lunes, 4 de enero de 2021

Otra maldición de Bolívar [CCCXXXVIII]

Edgardo Malaver




Corona de oro que regalaron los cuzqueños a Bolívar en junio de 1825




El tercer asombro que experimenté en diciembre, cuando me puse a leer los documentos de Simón Bolívar para hablar de sus frases en el habla popular venezolana, fue con la idea extendidísima aquella de que Bolívar era masón. Apuesto fuertes a lochas que todo el que lea hoy Ritos de Ilación ha oído decir, ha pensado e incluso ha creído fielmente que el Libertador pertenecía a este grupo. Según mis observaciones, en Venezuela, todo aquel que ha superado los 30 años de edad y desea impresionar a cualquier interlocutor a quien crea de menor grado de instrucción, ha soltado, entre whisky y whisky, la desdichada frase (que intentaré no escribir más, porque a mí ni siquiera me ha importado jamás si es verdad o no y porque a Bolívar de lejos se le nota que no era importante para él).

Resulta que el 8 de octubre de 1826, desde Ibarra, Ecuador, Bolívar le escribe a Francisco de Paula Santander, que lo sustituye como presidente en Colombia, para responder varias cartas de éste, y en la post data, da su parecer sobre varias personas en Perú, en Ecuador y en Colombia con las cuales deben tener cuidado. Una de estas personas es un tal Flores, que “se ha hecho odioso por los masones”.

Un año antes, el 21 de octubre de 1825, en Potosí, Bolivia, le había escrito también para decirle, entre otras muchas cosas:


Vd. tiene la culpa [de los ataques], porque no los ha sabido tratar por las majaderías de masones [...]. Conmigo siempre están bien, porque los lisonjeo y los sujeto en los límites que me parecen justos. Malditos sean los masones y los tales filósofos charlatanes [...]. Por aquí no hay nada de esto, y los que haya serán tratados como es justo.


Sin embargo, la joya de la corona es un decreto emitido por Bolívar el 8 de noviembre de 1828, en el cual prohíbe las sociedades o confraternidades secretas en toda Colombia, fuere cual fuere su denominación. El decreto ordenaba a los gobernadores y jefes de policía disolver tales grupos y aplicar las sanciones sumariamente, para que nadie tuviera ocasión de alegar nada en su defensa.

Dado todo esto, o Bolívar era contrario a la masonería o se había decepcionado de ella. Es decir, si de veras había entrado en una organización masónica en 1804 estando en Cádiz, había llegado a un punto en que ya no pensaba igual y, porque le parecía nociva para la república, como dice el decreto, se le oponía.

En la carta de 1825 a Santander, le pide que no difunda sus cartas: “No mande Vd. publicar mis cartas, ni vivo ni muerto, porque ellas están escritas con mucha libertad y con mucho desorden”. Como si me lo hubiera dicho a mí, voy a dejarlos descansar de Bolívar. Nos vemos el 20 de marzo.


emalaver@gmail.com




Año VIII / N° CCCXXXVIII / 4 de enero del 2021





2 comentarios:

  1. Gracias Edgardo. Yo juraba que era masón! Siempre se aprende algo nuevo. Feliz año 2021!

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  2. Yo comparto la opinión de que Bolívar no era masón y que el asunto estriba que quien institucionaliza la masonería en Venezuela fue Antonino Guzmán Blanco por su pugna con la iglesia católica. Guzmán se declaró bolivariano y fue quien autorizó a los masones caraqueños la utilización del nombre y la figura del Libertador al fundar y reconstruir el templo masónico de Caracas. Quizás Bolívar si participó de algunas sesiones masónicas (de las cuales no hay registro) en París porque era la moda del momento y allí concurrían jóvenes intelectuales revolucionarios, pero de participar a formar parte de alguna logia hay mucha tela que cortar. M.Sc Javier Coronil

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