lunes, 29 de marzo de 2021

Hosanna en las alturas [CCCL]

San Jerónimo de Hipona

 

 

Este año, Ritos de Ilación participa en la Semana Santa escudándose en ella para hablar de la lengua. Nos valimos del ya remoto vencimiento de los derechos de autor del patrono de los traductores para cometer el atrevimiento de publicar una carta del año 383 en la que le responde al papa Dámaso sobre una palabra que aun hoy utilizamos sin mucha conciencia de lo que contiene. (Leyendo las cartas de san Jerónimo, a propósito, que son miles, uno siente a veces que, de haber existido los medios de comunicación social en sus tiempos, habría tenido columnas en unos cuantos periódicos, y, llegado Internet, habría opacado a muchísimas páginas web.)

 

 

Entrada en Jerusalén (hacia 1330), de Pietro Lorenzetti

 

 

 

Carta de Dámaso a Jerónimo

 

A nuestro queridísimo hijo Jerónimo, Dámaso obispo, salud

en el Señor.

 

         Después de leer los comentarios griegos y latinos que sobre la interpretación de los Evangelios en la antigüedad o recientemente han escrito los nuestros, es decir, los ortodoxos, veo que sobre el «Hosanna al hijo de David» dicen cosas no sólo distintas sino contradictorias. Te ruego que, con el fervor e intrepidez de ingenio propios de tu dilección, y prescindiendo de opiniones y eliminando ambigüedades, escribas sobre cuál sea en hebreo su sentido auténtico”. Este servicio, como tantos otros, nuestra solicitud te lo agradecerá en Cristo Jesús.

 

Carta de Jerónimo a Dámaso

 

         Son muchos los que sobre esta palabra han imaginado los más diversos sentidos; entre ellos, nuestro Hilario [de Poitiers, (hacia 315-367)], en sus comentarios de Mateo, escribe: “Hosanna, en hebreo, significa ‘redención de la casa de David’”. Pero, en primer lugar, redención, en hebreo, se dice pheduth; casa, heth; en cuanto a David, es claro a todas luces que su nombre no aparece aquí. Otros opinaron que hosanna significa ‘gloria’; pero gloria se dice chabod; algunos lo entendieron como ‘gracia’, que el hebreo llama thoda o anna.

         No queda, pues, más solución que dejar de lado los riachuelos de las opiniones e ir a la fuente misma de donde fue tomada por los evangelistas. Y como ni en los códices griegos ni en los latinos podemos hallar el texto “Para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas: será llamado nazareo[1]; ni el otro: “De Egipto llamé a mi hijo”[2]; por eso, en el caso presente, hay que sacar la verdad de los códices hebreos, que nos explicarán cómo y por qué la muchedumbre y sobre todo la turba unánime, los niños, prorrumpieron en ese grito. Mateo cuenta: “La muchedumbre que iba delante y la que seguía gritaban diciendo: ‘Hosanna al hijo de David; bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna en las alturas’”[3]. Marcos a su vez dice: “Gritaban diciendo: ‘Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor; bendito el reino de nuestro padre David, que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas’”[4]. También Juan coincide en el mismo término: “Y gritaban: ‘Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel’”[5]. Sólo Lucas dejó de poner la palabra hosanna, siendo así que concuerda en el resto de la interpretación: “Bendito el que viene rey en el nombre del Señor, paz en el cielo y gloria en las alturas”[6]. Así, pues, como hemos dicho, hay que poner las palabras mismas hebreas y determinar la opinión de todos los traductores; para que del examen de todos, el lector pueda más fácilmente hallar por sí mismo qué haya de pensar sobre el caso.

