lunes, 25 de julio de 2016

La canción de las preposiciones [CXVII]

Leonardo Laverde B.



“Tú, pingüino, sobrarás”. Quién hubiera dicho
que el Spheniscidae tenía cabida en la gramática




         Desde hace algún tiempo, cada vez que hablo de las preposiciones en clase, siempre hay un estudiante que conoce la lista de memoria gracias a una canción que le han enseñado en el colegio.
         Siempre he creído que comprender los conceptos es más importante que memorizar listas. En otras palabras, aprehender la definición intensional de los conjuntos en lugar de la extensional. Sin embargo, también me gustan los trucos mnemotécnicos. Y es que a veces es útil (o inevitable) memorizar cosas: las tablas de multiplicar, las listas de categorías gramaticales, funciones sintácticas, tipos de oraciones compuestas, etc.
         Hasta hace poco, yo era incapaz de recitar de memoria la lista de preposiciones, pero me preciaba de reconocer una cuando la veía. Esta seguridad se vio desafiada algunas veces, ante análisis morfosintácticos difíciles o situaciones de fatiga mental. Esto me decidió a seguir el ejemplo de mis alumnos y probar la utilidad de la mencionada canción.
         Fue así como descubrí que no hay una, sino varias canciones de las preposiciones, generalmente destinadas a un público infantil. Además de la simple enumeración rítmica de las partículas, hay canciones que las usan en contexto, encadenando frases que las incluyen o comienzan con ellas. Sin embargo, en varias de estas canciones las frases o versos no forman un texto cohesionado, lo que —al menos para mí— dificulta aún más el proceso de memorización.
         De esta manera, se me ocurrió componer mi propia canción (o mejor dicho, rima). En el proceso intervinieron las siguientes consideraciones. Como me parecía difícil elaborar un texto que incluyera todas las preposiciones de manera coherente y ordenada, decidí hacer mayor énfasis en el aspecto rítmico que en la contextualización. Por otra parte, tampoco quería construir un texto sin sentido. Además, quería que el tema de la canción fuese un poco (solo un poco) menos pueril y guardara vinculación con el verdadero interés del poema, es decir, con las preposiciones.
         Llegado el momento de enumerar estas, se me presentó otra dificultad. La lista, ordenada alfabéticamente y pronunciada en tono normal, no genera ningún ritmo particular. Intentar producir algún tipo de musicalidad me obligaba a forzar un poco la pronunciación, y hasta me tentaba (oh, horror) a sacrificar en algo el rigor gramatical.
         Finalmente decidí trabajar con la lista tradicional. Esto implicaba mantener las desusadas cabe y so, y a la vez descartar las recientemente reconocidas versus y vía, la dudosa pro, y, por supuesto, olvidar mi peregrina idea de aludir a las numerosas locuciones prepositivas (a causa de, en orden a, por culpa de, etc.).
         De esa manera, corriendo una palabra por aquí, modificando un acento por allá, obtuve siete estrofas de cuatro versos cada una, con rima trenzada abbc.
         —Sí, todo eso está muy bonito, pero ¿funciona? ¿Recitarla ayuda a memorizar las preposiciones?
         ¿La verdad? No sabría decirlo. Tendría que hacer más pruebas, consultar a otra gente... pero les puedo decir una cosa. Tal vez recitar una canción no ayude a memorizar las preposiciones, pero componer una sí. ¡Deberían probarlo!

LA CANCIÓN DE LAS PREPOSICIONES
Leonardo Laverde B.

Latina declinación,
del sustantivo variante,
origina en el romance,
grupo preposicional.

Antes va preposición,
enlace relacionante,
el nombre y su acompañante,
van como término atrás.

Con esta enumeración
me decían de estudiante
cada partícula invariante
seguro te aprenderás:

A, ante, bajo, cabe, con,
contra, de, desde, durante,
en, entre, hacia, hasta, mediante,
para, por, según, sin, so, sobre, tras.

Era buena la canción,
pero no tanto el cantante,
sin memoria de elefante,
ni aun oído musical.

Cuando dije mi versión,
de lo oído a mi enseñante,
mi pobre representante,
se caía para atrás...

