lunes, 28 de agosto de 2017

Viaje a la RAE (II) [CLXVII]

Luis Roberts



Lo que queda de la ciclópea sede del Partido Comunista
Búlgaro en la era postsoviética



         Iniciamos esta segunda etapa del viaje a la RAE, tocando un tema que debe estar de capa caída en estos atormentados momentos: la libido. Libido es deseo sexual y es llana, y lívido es amoratado, muy pálido y esdrújula; aunque uno puede acabar lívido de tanta libido.
         En un listado de cuarenta fobias o aversiones, parca cifra, elijo unas pocas realmente curiosas: la afenfosfobia, aversión a ser tocado; la aliguinefobia, aversión a las mujeres guapas; la belenofobia, aversión a las agujas, especialmente las de inyectar; la cacofobia, aversión a la fealdad; la cainofobia, aversión a la novedad; la chamainofobia, aversión al Halloween; la courofobia, aversión a los payasos; y, por último, dos lamentablemente muy usuales entre nosotros: la fronemofobia, aversión a pensar, y la ergasiofobia, aversión al trabajo.
         Una expresión aceptada por la RAE y de gran actualidad es a la búlgara para aludir decisiones tomadas por disciplinada unanimidad, a veces con más votos que votantes, como solía suceder en las reuniones del Partido Comunista Búlgaro.
         Es conveniente de vez en cuando repasar la lista de palabras con alternancias acentuales, las que admiten dos acentuaciones prosódicas, como afrodisiaco, alveolo, amoniaco o cardiaco, sobre todo los que nos dedicamos a la corrección, que, por cierto, es una de las palabras que presenta dos de las posibles duplicaciones de letras en español.
         Los medios se arman un lío tremendo con ciertos gentilicios. El árabe es una raza y una lengua; el islamista, musulmán y mahometano, profesa una religión. Un bosnio no es árabe, no habla árabe y generalmente es musulmán. El judío, hebreo o israelita es un pueblo en el sentido histórico y religioso. Hoy el hebreo es un idioma, el judío una religión y el israelí una ciudadanía y unas instituciones del estado de Israel. Así mismo, el finés es un idioma y el finlandés el gentilicio de Finlandia.
         Un bloguero bloguea, chatea, guglea, tuitea y retuitea en Twitter, evita a los piratas informáticos, crea boletines digitales, usa su tableta, marca tendencias o temas del momento, y todo esto en la red, usando su internet: esa es la maravilla de Internet. Y todos estos términos están aceptados con esta grafía para evitar los anglicismos.
         ¿Saben la regla del nueve para evitar el queísmo?  Convertir el enunciado en interrogativo: ¿de qué me alegro? (me alegro DE que...); ¿en qué confío? (confío EN que...); ¿de qué está seguro? (está seguro DE que...). Si la interrogativa lleva preposición, la enunciativa también. Y lo mismo para evitar el dequeísmo.
         ¿Lo implícito y lo tácito es lo mismo? Para muchos sí, para la RAE, no: lo implícito es lo no explicado y lo tácito lo no dicho.
         Si queremos jugar al calambur, o simplemente poner en aprietos a más de uno, no hay más que enredarles, aunque generalmente se enredan solos —pronunciando o escribiendo— con los famosos parónimos, las palabras que se diferencian en una letra, que quieren decir cosas distintas, a veces opuestas, y que muchos confunden para hilaridad de unos y sorpresa de otros. Veamos solo algunos: esotérico y exotérico; espiar y expiar; espirar y expirar; estirpe y extirpe; laso y laxo; seso y sexo; aprehender y aprender; adición y adicción; accesible y asequible; adoptar y adaptar; alimenticio y alimentario; amoral e inmoral; apertura y abertura; apóstrofo y apóstrofe; aptitud y actitud. Y hablando de lo alimentario: comible  y comestible no son lo mismo, como no es lo mismo querer que poder. Y eso puede pasar tanto con una seta como con una persona.
         Y ya para terminar esta segunda etapa, señalar que la palabra electroencefalografista: “persona especializada en electroencefalografía”, es, con 23 letras, la palabra más larga que aparece en el DRAE.

luisroberts@gmail.com




Año V / N° CLXVII / 28 de agosto del 2017


Otros artículos de Luis Roberts:

lunes, 21 de agosto de 2017

Viaje a la RAE (I) [CLXVI]

Luis Roberts



Actinidia deliciosa, nombre científico de una...
¿marca comercial?