         En el Salmo 117, donde nosotros leemos: “Señor, danos la salvación. Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor”, en el hebreo se lee: “Anna adonai, osianna, anna adonai, aslianna; baruch abba basem Adonai”. Aquila, Símaco, Teodoción y la quinta edición (para que no parezca [que] cambiamos nada en latín) traducen así: ώ δή κύριε, σωσον δή, ώ δή κύριε, ευλόγητός ό έν όνόματ κυρίου. Sólo la sexta edición concuerda con los Setenta intérpretes, en cuanto que donde los otros pusieron ώ δή, él escribió ώ. Y que osianna, que nosotros, incorrectamente y por ignorancia, convertimos en hosanna, signifique ‘salva’ o ‘haz salvo’, está garantizado por la traducción de todos; lo que ahora preocupa es qué signifique el mero anna sin la añadidura de salvar. Es de notar que en este pasaje anna recurre tres veces; en el primer caso y en el segundo se escribe con las mismas letras: aleph, nun, he; en el tercero, con las letras heth, nun, he. Ahora bien: Símaco, que en el Salmo 117 coincide con la interpretación de todos, en el 115[7], en que se dice: “¡Oh Señor!, libra mi alma!”, para darnos un sentido más claro, tradujo así: “Te suplico, Señor, libra mi alma”. Y donde los Setenta tradujeron “oh” y él “te ruego”, mientras Aquila y las otras ediciones traducen ώ δή, en el hebreo se escribe anna, pero con la letra aleph al principio, no con la heth. De lo cual deducimos que si anna se escribe con aleph significa ‘te ruego’; si con heth, es una conjunción o interjección, que equivale al griego υή y se halla en σωσον. Esta interjección no tiene equivalencia en latín.

         Pero como estas minucias y lo abstruso de esta explicación, dada la barbarie no sólo de la lengua, sino también de las letras, son pesadas para el lector, paso a resumir mi explicación y digo que estos versículos fueron tomados del Salmo 117, que profetiza claramente de Cristo y se leía con frecuencia en la sinagoga, por lo que era muy conocido también del pueblo, y todos sabían que el prometido de su raza había venido para salvar a Israel, pues dice David: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular Es el Señor quien lo ha hecho, y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él Señor, danos la salvación, Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor. Os hemos bendecido desde la casa del Señor. El Señor es Dios; Él nos ilumina”[8]. De ahí que el mismo texto de los evangelistas recuerda que los fariseos y escribas, indignados al ver que el pueblo entendía la profecía del salmo como cumplida en Cristo y que los chiquillos gritaban: «Hosanna al Hijo de David», le dijeron: “¿Oyes lo que éstos dicen?”. Y Jesús les respondió: “¿Nunca habéis leído aquello: ‘De la lengua de los infantes y de los niños de pecho sacaste cumplida alabanza?’”[9]. Confirmando así el Salmo 117 con la cita del octavo.

         Ahora bien: en lo que era fácil de expresar, como “Bendito el que viene en nombre del Señor», concuerda el texto de todos los evangelistas; respecto, en cambio, de la palabra osianna, al no poderla traducir al griego —cosa que vemos también en alleluia, amen y muchas otras— la dejaron en su forma hebrea y pusieron osianna. En cuanto a Lucas, que fue entre todos los evangelistas el que mejor conocía el griego, médico al cabo, y que escribió entre griegos su evangelio, viendo que no podía traducir exactamente la palabra, prefirió omitirla antes que poner lo que iba a ser un problema para sus lectores.

         En resolución, así como nosotros tenemos en latín ciertas interjecciones, y para expresar alegría decimos ua; en caso de admiración, papai; en el dolor, heu, y para imponer silencio apretamos los dientes, contraemos el aliento y hacemos salir el sonido st, así también los hebreos, entre otras propiedades de su lengua, tienen la interjección, y cuando quieren suplicar a Dios emplean una palabra que expresa el afecto del que pide y dicen: «Anna, Señor», que los Setenta dijeron: “¡Oh Señor!”. Así pues, osi se traduce por salva; anna es la interjección del que suplica. Si de estas dos palabras queremos formar una compuesta, diremos osianna o, como pronunciamos nosotros, hosanna, con elisión de la vocal intermedia, a la manera que solemos hacer en los versos cuando en “Mene incepto desistere victam”[10] escandimos: “men incepto”. La aleph, que es la primera letra de la segunda palabra, al encontrarse con la última de la precedente, la ha eliminado. Por eso, volviendo al principio de la cuestión, donde nosotros leemos en el texto latino: “¡Oh Señor!, sálvame; ¡oh Señor!, sé bueno y complaciente; bendito el que viene en nombre del Señor”, lo podemos leer según el sentido del hebreo: “Te suplico, Señor, sálvanos; te suplico, Señor, danos prosperidad, te suplico; bendito el que viene en nombre del Señor”. Ahora bien: en salva hay que sobreentender a tu pueblo Israel o, de manera general, al mundo. En fin, Mateo, que escribió su evangelio en lengua hebrea, puso así: “Osianna barrama”, es decir: “Hosanna en las alturas”; pues al nacer el Salvador, la salud llegó hasta el cielo, es decir, hasta las mismas alturas, ya que se hizo la paz no sólo en la tierra, sino también en el cielo; para que así, por fin, se pueda dejar de decir: “Mi espada se ha embriagado en el cielo”[11].

