con color, y la mejor manera de hacerlo es a través de la invención de frases como los titulares: ‘¡Messías!’ (Meridiano, junio 22 del 2014, en referencia al jugador Lionel Messi); ‘Mordisco al título’ (Meridiano, marzo 23 del 2015, referente al jugador Luis Suárez que tiene fama de morder a otros jugadores durante los partidos).
         Además, “nuestro lenguaje está conformado por metáforas, no importa a cuál campo semántico pertenezcan, ni el discurso en el cual se presenten, lo que verdaderamente importa es que la metáfora es un instrumento imprescindible para una comunicación exitosa[1].
         No en vano el periodista Lázaro ‘Papaíto’ Candal realiza esa magnífica afirmación, pues gracias a los futbolistas, el fútbol se convierte en un poema, y, por supuesto, eso debe quedar absolutamente plasmado en las crónicas, tal como lo expresa Galeano:

En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos[2].


laurajaramilloreal@yahoo.com




[1] Jaramillo, L. (2013). El fútbol como metáfora de la guerra. Estudio cognoscitivo de la metáfora bélica presente en las reseñas de fútbol de los diarios deportivos venezolanos Líder y Meridiano. Trabajo de grado no publicadoUniversidad Central de Venezuela, Caracas.
[2] Galeano, E. (2002). El fútbol a sol y sombra y otros escritos. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.



Año III / Nº LXIII / 29 de junio del 2015

lunes, 22 de junio de 2015

El fútbol como metáfora de la guerra (II) [LXII]

Laura Jaramillo


         Según el lingüista George Lakoff y el filósofo Mark Johnson[1], el fútbol tiene una estructuración que asemeja a la de la guerra. En el campo deben existir dos bandos, una ofensiva y una defensiva; el ataque y el contraataque; la victoria o la derrota.
         En consecuencia, podemos ver cómo de alguna manera se fusionan ambos lenguajes, dando como resultado las siguientes analogías:

  • ariete: además de ser una máquina militar para derribar murallas, con esta palabra se designa al jugador delantero centro o goleador de un equipo.
  • bombardear: en su significado base, es la acción de lanzar o disparar bombas o proyectiles explosivos. En un contexto metafórico, se refiere a la acción de atacar el arco del equipo contrario, es decir, chutar constantemente contra la portería rival.
  • contraataque: se refiere a la reacción ofensiva contra un enemigo o rival para responder a sus ataques. En el lenguaje del fútbol, es el momento en que un equipo recupera el balón, luego de un ataque contrario, e intenta llegar a la portería rival, solo o con sus compañeros, lo más rápido posible para que el equipo adverso no se organice y anote un gol[2].

         La metáfora bélica engalana las crónicas de fútbol, adereza el relato, así como lo mencioné en un artículo pasado, al referirme a palabras de Jesús Cova, cuando afirma que el lenguaje bélico es ‘la salsa que se le pone al plato sobre la mesa’.
         En el campo de fútbol se gana la gloria o el destierro, y eso debe reflejarse en el lenguaje, porque el lector quiere revivir ese momento, sin importar si fue emocionantemente victorioso o trágicamente derrotista. “El deporte se convierte en la representación de la guerra, es una guerra incruenta que despierta, de alguna manera, nacionalismo y fervor popular” (Franco Arturi, subdirector de La Gazzetta dello Sport).

laurajaramilloreal@yahoo.com




Año III / Nº LXII / 22 de junio del 2015



[1] Lakoff, G. y Johnson, M. (2009). Metáforas de la vida cotidiana. (8va. ed.) Trad. C. González. Madrid: Ediciones Cátedra.
[2] Jaramillo, L. (2013). El fútbol como metáfora de la guerra. Estudio cognoscitivo de la metáfora bélica presente en las reseñas de fútbol de los diarios deportivos venezolanos Líder y Meridiano. Trabajo de grado no publicado, Universidad Central de Venezuela, Caracas.

lunes, 15 de junio de 2015

El fútbol como metáfora de la guerra (I) [LXI]