         Esta semana emprendí un viaje a la RAE; sí, a la Real Academia Española —único viaje que me permite la acongojante situación— para combatir la canícula, la lluvia y el semiocio, de la mano de dos utilísimos libritos —por su tamaño— de FUNDEU y con el rimbombante título de Compendio ilustrado y azaroso de todo lo que siempre quiso saber sobre la lengua castellana, el Primero y el Segundo, que compré hace meses, tal vez atraído por el título que me recordaba una divertida película de Woody Allen, y que, leídos, los sumo a mis libros de consulta. Como este viaje no es largo no es de la Alcarria, ni el Camino de Santiago, pero sí lleno de anécdotas, lo haremos en varias etapas y esta es la primera. Se trata de normas del castellano, conocidas las más, pero sorprendentes otras que nos ayudan a agachar la cabeza humildemente entonando algún que otro mea culpa; curiosidades, cambios, desusos y obsolescencias, etc. Empecemos pues el viaje.
         Hablando de desusos, recordemos la lista de las preposiciones e inmediatamente borremos dos: so, convertida en adverbio, y cabe, desaparecida en inacción. Pero tendremos que añadir tres pseudopreposiciones: mediante, durante y vía. Entre un listado de 55 solecismos por el mal uso de la preposición, señalaré los que más me suenan, en la calle, en la casa, o en los medios: a excepción de, a grosso modo, a la mayor brevedad, a reacción, a resultas, bajo el supuesto, con motivo a, da la casualidad que, de acuerdo a, de motu propio, en base a, en el corto plazo, tan es así. Los latinismos adaptados al español llevan su tilde: réquiem; pero no así las locuciones latinas: sui generis. Lapso y lapsus son cosas distintas, y siendo el lapso un intervalo de tiempo, se comete, no un lapsus sino una grave redundancia diciendo “lapso de tiempo”. Calcando del inglés (perdón por el gerundio), dicen hallar culpable, en vez del correcto declarar culpable; y presunto en lugar de supuesto; presunto se utiliza para designar a quien se considera posible autor de un delito cuando se han abierto diligencias procesales pero aún no hay fallo de la sentencia, antes de eso es solo supuesto. Por culpa del cine y la TV —perdón, por las malas traducciones—confundimos evidencia con prueba y crimen con delito y decimos querella criminal, redundancia al canto, pues toda querella es penal. Que módem es un acrónimo inglés y menstrual es la palabra más larga con dos sílabas son dos curiosidades refrescantes, pero que kiwi, como aspirina o clínex, sea una marca convertida en nombre, casi se me atraganta.
         Y ya que salieron a relucir las redundancias, algunos ejemplos paradigmáticos: accidente fortuito (¿existen accidentes no casuales?); en vigor actualmente (si no, ya no está en vigor); apología a favor (la apología es una alabanza, no puede ser en contra); divisas extranjeras, nexo de unión, cita previa, prever con antelación y tantas otras. Sin olvidar la ya famosa “extranjeros de otros países”.
         ¿Actualmente, he dicho? Pues con los falsos amigos hemos topado, esos que son falsos porque nos mienten, porque dicen ser españoles y son ingleses o franceses, los actual, adoptar, asumir, billones, bizarro, eventualmente, obsceno, sensitivo, etc. Los que en nuestro idioma quieren decir otra cosa y los usamos mal por culpa de esos falsos amigos.
         La enantiosemia, también llamada antonimia o antífrasis: palabras que tienen un sentido opuesto al otro, nos deja perlas como: perla, sancionar, en absoluto, gracioso, o el “quijotesco” huésped. Y hablando del castellano del Quijote, “parlar” en español es hablar mucho y sin sustancia, por lo que uno prefiere ser “hispanohablante” al afrancesado “hispanoparlante”. Por cierto, la palabra en español que tiene todas las tildes es “pedigüeñería” y es más valleinclanesca que “mendicidad”. Sendos no es equivalente a ambos y su uso como “enorme” no es propio de la lengua culta, por lo que sendos senos, se referiría únicamente a los senos de todas las personas mencionadas.
         En una granada y hasta divertida lista de arcaísmos, me quedo con dos con los que dirigirme a ciertos personajes sin el riego inmediato de la tortura: albuznaque (bruto, bestia) que ornea (rebuzna).
         Todos los días oímos, vemos y padecemos lo que se califica como catástrofe humanitaria, pero si supiéramos que humanitaria es sinónimo de “bondadoso y caritativo”, hablaríamos más bien de catástrofe humana. Y hablando de oír, oía es la única palabra no monosilábica que tiene tantas letras como sílabas.
         Este viaje, obviamente, no es por avión; si lo fuera, el comandante nos daría la altitud a la que volamos cuando lo hacemos sobre el mar y la altura cuando lo hacemos sobre la tierra. Pero, en cualquier caso, culminamos esta primera etapa para dar descanso, más a los lectores que a nuestro aún no fatigado cuerpo.