Antebrazo cabezón,
contrapié desodorante,
entre trazas comediante,
tú, pingüino, sobrarás.


https://soundcloud.com/llaverde1/la-cancion-de-las-preposiciones-2016-07-24-21-54-13

12 de julio de 2016

llaverde@gmail.com



Año IV / N° CXVII / 25 de julio del 2016

lunes, 18 de julio de 2016

Úes e íes [CXVI]

Edgardo Malaver


Los zulúes lograron derrotar al poderosísimo Imperio Británico
en la Batalla de Isandlwana (1879)



         Heme aquí, otra vez, con los plurales. Los plurales de las palabras que terminan con i y u acentuadas me han atraído desde que por primera vez oí en la escuela que se formaban agregándoles la terminación -es. Qué sencillo y qué fascinante; sencillo porque, en realidad, es la misma regla que para las que terminan con consonante, y fascinante porque agregando los mismos sonidos se consiguen resultados tan diferentes. He estado jugando desde entonces con colibríes y manatíes, como si fueran los subibajas del parque, con ñandúes y caribúes, como si pertenecieran a mi ecosistema. También, de vez en cuando, con los maníes y los champúes, que son más cotidianos.
         Con una poca de ayuda del diccionario y limitándome a sustantivos y adjetivos, he rescatado de mi memoria estas palabras que terminan con í: ají, ajonjolí, alfonsí, alhelí, bagdadí, baladí, bengalí, benjuí, berberí, bisturí, borceguí, carmesí, chantillí, chií, coatí, colibrí, cují, i, culí, esquí, frenesí, guaraní, hurí, iraní, iraquí, israelí, jabalí, malí, manatí, maní, maniquí, maorí, maravedí, marroquí, nazarí, pachulí, paquistaní, pedigrí, pipí, pirulí, popurrí, potosí, rabí, rubí, saudí, sefardí, sí, sufí, suní, tahalí, tejemaní, tetuaní, tití, yemení, zahorí. Usted puede, sin ningún temor, como quien tiene la Constitución en la mano, pluralizar las 55 agregándoles -es. Su maestra de tercer grado lo felicitará. Algunos otros hablantes lo mirarán como si usted hubiera dicho una grosería en ruso... siempre por razones baladíes. Un rasgo justiciero que tienen los adjetivos de este grupo es que son inmunes a las diferencias de sexo de los seres vivos y de género de los objetos inanimados.
         Las que terminan con ú, por su parte, son menos frecuentes... o mi memoria no les es tan favorable: añú, bambú, bantú, bululú, calalú, canesú, caribú, cebú, champú, cu, cucú, fufú, gurú, hindú, iglú, menú, ñandú, ñu, paspartú, Perú, pupú, ragú, tabú, tatú, tiramisú, tú, tutú, u, vudú, zulú. Poco más de la mitad. Lo que pasa en el grupo anterior, pasa aquí.
         Tradicionalmente se ha entendido que pluralizar estas palabras con una simple ese indica un uso más bien popular, mientras el otro es más bien culto, lo cual también puede traducirse con facilidad a la dicotomía entre oralidad y escritura. La Academia Española, que con la edad ha aprendido de los bambúes a ser flexible, ahora le da tratamiento descriptivo, en lugar de prescriptivo, al asunto. Cada quien sople el viento hacia su molino.
         Una consecuencia lógica y esclarecedora de este tipo de pluralización es que las vocales i y u, cuando aparecen como palabras individuales, como sustantivos, deberían pluralizarse, igualmente, íes y úes. El habla cotidiana lo confirma con la expresión poner los puntos sobre las íes. Sin embargo, suele creerse que el plural de las vocales a, e y o cuando aparecen solas es también con -es. La propia Academia nos ha dicho toda la vida que las palabras que terminan con esas vocales y éstas reciben el acento se pluralizan con ese: marajás, papás, sofás; bebés, cafés, pagarés; dominós, rondós, bongós. La diferencia está —o debe haber estado en la antigüedad— en la calidad de abierta o cerrada de la vocal.
         Nos agrade o no, como ni queriendo puede detenerse la evolución de la lengua, esto terminará cambiando y probablemente dentro de cien años no tenga sentido que nadie haga estos comentarios porque sencillamente será de otra forma, que nadie cuestionará. El problema, entonces, no es la antigüedad, ni lo es el futuro. El problema ni siquiera es el plural de ninguna palabra. El problema, si es que de verdad hay alguno, soy yo, que, cuando quiero comerme una galleta en la calle, al llegar al kiosko, no logro decir sino: “Señora, por favor, deme dos Marilúes”. Y, si necesito un disco compacto para guardar información, llego a la esquina de mi cuadra y le digo a un buhonero que verdaderamente se gana la vida bailando: “¿Cuánto cuestan hoy los cidíes, compañero?”


