lunes, 3 de febrero de 2020

Paideia [CCLXXXIX]

Adiadna Voulgaris



Werner Jaeger, autor de Paideia, los ideales
de la cultura griega (lit.: M. Liebermann)



         Hablando de Andrés Bello en la edición del 13 de enero de este año, Edgardo Malaver, nuestro director, escribió que la educación era la que garantizaba el crecimiento honroso de los ciudadanos. Es verdad. Lo que me incita a escribir esta vez es que inmediatamente pone un paréntesis en que cambia el término por uno, según él, más preciso y dice paideia. También es cierto, pero no es todo.
         Para este momento, ya he comentado con Malaver lo que pensaba refutarle, y por lo que me ha dicho entiendo que tenemos la misma visión, así que ya no puedo pelear, pero de igual modo vale la pena decirlo.
         Digo que no es todo porque la palabra griega paideia no puede traducirse fácilmente a los demás idiomas. Sucede como con otras palabras que nadie logra traducir con precisión y entonces utilizamos la misma que en el idioma original. Por ejemplo, saudade, tsunami o scanner. La idea de paideia de los griegos antiguos no abarcaba únicamente la educación. Era todo lo que entrara e hiciera falta en la formación humana, intelectual, cívica, artística y espiritual del niño y también del hombre adulto.
         Ya lo dijo Werner Jaeger en su monumento de obra titulada justamente Paideia, los ideales de la cultura griega (1933):

Es imposible rehuir el empleo de expresiones modernas tales como civilización, cultura, tradición, literatura o educación. Pero ninguna de ellas coincide realmente con lo que los griegos entendían por paideia. Cada uno de estos términos se reduce a expresar un aspecto de aquel concepto general, y para abarcar el campo de conjunto del concepto griego sería necesario emplearlos todos a la vez.

         En el mundo griego antiguo, el ideal era que todo hombre bien educado (que no de otro modo era realmente digno del nombre de griego) tenía que ser capaz de todas las artes y las ciencias, de todos los oficios y todas las empresas: política, agricultura, aritmética, esgrima, comercio, filosofía, teatro, atletismo, gramática y poesía.
         En conclusión, considerando que Andrés Bello era propiamente, en términos de Platón, un espíritu de oro, un auténtico intelecto helénico, una paideia en sí mismo, es verdad que su obra tendría que influir en todos nosotros y en muchas generaciones futuras. De hecho, ha estado influyendo desde sus tempranos tiempos caraqueños.
         “Y en forma de paideia, de ‘cultura’”, dice Jaeger, “consideraron los griegos la totalidad de su obra creadora en relación con otros pueblos”. La medida más cierta de este hecho es que el Imperio Romano concibió su propia misión en función de la noción de cultura de los griegos. “Sin la idea griega de la cultura no hubiera existido la ‘Antigüedad’ como unidad histórica ni ‘el mundo de la cultura’ occidental”.
         Imagínense, sin paideia, no habría Torre Eiffel ni Canal de Panamá ni Independencia de Sudamérica. Sin paideia, nuestra mente colectiva transitaría aún la Edad de los Metales.

adiadnavoulgaris@gmail.com



Año VII / N° CCLXXXIX / 3 de febrero del 2020



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