lunes, 1 de mayo de 2023

Libertad femenina: la pastora Marcela y María Eugenia Alonso [CDXIX]

Claudia Contreras

 

 

Teresa, una señorita cervantina
que escribía porque era libre

 

 

 

         Don Quijote de la Mancha (1605-1615) e Ifigenia (1924) tienen más cosas en común de lo que parece a primera vista. Aunque varios siglos de diferencia las separan, ya que pertenecen a los movimientos literarios del Barroco y del Realismo, respectivamente, Don Quijote de la Mancha e Ifigenia generaron un revuelo similar entre los lectores de sus épocas.

         Miguel de Cervantes (1547-1616) parodia las novelas de caballerías, leídas y escritas ad nauseam por aquella época, para dejarnos un mensaje claro: aunque no seamos héroes, podemos marcar una diferencia a nuestro alrededor si tenemos la convicción suficiente. Cervantes nos dio el Quijote para romper con el estereotipo de caballero solemne, para que pudiéramos identificarnos con él, y para humanizar personajes que antes eran unidimensionales. Don Quijote no es completamente una cosa o la otra: ni cuerdo ni loco, ni cobarde ni valiente, ni fuerte ni débil; lo que sí es, es humano. El Quijote representa a todos aquellos que nos atrevemos a recorrer un sendero persiguiendo nuestros sueños, sin importar cuán locos parezcamos.

         Por otra parte, Teresa de la Parra (1889-1936) nos muestra una mirada a la realidad de las mujeres que vivieron a principios del siglo XX a través de María Eugenia Alonso, una jovencita criada a la usanza europea, que tras la muerte de sus padres queda en la ruina, por lo que se ve obligada a vivir en Venezuela con sus familiares conservadores y a casarse con César Leal, a pesar de que ello contradice sus deseos e ideales. Teresa de la Parra hace algo similar a Cervantes, no heroíza a su protagonista: la humaniza, haciéndola actuar como lo haría una mujer de aquella época. María Eugenia hace pocos aspavientos, y aunque responde con hastío, acepta al final la realidad que le toca vivir; y convierte su diario, donde plasma lo que piensa, en su único escape. En Ifigenia vemos reflejada una sociedad que engulle la individualidad, y hace contrapeso como obra a Don Quijote porque muestra que no siempre podemos imponer nuestros ideales sobre las convenciones sociales.

         Exceptuando sus diferencias, ambas historias tienen en común que exploran distendidamente el mundo interno de sus personajes, y rompen así los estereotipos de la literatura de sus respectivas épocas. Don Quijote de la Mancha revirtió los clichés de la caballería y del heroísmo, mientras que Ifigenia fue pionera en enfocarse en la vida y deseos femeninos, en una época en la que a las mujeres aún les faltaba probar su valía y pertenencia a la vida social y política.

         Otro punto en común que tienen ambas novelas es el tratamiento de la libertad como tema. Llama especialmente la atención el personaje de la pastora Marcela en Don Quijote, por lo innovadoras que resultan sus ideas, sorpresivamente parecidas a las de María Eugenia de Ifigenia. Marcela, al igual que le sucedía a María Eugenia con César Leal, no deseaba corresponder el amor de Grisóstomo, puesto que proclamaba haber nacido libre y su hermosura no era sinónimo de sumisión ante los deseos ajenos.

         Sin embargo, hay una clara diferencia entre la libertad de ellas dos. Según san Agustín de Hipona (354-430), se puede “ser libre de” y “ser libre para” (Alonso García, 2009, p. 193). La primera implica desligarse de condicionamientos, y la segunda, disponer de sí mismo para la realización de los propios valores. La pastora Marcela es “libre para”, ella persigue sus propios ideales y elige estar sola, mientras que María Eugenia es “libre de”, ya que su crianza en Europa la desligó de los convencionalismos que imperaban en la vida de sus parientes de Caracas.

