lunes, 10 de febrero de 2020

¡Aguaitá, muchacho, aguaitá! [CCXC]

Ninson Mora
  
 
Baralt, el primero que llamó a Maracaibo
tierra del sol amada en el poema
“Adiós a la patria” de 1845

 

          En mis años de inquieto y curioso mozalbete, como para escapar (al menos mentalmente) del incesante calor que caracteriza a mi añorada “tierra del sol amada”, acostumbraba sentarme en el piso justo al lado de la silla de mimbre de mi abuela bajo una grande y piadosa enramada. Ella, refrescándose con aquel sencillo abanico que más bien parecía ser una extensión de su mano, solía contar historias de un pasado muy distante que súbitamente se escabullían a través de las grietas del olvido, como impulsadas por una imperiosa e impostergable necesidad de trascender.
         Durante aquellos embelesadores relatos, Mabuela (como la llamábamos cariñosamente) evocaba historias que tuvieron lugar en sus distantes años de moza en su natal terruño andino y que, las más de las veces, para mí resultaban tan entretenidas y cautivadoras como maravillosas e inverosímiles (algo que más de una década después aprendí que se llamaba “realismo mágico”, una corriente literaria de la que nunca tuvo conocimiento).
         Sin embargo, de aquellas cuasiconfidencias (contadas con sumo sigilo, como para que los personajes de sus memorias no fueran a sentirse delatados) siempre he recordado ciertas expresiones o palabras que Mabuela solía usar y a las que yo, en aquel entonces (cual carajito impertinente y desdeñoso de no más de ocho años), frecuentemente reaccionaba o bien con una sonora carcajada o bien con una osada y arrogante corrección, basado en lo que mi muy limitado vocabulario infantil indicaba como apropiado.
         Una de las expresiones que más me hacían reír al principio, y que luego más me crispaba porque nunca logré “corregir” en ella, surgía cuando la historia parecía alargarse demasiado y mi impaciencia pueril me empujaba a preguntar ansioso por el tan esperado desenlace. Entonces, Mabuela, con cierta picardía, decía: “¡Aguaitá, muchacho, aguaitá!, su preciosa versión supuestamente autóctona (pensaba yo que probablemente de origen indígena) de lo que años más tarde terminé asociando más a la expresión anglosajona “hold your horses” por su contenido y, por supuesto, más específicamente al verbo await de la lengua del inmortal Guillermo Agitalanza, por su forma. El DRAE presenta la entrada aguaitar como un derivado del catalán guaita (vigía, centinela), claramente vinculado a las acepciones de ‘cuidar’, ‘guardar’ y ‘mirar’, pero no me cabe la menor duda de que la abuela usaba el verbo exclusivamente con el sentido de ‘esperar’ o ‘aguardar’, por lo que inevitablemente sospecho de algún tipo de influjo inglés.
         Ahora, divagando un poco de la sabrosísima forma de hablar de la abuela, pero en el mismo orden de ideas, también recuerdo con una sonrisa de oreja a oreja cómo mi madre solía emplear el inusual eufemismo de “porfiadito/a” para aludir a una persona físicamente muy poco agraciada, o aquella vez cuando, al verme tratando de imitar a mis hermanos mayores mientras aprendían el nombre formal de los dedos de la mano y al concluir que aquellas denominaciones resultaban demasiado complicadas para un niño tan pequeño, jocosamente me dijo: “Te voy a enseñar una forma más divertida de aprender cómo se llaman los dedos”, y entonces, con tono solemne, actitud relajada y un gran rigor didáctico, soltó: “Chiquito y bonito, galán de sortijas, largo y bobo, chupaplatos y matapiojos”. Creo que no tuvo necesidad de decirlo más de dos veces, lo aprendí de inmediato, y entonces corrí al lugar donde mis hermanos mayores aún se devanaban los sesos para aprender nombres “tan complicados y sin sentido”, ¡y me burlé de ellos porque yo sí aprendí rapidito los verdaderos nombres de los dedos!
         En conclusión, de cómo el verbo await del idioma inglés o el sustantivo guaita del idioma catalán pudieron haber devenido en aquel aguaitar, tan extraño para un niño que nunca lo escuchó antes (y hasta donde logro recordar, tampoco después) de ninguna otra persona en su entorno familiar o colegial y que solo unos cuantos años más tarde (con marcada sorpresa e incredulidad) encontró registrado y claramente descrito en el DRAE, no tengo idea, y honestamente no tengo la intención de averiguarlo, pero lo que sí sé con toda seguridad es que desearía enormemente retroceder en el tiempo y disfrutar y nutrirme, sin ningún tipo de prejuicio, de aquel rico léxico folclórico que doña Juana y doña Josefa regalaban a manos llenas y que tristemente no supe aprovechar.
(Con mi eterno amor y agradecimiento)

eventum2006@gmail.com



Año VII / N° CCXC / 10 de febrero del 2020

9 comentarios:

  1. Wuuaaooo tío! me hiciste transportarme a muchos años atrás. Mi imaginación voló hasta aquel inmenso patio donde solía jugar. Maguela y Josefa siempre vivirán en nuestros corazones... Es tal cual como dices, son momentos maravillosos con nuestros seres queridos que no sabemos aprovechar.

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  2. Sencillamente hermoso hermanito bellos recuerdos de nuestra infancia, Josa con sus canciones mejicanisimas y maguela con sus anecdotas,inolvidables momentos

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  3. Me encantó el pasaje sobre el "tono solemne"el "rigor didáctico" de su mamá para enseñarle los 'verdaderos nombres' de los dedos. Gracias por compartir estas anécdotas.

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  4. ¡Qué lindas líneas!
    Muy interesantes y divertidas
    ¡Un abrazo!
    Oriana

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Impecable... así da gusto leer. Ninson, ¡grande!

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  8. Hola Ninson, gusto en saludarte, muy hermoso tu escrito y pensar que a veces nos reíamos de algunas palabras extrañas para nosotros,y sin que ellos lo supieran eran palabras sabías felicitaciones y gracias por traer a nuestra memoria esos momentos de nuestros antecesores, un gran abrazo de tu cuñada Luisa

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  9. ¡Bello relato!. Mientras leía,lagrimas de emoción y orgullo rodaban por mis mejillas;siempre tu hermanito, tan pendiente de los bellos detalles que han rodeado a nuestro amado y hermoso grupo familiar.Grandes añoranzas afloraron en mi alma cuando mencionaste a nuestras amadas Mabuela y Josefa,que aunque,estando ausentes físicamente,siempre las tenemos presentes en nuestros corazones y en lo mas profundo de nuestras almas.
    ¡Te amo hermanito!.

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