emalaver@gmail.com





Año IV / N° CXVI / 18 de julio del 2016

lunes, 11 de julio de 2016

A propósito de las preposiciones [CXV]

Andrea Villada


El Asombroso Hombre Araña (número
19, 1985). Las preposiciones a veces
se disfrazan para confundirnos

         Al estudiar un idioma nuevo, difícilmente haya algo que dé mayores problemas que el uso correcto de las preposiciones, y, ¿por qué sería de otra manera, si hasta en el idioma que nos acompaña desde que nacimos es algo borroso y un poco ininteligible? No sé si haya una investigación referente al nivel de dificultad que ocupan, pero me atrevo a afirmar que deben estar, como mínimo, entre los primeros cinco puestos. Su uso es cuestión de lógica y práctica y, sin embargo, aunque pensemos que manejamos nuestro idioma casi perfectamente, seguramente habrá algún rasguño en la pintura cuando de preposiciones se trata.
         Es por eso que el galardonado escritor Vicente Marco Aguilar, en su Manual de escritura creativa y premios literarios (2015), nos ayuda a descubrir algunos de los errores más comunes en el uso de estos pequeños pero importantísimos elementos del idioma, y nos deja un listado de frases mal formuladas que muchos de nosotros seguro hemos utilizado hasta el cansancio sin llegar a notar error alguno.
         Primero, veamos la definición de preposición de la Real Academia Española: “palabra invariable y átona (excepto según) cuya función consiste en introducir un sustantivo o un grupo nominal (llamado término de preposición) con el que forma un complemento que depende sintácticamente de otro elemento del enunciado”.
         De esta forma, en español quedarían enlistadas a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante, en, entre, hacia, hasta, mediante, para, por, según, sin, sobre, tras y, según el Diccionario Panhispánico de Dudas, pro (conferencia pro feminismo) y vía (vía satélite) también deben incluirse en este grupo con unas cuantas restricciones.
         La preposición a tiene diversas funciones: voy a mi casa; Luis va al médico (movimiento); no llego a fin de mes (lugar y tiempo); a la venezolana (modo). Sin embargo, es una de la que más usamos erróneamente. ¿Cuántos de nosotros tenemos una “olla a presión” en vez de una “olla de presión”? O, ¿cuántos de nosotros hemos visto, así sea en la televisión, un “tren a vapor” en vez de un “tren de vapor”? Por otro lado, usarla antes de un infinitivo en expresiones como “tareas a realizar” o “cuentas a cobrar” son, según Marco, “galicismos que deben sustituirse por la expresión correcta” es decir, por. “A la mayor brevedad posible”, a su vez, debe ser sustituida por “con la mayor brevedad posible”, ¿qué les parece?
         Otra expresión comúnmente usada con la preposición incorrecta es paso de peatones en la que de debe ser sustituido por para.
         El uso de en en expresiones como sentarse en la mesa, no se admiten devoluciones en ropa interior o voy en dirección al trabajo debe ser sustituida por a, de y con, respectivamente.
         Cuando tomamos pastillas para el dolor de cabeza, ¿no estaríamos indicando que lo favorecemos para que siga martirizándonos? Así, sería más apropiado tomar pastillas contra el dolor de cabeza, o cualquier otro mal que nos achaque.
         La preposición bajo es otra de las más problemáticas a la hora de usar correctamente. Los ejemplos ofrecidos en el manual son bajo estas circunstancias (en lugar de en), bajo su punto de vista (en lugar de desde), o bajo el nombre de Spiderman (en lugar de con).
         En lo que respecta al uso indebido de por encontramos que, cuando hablamos de aficiones, se utiliza la preposición a, por lo tanto, se tiene una afición al ajedrez y no por el ajedrez. Se dice “de orden del Dr. Pérez” y no “por orden del Dr. Pérez”, utilizamos ropa cómoda para andar en casa, no por casa y, si es nuestra intención, lo haremos para siempre y no por siempre.
         Para finalizar, “con o sin su consentimiento” resulta ser una expresión errónea pues, “es incorrecto ligar dos preposiciones a un mismo término”, así que, con todo respeto, mi intención es publicar este pequeño artículo con el consentimiento de ustedes o sin él.