luisroberts@gmail.com




Año V / N° CLXVI / 21 de agosto del 2017


Otros artículos de Luis Roberts:


lunes, 14 de agosto de 2017

Que me coma el tigre [CLXV]

Edgardo Malaver


Antonio Arraiz (1903-62) llevó la tradición oral 
de Tío Tigre y Tío Conejo a la literatura escrita



         El cantante popular colombiano Nelson Díaz Sánchez murió en septiembre del 2010 a los 86 años. En 1968 había grabado una canción que le dio visibilidad duradera y un lugar en el repertorio musical de su país. De este lado de la frontera, los versos y sonidos de Díaz Sánchez desbordaron la música y se instalaron también en el habla popular.
         Cada Carnaval por lo menos, se oye en Venezuela alguna vez aquella famosa canción, en la cual un personaje es perseguido por una animal feroz que quiere comer su “carne morena”. Intentando evitarlo, se sube a un árbol, se sube a una loma, se tira en el río y finalmente se mete en una casa, “pa que no lo vea”. A todos estos lugares lo sigue la fiera, y él termina diciendo: “La cosa está fea”. El coro después repite y repite: “Tú lo que quieres es que me coma el tigre, / que me coma el tigre, / que me coma el tigre”.
         Naturalmente, cuando en Venezuela uno siente que alguien le impone condiciones particularmente difíciles, que no le deja escapatoria, que, por más que la busque, no hay válvula que alivie la tensión de una situación, termina diciendo: “Tú lo que quieres es que me coma el tigre”. Estas situaciones pueden salir de la esfera personal y abarcar la social, política, religiosa, artística, etc., porque donde haya seres humanos habrá siempre unos pocos que querrán imponer a los más su voluntad y sus reglas. Unos seres humanos lucen más feroces que otros. El mundo ha sido siempre así, el problema aparece cuando el que se cree con derecho a dictar las pautas elimina también las válvulas.
         La figura intimidante del tigre, bañado por la naturaleza de colores impresionantes, protagoniza otras expresiones que involucran siempre el poder, el conflicto, la pelea. “Tigre no come tigre”, diría cualquiera que desea indicar que, por más fuerte o furioso que se muestre un enemigo, no la va a tener fácil si desea enfrentarlo. Si algún interlocutor está de acuerdo, dirá: “Y si lo come, lo vomita”.
         También puede representar la deshonestidad y la fragilidad ética. En una conversación referida a la frecuencia de conductas no muy decentes, uno dice: “¿Qué es una raya más pa un tigre?”. La tradición oral, por otro lado, nos ofrece el símbolo del tigre como encarnación de la fuerza bruta opuesta a la inteligencia y la picardía. El ejemplo inmejorable son los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo.
         Hay quienes matan a un tigre y luego le tienen miedo al cuero. Así, en realidad, no se logra gran cosa. Los sagaces suelen arrebatar nuevos territorios a los cobardes. La evidencia puede ser que a veces hay tríos de tigres que van por la vida sintiendo una honda tristeza. La esperanza para el futuro, siempre, es que las nuevas generaciones suelen heredar los rasgos de sus padres y abuelos. Indiscutiblemente, hijo de tigre nace pintao.

emalaver@gmail.com





Año V / N° CLXV / 14 de agosto del 2017


Otros artículos de Edgardo Malaver:
Números impresionantes (I) [LXXIX], 19 oct. 2015
Pekín y Bombay [LXXVIII], 12 oct. 2015
Ilación [I], 25 feb. 2013


lunes, 7 de agosto de 2017

Reporteros [CLXIV]

Luis Roberts


Los Tontons Macoutes, los paramilitares de los Duvalier, 
aterrorizaron Haití a partir de 1958