         Y según san Agustín, solo la “libertad para” es la libertad real que permite alcanzar un bien mayor; tal vez es por eso que nadie en el Quijote logra tener la superioridad moral para despojar a la pastora Marcela de la libertad de vivir tranquila; mientras que a María Eugenia solo le basta pasar un tiempo en Caracas para perder su “libertad de”, ya que su reticencia a adherirse a las normas morales y sociales de Caracas la ablandan su abuela y su desdeñado esposo, César Leal, con relativamente poco esfuerzo.

         Ambos personajes se relacionan, a pesar de pertenecer a épocas completamente distantes, porque las ideas de la pastora Marcela se adelantaron a su época; y porque María Eugenia se crio en París, donde había valores más modernos que los de la sociedad caraqueña de la década de 1920. Sin las ideas revolucionarias de Cervantes ni las propias experiencias de Teresa de la Parra en Europa, no habría sido posible que ambas obras se encontraran en ese aspecto.

         Ampliando un poco lo anterior, podemos decir que el discurso de Marcela en el capítulo XIV de la primera parte de la novela es innovador porque no se concebía en la época de Cervantes que una mujer eligiera su pareja, ni que reivindicara su hermosura como un medio de ejercer poder sobre los demás (aunque este no fuera el fin que ella persiguiera), ni mucho menos, que esas ideas surgieran en una mujer con relativamente poca instrucción formal.

         El discurso de María Eugenia Alonso resulta un poco menos impactante al contextualizarlo en su época y sus experiencias de vida, ya que no era de extrañar que una señorita culta, criada en los modernos valores europeos y en unos tiempos en los que la mujer se estaba comenzando a despojar de sus roles tradicionales, reflejara libertad en su conducta; sin embargo, el choque que producen los ideales de María Eugenia con los de sus parientes caraqueños, y la escandalizada reacción del lector venezolano a esos ideales, es suficiente muestra de que en aquella época de la Venezuela gomecista, Europa estaba mucho más adelantada socialmente, por lo que la novela de Teresa de la Parra aún resulta innovadora en el contexto latinoamericano.

         Para concluir, ambas novelas marcaron un hito en sus respectivas épocas por traer conceptos innovadores sobre la libertad y los derechos de las mujeres, y debido a ello, ambas merecen ser tomadas como pioneras de sus movimientos literarios.

 

clau.hernandez.1015@gmail.com

 

 

 

Referencias

Alonso García, A. (2009). “Libertad y gracia en san Agustín de Hipona”. En González Ginocchio, D. “Metafísica y libertad”. Cuadernos de Anuario Filosófico 214, 193-200.

Cervantes, M. de (1998). El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Centro Virtual Cervantes. Recuperado el 18 de febrero de 2023, de https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte1/cap14/cap14_02.htm.

De la Parra, T. (1982). Obra (Narrativa, ensayos, cartas). Biblioteca Ayacucho.

López Navia, S.A. (2022, julio, 24). “La pastora Marcela: una precursora del feminismo en el Quijote”. The Conversation. Recuperado el 18 de febrero de 2023, de: https://theconversation.com/amp/la-pastora-marcela-una-precursora-del-feminismo-en-el-quijote-187037.

Silva-Arenas, A. (2022, marzo, 22). “Teresa de la Parra, una literatura cargada de historia y feminismo”. Material Cultural. Recuperado el 18 de febrero de 2023, de: https://www.materialcultural.com/teresa-de-la-parra-una-literatura-cargada-de-historia-y-feminismo/.

 

 

 

Año XI / N° CDXIX / 1° de mayo del 2023

 

2 comentarios:

  1. Excelente el discernimiento respecto a estas obra literarias, encontrando similitudes, entre ambas, que no había imaginado.Muy llamativo el concepto de libertad para las épocas en que fueron escritas....los términos "libertad de" y " libertad para" muy atinados.

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    1. ¡Hola! Muchas gracias por su comentario, Anónimo. De hecho, según una investigación reciente que hice, también Pedro Calderón de la Barca tenía ideas agustinianas... Su obra "La vida es sueño", por ejemplo, se podría ver bajo el cristal de los términos de "libertad de" y "libertad para"... Nuevamente, ¡gracias por tomarse el tiempo de leerme, Anónimo!

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