andrealvilladac@gmail.com







Año IV / N° CXV / 11 de julio del 2016

lunes, 4 de julio de 2016

Lecherías también es una sola [CXIV]

Edgardo Malaver


Escena cotidiana de las mañanas de Barcelona,
Anzoátegui, en 1907. ¿Vendrían de las lecherías?



         Como a los traductores les llaman la atención los detalles más sutiles en las situaciones más regulares, no pueden dejar de darse cuenta de la diferencia —¡inmensa!— que hay entre el plural de la palabra matemáticas (Ritos CXIII) y el del nombre de la ciudad de Lecherías, estado Anzoátegui. No es el mismo plural.
         Aunque muchos recordamos la época en que el plural de Lecherías no se ponía en duda, en los primeros años del siglo XXI a las autoridades del recién creado municipio Urbaneja, del cual es capital, les nació una duda: ¿por qué Lecherías se llama Lecherías?, ¿no será más bien Lechería? Los que se convencieron de la segunda opción, sin poner mucha atención a los que decían lo contrario, iniciaron una campaña para cambiar el nombre a singular. ¿Cambiar? O sea, que antes era en plural.
         No he encontrado la foto que veo claramente en mi memoria, pero parte de esa campaña era un letrero, que se leía incluso en Puerto La Cruz y que decía: “Lechería es una sola”. En realidad, aquel argumento no se mantiene mucho tiempo en pie si uno recuerda la cantidad de topónimos en plural que hay en Venezuela: Achaguas, Apure; Barbacoas y Tejerías, Aragua; Barinitas, Barrancas y Obispos, Barinas; Pedernales, Delta Amacuro; Caracas, Manzanares, Pajaritos y Sartenejas, Distrito Capital; Tucacas, Falcón; Chaguaramas y Tiznados, Guárico; Bailadores, Lagunillas, Mucuchíes y Timotes, Mérida; Guarenas y Paracotos, Miranda; Torbes, Táchira; Bobures, Cabimas, Lagunillas y Machiques, Zulia; los estados Amazonas, Barinas, Cojedes y Vargas. En el propio estado Anzoátegui, existen, por lo menos, Clarines y Pozuelos, y ninguno de estos lugares es medio pueblo, ni tres quintos de ciudad ni mucho menos dos ni tres estados. Cada uno de ellos es uno solo. El plural tiene otra explicación.
         El escritor Alfredo Armas Alfonzo menciona en algún artículo, aunque para muchos anzoatiguenses no es suficientemente convincente, que en el siglo XIX existían en ese sector, al oeste de Puerto La Cruz y al norte de Barcelona, negocios de productores y vendedores de leche de cabra, que, pasado el tiempo, terminaron dándole nombre al lugar. Sin embargo, Luis Mata García, reconocido especialista en toponimia, y Maximilian Kopp, cronista de Lecherías, defienden el singular y argumentan que antiguamente se le llamaba La Lechería. Al borde del siglo XX, apareció la mencionada discusión y la opción más favorecida oficialmente fue la del singular.
         Varios blogs y perfiles de Facebook de habitantes de Anzoátegui defienden con memoria y documentos particulares el plural. Yo, aunque sin el rigor que exige una investigación recta, he hecho una breve encuesta, que ha dado como resultado que cuatro de cada cinco personas por lo menos pronuncian Lecherías.
         El plural o el singular, la brevedad o la longitud de los nombres de los lugares donde hemos nacido contienen significativos segmentos de su historia, de nuestra historia, razón por la cual cambiarlos, sobre todo si se hace por decreto, puede ser un error. La voz de la gente termina imponiéndose, como en San Petersburgo o en el Congo. Pensemos también en el nombre del Ávila, el guardián de la capital de Venezuela, que la gente sigue llamando Ávila, a pesar de la voz oficial. Los nombres no los ponen las autoridades, sino la gente.

emalaver@gmail.com





Año IV / N° CXIV / 4 de julio del 2016