Laura Jaramillo

Si quieres la paz, prepárate para la guerra[1]
En ocasión de la Copa América, Chile 2015

         Esa expresión, considerada una máxima militar, es frecuente dentro de contextos políticos o religiosos, y nos remite a un significado connotativo de desafío o reto por parte de quien la exprese. Sin embargo, y en un ámbito absolutamente contrario a los mencionados, podemos observar que en el deporte es bastante frecuente el uso del lenguaje belicista como herramienta para narrar sus variados acontecimientos.
         Esta particularidad en el discurso deportivo se puede verificar en las crónicas de beisbol, boxeo, hipismo, pero muy especialmente en las crónicas de fútbol, que reflejan una extraordinaria comunión entre el redactor y el lector, es decir, el primero sabe para quién escribe y el segundo sabe qué va a leer, lo cual da como resultado un fantástico entramado metafórico.
         Las metáforas bélicas son para el periodista el elemento clave en estas crónicas futbolísticas, porque son el vehículo perfecto para transportar al lector a ese momento tan emocionante que vivió y que quiere recordar. Esas metáforas, además de mover todo un sentimiento, de alegría o de tristeza, activan un mecanismo cognitivo, tanto en el que escribe como en el que lee.
         En este proceso de cognición se apela constantemente al bagaje cultural, que vive en un lugar llamado memoria a largo plazo. Esta magnífica memoria es la que permite recordar todo tipo de información, en especial la deportiva y, por ende, la militar. Es esa memoria la que facilita esa fantástica comunión entre redactor y lector, porque ambos manejan la misma información, el mismo fanatismo, el mismo sentimiento.
         Si retrocedemos un poco la película, podremos ver que el fútbol tiene más de 100 años de existencia; sin embargo, su modo de jugarlo está plasmado en un manual de ejercicios militares, que data de los siglos II y III antes de Cristo, durante la dinastía china de Han:

Se lo conocía como “Ts’uh Kúh”, y consistía en una bola de cuero rellena con plumas y pelos, que tenía que ser lanzada con el pie a una pequeña red. Ésta estaba colocada entre largas varas de bambú, separadas por una apertura de 30 a 40 centímetros. Otra modalidad, descrita en el mismo manual, consistía en que los jugadores, en su camino a la meta, debían sortear los ataques de un rival, pudiendo jugar la bola con pies, pecho, espalda y hombros, pero no con la mano[2].

         La anterior información, aunque no totalmente fiel, es una muestra de cómo el fútbol, desde que es fútbol, siempre ha tenido relación con lo bélico, con lo cual puede inferirse que la guerra forma parte casi esencial del fútbol, en pocas palabras, pues, el fútbol es la metáfora de la guerra.

laurajaramilloreal@yahoo.com




[1] Flavio Vegecio Renato (2006). Compendio de técnica militar. Madrid: Editorial Cátedra.
[2] Datos tomados de la página web de la FIFA.




Año III / Nº LXI / 15 de junio del 2015

lunes, 8 de junio de 2015

La rebelión de las cosas o Usted es la culpable [LX]

Leonardo Laverde B.


