lunes, 7 de junio de 2021

IVNIVS [CCCLVIII]

Ariadna Voulgaris

 

 

 

Tarquinio y Lucrecia (1571), de Tiziano

 

 

         Juno era la diosa de la fertilidad —todas eran la diosa de la fertilidad, cada mes era la época del arrebato sexual, todas las fiestas eran la fiesta de la sensualidad—. Era hermana y esposa de Júpiter, o sea, Hera, mujer del lujurioso Zeus, aunque no era mortal. Y cualquiera que en Roma fuera dios del desenfreno erótico, luego tenía que ser protector del embarazo y del parto, incluso del noviazgo y el matrimonio. Y algunos dicen que Juno protegía también a las mujeres y al Estado, vaya usted a saber por qué. Pues junio es su mes, qué simple esta historia.

         Atractiva y telenovelera es la historia de otro posible origen, puesto siempre en duda, del nombre del sexto mes del año. Existen quienes afirman que IVNIVS era más bien el mes con que los romanos rendían honraban la memoria de Lucio Junio Bruto (545-509 antes de Cristo), el primer “presidente” de la República romana. Sí, sí, ya lo sé, el cargo no se llamaba presidente sino cónsul (y eran dos), pero en este caso Junio Bruto era el más... perezjimenista. Tanto que, como el otro, Lucio Tarquino Colatino, era pariente de Tarquinio el Soberbio, el rey que acababan de defenestrar juntos, Junio, que también lo era, hizo que el Senado lo sustituyera para gobernar más a sus anchas.

         Muchos episodios conocidos (o al menos imaginados, reconstruidos, supuestos) de la vida de Junio tienen un intenso sabor a telenovela de José Ignacio Cabrujas o de Salvador Garmendia. En una imprecisa fecha de su infancia, por ejemplo, fue testigo de cómo soldados del rey Tarquinio, que era hermano de su madre, mataron a su padre y a sus hermanos para apoderarse de sus bienes. Junio se salvó de la matanza simulando que había perdido la cordura; viendo que le daba tan buenos resultados, siguió fingiéndose loco (o más bien haciéndose el tonto, que es lo que significa brutus en latín). Fingiendo ser menos inteligente de lo que era, logró más tarde infiltrarse en la familia de Tarquinio y hacerse amigo de sus hijos.

         Años más tarde, dos de los hijos del rey, Tito y Aruncio, no aguantaban la curiosidad y viajaron a Delfos para consultar el oráculo acerca de quién sucedería a su padre. El oráculo les respondió que el primero que, al salir del templo, besara a su madre, sería el siguiente rey; de modo que Junio, fingiendo tropezar en la puerta, cayó al suelo y le dio un beso a la tierra, madre de todos los hombres. Se inició entonces una persecución de la que, en muchas ocasiones, Junio se salvó gracias a su habilidad para fingirse loco.

         Más tarde, en el año 510, el tercer hijo de Tarquinio, Sexto, secuestró, violó y humilló a una distinguida dama romana llamada Lucrecia. La mujer, como única opción para restablecer su honra, organizó y protagonizó una ceremonia para suicidarse en público. El historiador Tito Livio (64 antes de Cristo-17 después de Cristo) nos echa el cuento, sin comerciales, en Ab Urbe condita, y dice que Junio, que estaba entre los presentes, poniendo una mano sobre el cuerpo aún caliente de Lucrecia, dijo:

 

Por esta sangre tan casta antes del ultraje del hijo del rey, juro, y os pongo a vosotros, dioses, por testigos, que yo perseguiré a Lucio Tarquinio el Soberbio, a su criminal esposa y a toda su descendencia a sangre y fuego y con todos los medios que en adelante estén en mi mano, y no consentiré que ellos ni ningún otro reinen en Roma.

 

Ese día, dejando caer sobre el cadáver de Lucrecia la máscara de la idiotez, inició una revolución y convenció al Senado de deponer al soberano. Cuando los senadores lo nombraron cónsul junto con Lucio Tarquino, viudo de Lucrecia, se extinguió la monarquía romana y nació la república.

         Los leales de Tarquinio, sine mora, arremetieron contra él. Entre ellos estaban los hijos del propio Junio Bruto, que fueron atrapados, juzgados y ejecutados en presencia de él y con su autorización expresa. En vista de esto, el antiguo rey reunió un ejército y envió a su hijo Aruncio contra Roma. Junio salió a su encuentro y ambos murieron al enfrentarse en batalla. Fue el último capítulo de la telenovela.

         Al final el ejército republicano volvió triunfante a la ciudad pero cargando el cuerpo inerte de Junio. Él recibió honores de Estado y manifestaciones de respeto de toda la población; las mujeres guardaron luto por él durante un año. No es para dudar que con el tiempo le pusieran su nombre a un nuevo mes antes de entrar en verano.

 

ariadnavoulgaris@gmail.com




Año IX / N° CCCLVIII / 7 de junio del 2021




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