miércoles, 3 de marzo de 2021

El quid del asunto [CCCXLVI]

 Edgardo Malaver

 

 

        El jueves 25 de febrero llegó Ritos de Ilación a su octavo aniversario. Tenía pensado publicar este texto para celebrar la fecha, pero problemas técnicos, que persisten, me impidieron hacerlo. Deseaba ese día volver a agradecer —nunca será suficiente— a todos los que en algún momento me han acompañado en este recorrido que comenzó con una palabra dicha en un picnic en el Parque del Este en el 2013. Sin las de ustedes, mis palabras no bastarían.

        Y gracias también —lo he dejado de último para que se quede en la memoria de todos— a los lectores, que son como las aves que se posan en las fuentes y pican las ondas cristalinas; sin ellos, el agua, la fuente, la lluvia no tendrían sentido.

        Entonces, felicitémonos entre todos porque Ritos es de todos.

 

 

¿Cuál es el quid de las fuentes?




 

 

         El lunes de esta semana, explicando la locución echarle los perros a alguien, escribí: “El quid del asunto es que se trata de una metáfora”. Y a partir de ese momento he pasado horas de horas pensando en las decenas de veces que, desde que la aprendí de Yajaira Arcas, he utilizado esta curiosa fórmula dentro y fuera de clase, en situaciones formales e informales, en casa y en la calle. El quid de una cosa—que no el kit ni el kid, como lo escribe alguna gente que quiere exhibir su elevado conocimiento del español— es lo sustancial que hay en ella, lo más importante, lo central de su ser. En un español más vernáculo, sería más común decir “el meollo de la cuestión”.

         Quid era en latín el pronombre interrogativo que hoy traducimos como quéQuid est[?] era la forma de preguntar qué era una cosa: ¿qué es? o ¿qué es eso? No hace falta explicar, ¿verdad?, cómo se convirtió una forma en la otra o en o que é? o en qu’est-ce que c’est?

         Y justamente la forma francesa (¿qué es lo que esto es?, ¿qué hace que esto sea lo que es?, ¿qué define que esto sea eso que en lo profundo es?) nos insinúa el significado de lo que santo Tomás de Aquino (1224-74) llamó quidditas, o ‘quididad’. [Yo no tengo derecho a hablar de esto, pero] la quididad es aquello por lo cual una cosa se constituye en sí misma dentro de su naturaleza, es decir, el núcleo de su ser, su esencia. Según santo Tomás, la esencia de la cosa, la respuesta a la pregunta ¿qué es?, se diferencia de su existencia; en los seres es posible comprender la relación entre esencia y existencia equiparándola con la que hay entre la potencia y el acto. Únicamente en Dios esencia y existencia son una sola y la misma, pues en su ser nada hay potencial, sino que es infinito.

         [Ahora les tengo que confesar que si yo de veras fuera capaz de entender lo que estoy escribiendo, sería el director del doctorado en filosofía en Salamanca, de modo que, por hoy, basta de disimulo.]

         Algo que preguntan siempre los estudiantes es cómo se pronuncia nuestro estimado latinismo. Pues se pronuncia, exactamente como indica su ortografía: quid, no /kuid/, naturalmente. En inglés sí que se pronuncia así. En inglés también tiene el significado derivado del latín que acabamos de explicar, pero, aunque me falta investigar si con el mismo origen, tiene también otros muy curiosos significados. Por ejemplo, en la lengua coloquial de Australia, un quid era hace un tiempo una moneda (una libra esterlina o una guinea) y en la actualidad, en Irlanda, puede usarse en lugar de euro. ¡Ah! Para los británicos, no tiene plural.

         Quién sabe, en esos países la esencia de las cosas, de los seres, de los entes vivos o inertes, podría ser lo material, lo contable, lo monetizable. En Ritos, que hoy arriba feliz a su octavo aniversario, lo esencial, lo sustantivo, lo principal es deleitarse en explorar la lengua, en saborearla, en descubrirla, como quien camina por un sendero mil veces recorrido pero por donde, a cada paso, cada piedra, cada árbol, cada trinar de pájaro acaba de nacer ante nosotros y nos abre otros mil caminos y nos ofrece otras mil esencias.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCXLVI / 25 de febrero del 2021

 

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