         —En la oración A Juan se le cayó el lápiz, ¿cuál es el sujeto?
         —Juan, claro.
         —No.
         —¿Cómo que no?
         —Pues no.
         —¿Entonces quién va a ser? ¿El lápiz?
         Según diversas investigaciones, el sujeto prototípico del español corresponde, desde el punto de vista semántico-pragmático (mas no gramatical), a una entidad humana y específica (Sedano, 2011: 364). Probablemente esta sea la razón por la que muchas personas, que normalmente identifican al sujeto con facilidad, se confunden cuando este no corresponde a una persona. La situación se agrava cuando hay un ser humano en otra parte de la oración.
         El rasgo que distingue inequívocamente el sujeto de otras funciones sintácticas (salvo el atributo y el complemento predicativo) es la concordancia con el verbo. En la oración anterior, si sustituimos Juan por ellos el verbo permanece invariable. Por el contrario, si cambiamos lápiz por lápices, nos vemos obligados a decir cayeron. Por lo tanto, el lápiz es el sujeto.
         Algo parecido sucede con el verbo gustar. En oraciones como A mí me gusta el chocolate, existe la tendencia a señalar como sujeto a mí. Sin embargo, hay tres razones por las que esto no es posible.
         En primer lugar, no es un pronombre de función sujeto; el correspondiente a la primera persona del singular sería yo.
         En segundo lugar, si cambiamos el a plural (nosotros) el verbo no cambia, así que debemos buscar el sujeto en otra parte.
         Por último, en el verbo español gustar (a diferencia de su equivalente like, en inglés), el sujeto gramatical es quien causa agrado, no quien lo siente. En nuestra oración, el insolente chocolate se arroga la función de sujeto gramatical, mientras que el orgulloso ser humano debe contentarse con ser objeto indirecto.
         ¿Por qué nos confunde tanto el verbo gustar? Tal vez porque acostumbramos pensar en los verbos como acciones intencionadas ejecutadas por alguien. Sin embargo, cuando a mí me gusta alguien (por ejemplo, la mujer que miro mientras estoy escribiendo esto), sucede algo dentro de mí, pero en realidad esa persona no está haciendo nada, solo se limita a existir (¡gracias por eso!).
         —Me gustas —le digo.
         —¿Por qué te gusto?
         —¡Dímelo tú! ¡Eres la que me gustas!

llaverde2@gmail.com


Referencias

Sedano, M. (2011). Manual de gramática del español con especial referencia al español de Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela.




Año III / Nº LX / 12 de junio del 2015

lunes, 1 de junio de 2015

La cucha que no es cuchara [LIX]

Laura Jaramillo


         Además de escribir gamelote, de vez en cuando me gusta hacer dulces (tortas, galletas y afines), y muchas veces cuando estoy escribiendo los ingredientes de las recetas, acostumbro abreviar las palabras para poder anotar rápido, porque los ‘chefes’ creen que uno puede mascar chicle y caminar al mismo tiempo, o escribo o veo cómo es que se hace el dulce. En fin, una de esas abreviaturas es la de cucharada, por ejemplo, una cucha de azúcar o una cucha de manteca de quilla, entre otras.
         En ese ínterin, de receta en receta, descubrí, como cosa rara, que en Colombia utilizan mi recurrente abreviatura ‘recetera’, para nominar a todo ser pasado de años. A los abuelos, a los padres y a todo desconocido que tenga pinta de estar pisando el piso 5 o piso 6, y sus sucesivos[1], le dicen cucho (a).
         Curiosamente, la palabra vieja la utilizan los colombianos, la mayoría de las veces, solo para referirse a la mujer femenina, pero de forma despectiva, en especial, cuando la vieja fastidia mucho. Aunque cucha puede llegar a ser despectivo también, solo que eso depende del contexto situacional, o sea, de la señora aquella llamada pragmática.
         Otra curiosidad de cucha es que tanto el masculino como el femenino, modificaron su significado base. En ambos géneros, nuestro significado lo da el DRAE en su cuarta acepción y la define como vejestorio.
         Se deben acordar de mi famosa vecina, que le encanta Colombia tanto como a mí; ella cuando va a mi casa, le dice a mi mamá cucha y a mí cuchita, y nosotras le decimos a ella cuchona, no es que tenga una pila de años encima, pero es una barquisimetana muy vivida. Então, como dicen los lusos, nosotras somos el trío de las cuchas recocheras, y de vez en cuando matamos tigres dando serenatas.
         Ahora, cuando voy a comer, siempre le digo a mi mamá: Cucha, pásame la cucha ahí.

laurajaramilloreal@yahoo.com




Año III / Nº LIX / 1° de junio del 2015





[1] No sé si esta acotación esté de más, pero para los que posiblemente no sepan, los que están en el piso 5 son los cincuentones, y así sucesivamente. Yo todavía estoy en el sótano.