         Esto, en fin, es lo que he dictado breve y apretadamente, según la mediocridad de mi inteligencia. Por lo demás, sepa tu beatitud que en esta clase de disputas el aburrimiento no debe invadir al lector. Yo hubiera podido inventarme con facilidad cualquier mentira que con una sola palabra resolviera la cuestión, como he demostrado que hacen otros. Pero es más honrado trabajar un poco por lealtad a la verdad y aplicar el oído a una lengua extraña para nosotros, que dar una solución construida sobre una lengua distinta.

 

 

 

Año IX / N° CCCL / 29 de marzo del 2021

 



[1] Mateo 2, 23.

[2] Mateo 2, 15; Oseas 11, 1.

[3] Mateo 21, 9.

[4] Marcos 11, 9-10.

[5] Juan 12, 13.

[6] Lucas 19, 38.

[7] Se refiere propiamente al Salmo 114, 4.

[8] Salmo 117, 22-27.

[9] Mateo 21, 15-16.

[10] Virgilio, Eneida I, 37.

[11] Isaías 34, 5.


martes, 23 de marzo de 2021

La primera carta de un niño rico [CCCXLIX]

Edgardo Malaver

 

 

Carmen Molina como María Teresa en Simón Bolívar (1942),
de Miguel Contreras Torres

 

 

 

         El 4 de enero les prometí que los dejaría descansar de Simón Bolívar hasta el 20 de marzo. En esa fecha, pero del año 1799, escribió Bolívar su primera carta —la primera de que se tenga noticia—, a la edad de 16 años, desde Veracruz, México. ¿Qué hay en esa carta que nos llama la atención hoy? Pues lo mal que, por lo visto, escribía el Libertador a los 16 años. Afortunadamente, en la adultez ya escribe mejor, pero en 1799, considerando la clase social del autor y la educación que sabemos que había recibido hasta el momento y el prestigio intelectual de sus maestros, cualquiera diría que sus errores son más bien pueriles e incomprensibles.

         Lo relevante es que en realidad no es así. La carta, dirigida a su tío Pedro Palacios y cuya sola lectura nos ahorra la investigación de los detalles circundantes a ella y a su autor, contiene palabras que el joven Bolívar escribe como si nunca antes hubiera escrito nada y apenas intuyera, por la pronunciación, la ortografía de muchas de ellas. Escribe, por ejemplo: “Mi llegada a este puerto ha sido felismente...”; “...nos hemos detenido aquí con motibo de haber estado bloqueada la Abana...”; “...podía escribir a usted mi situasión, y partisiparle mi biaje que ise a México...”. Andrés Bello, Simón Rodríguez y el Padre Andújar lo habrían dejado sin orejas, de haber tenido la carta entre manos.

         Hoy, sin embargo, somos capaces de entender que, para 1799, no estaban tan ampliamente difundidas las reglas de ortografía que la Real Academia había publicado en 1741, sobre todo de este lado del mar; además, en ese momento no eran tan coherentes como en ediciones posteriores. En estos días he descubierto que Andújar alguna vez se quejó con los tutores del benjamín de los Bolívar con respecto al escaso esfuerzo que hacía el muchacho para aprender estas y otras cosas, pero esto no es suficiente explicación de que escribiera yjo en lugar de hijo, hoi en vez de hoy, nabegasión y no navegación.

         Al contrario, hay que decir que Vicente Lecuna, el gran recopilador de los documentos de Bolívar, afirma que en el original se observa que el futuro Libertador había comenzado a corregir la carta, aunque no pasó de la mitad. (Yo, en estos días, intentando ponerme en su lugar, he imaginado al niño don Simón tratando de corregir la carta a toda prisa antes de que zarpara el barco que salía para Maracaibo y, cuando ya no pudieron esperarlo más, tuvo que entregarla sin haber terminado, sin poder transcribirla corregida, lamentando la vergüenza que pasaría con su tío y sus hermanos cuando leyeran la carta en Venezuela.)