         Hace unos días un amigo tuiteó, o retuiteó, no recuerdo, un tuit a la vez divertido y revelador, que decía: “Twitter es un sitio donde alguien dice que es un asesino ‘multiple’ e inmediatamente alguien le contesta que múltiple lleva tilde”. Con esta introducción quiero decir que las líneas que siguen no son una frivolización académica del sangriento y doloroso parto histórico que vive Venezuela, nada más lejos de mi intención, la de alguien que vive con tembloroso temor, pero con emocionada esperanza, el brusco golpe de timón que un pueblo está dando a la Historia. Pero trabajador de la lengua al fin, y enamorado de su herramienta, no puedo por menos que aprovechar para, con una sonrisa, hacer ciertas observaciones, utilizando estos hechos más como excusa que otra cosa.
         Como tantos otros, supongo, sigo la situación de la calle a través de Internet con la información que los medios alternativos nos ofrecen. Jóvenes y valientes reporteros y reporteras, jugándose hasta la vida en muchos casos, entre gases, tiros, carreras, etc., nos informan puntualmente de las tropelías y saña de unos personajes a los que no les falta más que la cruz gamada en su uniforme para encontrar un símil histórico de un ejército de ocupación y unos “tontons macoutes” que no necesitan mayor identificación. Supongo también que estos reporteros son comunicadores sociales, o están en vías de serlo, y aquí entro en materia, por lo que es más preocupante, si cabe, el estado del uso del idioma en nuestro país, como ya denunció hace años el maestro Rafael Cadenas.
         Para mi entender existen al menos tres factores concomitantes que nos permitan poder entender las causas de este pobre estado: la falta de maestros acuciosos que corrijan los errores desde la primera enseñanza y las aberraciones de los idiolectos populares, la falta de lectura que enriquezca el léxico, y un prurito propio de las clases menos favorecidas, social o culturalmente, de intentar elevar el registro por la falta de confianza en sus propios recursos.
         Aquí aprovecho para recordar a mi admirada amiga, la profesora Yajaira Arcas, y su explicación del paso del pelo al cabello en los barrios populares. Tal vez habría que añadir un cuarto factor, a caballo entre el primero, los maestros, y el tercero, el registro, y son los cuentos de camino, esos que siguen afirmando que las mayúsculas no llevan tilde o que el quisiese es de un registro inferior al quisiera. Vemos con asombro, y no sólo en este colectivo, pues políticos y profesionales varios no se libran de este estigma, la desaparición de verbos como mirar (¿por qué me ves?; porque no soy ciego), oír (puse el despertador a las 3 para escuchar unos tiros con gran deleite) poner (¿cuándo empezarán las gallinas a colocar huevos?), abrir (apertura la boca que no te escucho); sustantivos como pelo (¿cuándo iremos a la “cabellería”?), todo es un evento, ya no hay actos, hechos, accidentes, elecciones, todo son eventos, las famosas palabras muletas, el daño irreparable que el complejo de inferioridad ante el inglés, el papanatismo, nos está produciendo, no sólo a nivel léxico, sino sintáctico, con un uso no idiomático, por ejemplo, de la voz pasiva: “...unos guardias fueron quemados...”.
         Y volviendo a nuestros reporteros, y pasando de las muletas a las muletillas, produce una mezcla de hastío y risa la repetición como un mantra de “lo que es” o “lo que sería”: “lo que es la calle tal...”, “lo que sería la manifestación de hoy...”; el “a nivel”: “estamos a nivel de la calle tal...”; el “como tal”: “los resultados de la represión como tal...”.
         Y como colofón y para terminar, pues este es el objetivo de este escrito, transcribo algunas, unas pocas, de las expresiones que tengo apuntadas para ilustrar este mensaje, o reflexión con más sencillez: “Hicieron barricadas con troncos de árboles y otros utensilios”; “nos activaron bombas...”; “le propinó una herida...”; “la resistencia y los funcionarios enfrentan sus diferencias...”; “realizaron palabras...”; “nos detonaron perdigones...”; “realizaron detonaciones...”; “accionaron con sus armas...”; “algunas personas se realizan fotografías” (oído justo mientras escribo); “están aperturando un canal...”; “pueden colocar detenidos en cualquier momento”, y así hasta el aburrimiento. ¿Qué les parecería a estos jóvenes reporteros si alguien, yo por ejemplo, dijera: “nos lanzaron bombas”, “nos están disparando perdigones”, “le produjo una herida”, “dijeron palabras”, “resistencia y policías se enfrentan”, “dispararon”, “se hacen fotos”, etc.
         Muchachos, seguiremos oyendo sus crónicas con el corazón en un puño, pero parafraseando a un santo que no viene a cuento, podremos decir: “¡Oh, Dios, qué buenos reporteros si tuviesen un mejor lenguaje!”.

luisroberts@gmail.com





Año V / N° CLXIV / 7 de agosto del 2017


Otros artículos de Luis Roberts:
Titivillus [CXLV], 27 mar. 2017
Hablemos como el pueblo [CL], 1° may. 2017