lunes, 26 de mayo de 2014

¿Qué es este merequetengue? [IX]

Sara Cecilia Pacheco



En ocasión de mis veinte años en Venezuela

         Tenía diez años y quería integrarme. Practicaba frente al espejo palabras, expresiones, frases como ¡Cónchale, vale! Me esforcé y lo logré al punto en que hay quien tras tiempo de conocerme no sabe que no nací aquí. No solo quería aprenderme las palabras, dejar de nombrar a la lechosa, papaya; quería también aprenderme el cantaíto. Quería hacerme imágenes. Quería adueñarme de ellas. Entre esas palabras estaba merequetengue, tan larga, tan sonora, difícil de definir... Hoy en día puedo decir con total naturalidad que merequetengue es así como un tira y encoje, algo entretenido, un asunto que es como confuso, movedizo…
         Solo ahora se me ocurre buscarlo en el diccionario. Y no está. Mi intuición me lo decía hace veinte años. Busco y busco y resulta que, como yo, esa palabra con tanta sonoridad venezolana no es de aquí, es cocoliche —una jerga de inmigrantes italianos—. Y tal como entendemos todos, significa lío, desorden, caos... Un maracucho ya lo explicó en Internet: http://maracucholario.blogspot.com/2013/08/merequetengue.html.
         Por cierto, nunca he escuchado la canción de Porfi Jiménez.
         ¿Ven cómo me adueñé de este merequetengue?

sarace.pacheco@gmail.com



Año II / N° IX / 26 de mayo del 2014

lunes, 19 de mayo de 2014

¡Abajo cadenas!, gritaba el señor [VIII]

Isabel Matos



         Ese señor que grita en nuestro himno nacional es, de acuerdo a algunos sitios de Internet, el señor acomodado, mantuano, con propiedades y demás. Ese señor pedía libertad de la misma manera que la pedía “el pobre en su choza”.
         Al consultar al diccionario de la Real Academia Española encuentro que son 22 las definiciones disponibles para la palabra cadena. La primera es la que se refiere a una serie de eslabones enlazados; luego, cadenas humanas y otras definiciones más mecánicas. En el puesto número seis se presenta una definición que pudiésemos aplicar a la situación política del país: opresión o poder absoluto. Esta definición seguramente es la misma que se usó en nuestro himno nacional. La séptima definición menciona una serie de instalaciones pertenecientes a la misma empresa. ¿Acaso no se trata de los ministerios y misiones del actual gobierno? A mi parecer, se trata efectivamente de otra cadena. La novena definición nos habla de un conjunto de emisoras de radio y televisión que trasmiten el mismo mensaje. Qué curioso, me parece, que VTV, ANTV, TeleSur y Globovisión son efectivamente otra cadena. Lo invito en este momento, querido lector, a que revise la definición número 21 que nos ofrece la RAE. Creo que estará de acuerdo en que es una cadena burocrática. Pareciera que cada definición de cadena nos brinda una definición de país.
         Los nombres cambiaron pero son los mismos señores que gritan ahora en cadenas (nacionales, de radio y televisión), aunque ahora piden cárcel para aquellos que osaron pedir libertad.

isabelmercedes@gmail.com




Año II / Nº VIII / 19 de mayo del 2014

lunes, 12 de mayo de 2014

Tu misión, Jim, si decides aceptarla... [VII]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 
         Sabemos que durante la Conquista y la Colonia muchas ciudades de América —en México, por ejemplo— nacieron alrededor de las misiones fundadas por los evangelizadores que tenían el objetivo de convertir a los indígenas al cristianismo. Muchas de esas misiones fueron destruidas a partir del siglo XVII, otras subsistieron y terminaron mimetizadas dentro del mar de la ciudad que crecía y crecía, y —en Venezuela, por ejemplo— han dejado rastros que emocionan a los enamorados de la historia: no es infrecuente tropezarse en algún pueblo pequeño con una cruz más o menos grande en medio de una calle, de una pequeña plaza o incluso en algún jardín, con una fecha que delata su origen a la vez civilizador y espiritual.
         Desde abril del 2003, existen en Venezuela misiones diferentes a aquellas que pretendían extender la fe cristiana en el Nuevo Mundo. La primera de las “misiones” ideadas por el gobierno, que honrosamente llevaba como apellido el apodo que utilizaba don Simón Rodríguez, se proponía, al menos idealmente, eliminar de Venezuela el analfabetismo. Después de ésta, con la consecuente sensación de que el gobierno estaba trabajando en diversidad de campos en que se necesitaba la acción de un equipo responsable, pensó también en la Misión Sucre, la Misión Ribas, la Misión Guaicaipuro, y más tarde Misión Árbol, Misión Identidad, Misión Ciencia. Proliferaron tanto —son al menos 33—, que pareciera haber una, o más de una, por cada tipo de problema que hay en Venezuela. Algunas tienen nombres un tanto exagerados y rimbombantes que parecieran querer abarcar todo el país con el solo nombre, como la Misión A Toda Vida Venezuela, la Misión Niños y Niñas del Barrio o la Gran Misión Vivienda Venezuela. Es tanto lo que el gobierno ha hecho girar su trabajo alrededor de las “misiones”, que hasta los humoristas comenzaron en algún momento a tener las suyas: la de Emilio Lovera es un programa llamado Misión Emilio que se transmite por Televén.
         La construcción de estos nombres probablemente haya sido inspirada por el título de la archiconocida serie de televisión Mission: Impossible, que transmitió originalmente CBS entre 1966 y 1973. El canal grabó una nueva versión de la serie entre 1988 y 1990, antes de que Tom Cruise aterrizara en la tradición de las misiones en 1996. Cada capítulo comenzaba con el mensaje de un agente del gobierno americano que le explicaba al protagonista, Jim Phelps, mediante un mensaje grabado —que se destruiría cinco segundos después de ser escuchado—, un delicadísimo problema diplomático que, con frecuencia, hacía peligrar la estabilidad de un gobierno, la vida de un líder internacional, la paz del mundo. El mensaje invariablemente decía: “Tu misión, Jim, si decides aceptarla...”.
         Lo interesante del título Misión: imposible son los dos puntos, de los que casi nadie se percata. Puesto en evidencia por este signo, el sentido del título es que al equipo dirigido por Phelps se le encargan misiones que no puede cumplir nadie, dada la peligrosidad del enemigo o las ínfimas posibilidades de éxito. La palabra imposible no es, pues, adjetivo del sustantivo misión. Las dos palabras son sustantivos. Es decir, a Phelps se le está diciendo en realidad: “Tu misión, Jim, si decides aceptarla, es lograr un imposible”. La misión es... lo imposible. Misión: imposible.
         La palabra misión, entonces, tiene en Venezuela una acepción nueva, que quizá un día se sume a las 10 que da el diccionario, puesto que ya no parece que su uso vaya a ser pasajero. Tampoco parece ser pasajera la práctica de ponerle nombre a algo tan imbautizable como una misión de cualquier naturaleza, de ignorar las señales que nos da la lengua, que son gratuitas, y, ergo, de actuar antes de reflexionar. Nuestra misión, ya que hemos decidido aceptarla, tendría que ser lograr el “imposible” de ver, en medio de tanta dificultad, hasta el último detalle.

emalaver@gmail.com




Año II / Nº VII / 12 de mayo del 2014