         En suma, es más un caso de poca experiencia que de ignorancia. De hecho, ese mismo adolescente, que viaja solo desde Caracas para Madrid, con escala en La Habana, pero que tiene que pasar más de un mes varado en Ciudad de México, y que después de tres años en Europa regresa a casa más rico que antes y de la mano de una esposa, en su segunda carta al mismo tío Pedro —son los documentos 1 y 2 en el archivo de Lecuna—, fechada el 30 de septiembre de 1800, apenas un año y medio después, escribirá de esta casi cervantina manera:

 

Estimado tío Pedro:

No ignora usted que poseo un mayorazgo bastante cuantioso, con la precisa condición de que he de estar establecido en Caracas y que a falta de mí pase a mis hijos, y de no, a la casa de Aristiguieta, por lo que atendiendo yo al aumento de mis bienes para mi familia, y por haberme apasionado de una señorita de las más bellas circunstancias y más recomendables prendas, como es mi señora doña [María] Teresa [Rodríguez del] Toro, hija de un paisano y aun pariente, he determinado contraer alianza con dicha señorita para evitar la falta que pueda causar si fallezco sin sucesión, pues haciendo tan justa liga querrá Dios darme algún hijo que sirva de apoyo a mis hermanos y de auxilio a mis tíos.

 

         Una vez a la cabeza del Ejército Libertador, Bolívar escribió cientos y cientos de documentos que declaran sostenidamente la profundidad de su conocimiento cultural y sus habilidades lingüísticas. Las normas escritas de la lengua (y las normas de la lengua escrita), como las no escritas (o sea, las de la lengua hablada), han seguido evolucionando y son imparables; por fortuna, esta evolución no es tan rápida como para impedirnos captar enteramente el sentido de una carta de hace 222 años, aun minada de errores, que, por cierto, no notaríamos si nada más nos la leyeran y no la viéramos con nuestros propios ojos.

         La ortografía ha sido compañera de viaje de los Bolívar desde que en el siglo XVI llegó a América el primero de la familia que vino a buscar aquellas ciudades de calles hechas de oro que llegaron describiendo los primeros que regresaron a España con Colón. En 1569, Simón de Bolíbar el Viejo (1532-1612), al llegar a Caracas, se cambió el apellido alterando solamente la segunda be por una ve. Y el Viejo debe haber sido, como su célebre descendiente, habilidoso con la pluma porque en poco tiempo logró que se abriera en Caracas el Seminario de Santa Rosa de Lima, donde residiría después la Real y Pontificia Universidad de Caracas, que el Libertador rebautizaría en 1827 como Universidad Central de Venezuela.

         Al final, el revoltoso niño rico se salvó de los halones de orejas de sus sabios maestros de origen humilde.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCXLIX / 20 de marzo del 2021

 



Otros artículos de Edgardo Malaver:


martes, 16 de marzo de 2021

MARTIVS [CCCXLVIII]

Ariadna Voulgaris

 

 

 

15 de marzo del 44 antes de Cristo. La morte di Cesare (1805),
de Vincenzo Camuccini

 

 

         El acto tercero de Julio César, de William Shakespeare, comienza en el momento en que César, como tropezando con Escurpina, el arúspice que al principio de la obra le ha advertido que debe cuidarse de los idus de marzo, le dice: “Ya llegaron los idus de marzo y aún vivo”. Lo dice como ufanándose de haber escapado de la muerte, a pesar del augurio del adivino y de los presagios que él mismo y su mujer, Calpurnia, han tenido durante el sueño en la noche anterior. “Sí, César, ya llegaron, pero no han terminado”, le responde el adivino. El resultado de la escena es que un grupo grande de senadores hacen cola para apuñalar al dictador y al final, cuando el moribundo creía que iba a caer en brazos de un amigo, Bruto, este le hunde la última daga.

         El presagio que Julio César no supo interpretar —Plutarco llega a decir que se rio— cristalizó, sin embargo, en el primero de los días que durante el año los romanos consideraban de buenos augurios: el 15 de marzo, de mayo, de julio y de octubre (en el resto de los meses era el día 13). Como marzo era el primer mes del año, el 15 normalmente coincidía con el inicio de la primera luna llena.

         Al mismo tiempo, dado que los romanos no eran capaces de vivir sin estar inmersos en un conflicto armado (aunque fueran apenas enterrando cuchillos en la panza de algún gobernante), el primero del año tenía que ser el mes dedicado al dios de la guerra: Marte, o MARS, en latín. Tan influyente era Marte en Roma que su nombre todavía hoy sirve para hablar de aquello que tiene que ver con la lucha, la pelea, la confrontación, como en el nombre de las artes marciales. Era también el dios de la fuerza, de la violencia, de la pasión (sobre todo de la sexual y desenfrenada), de la sangre (y según algunos autores, del derramamiento de sangre), de la valentía y hasta de la virilidad.

         Ah, y miren qué coherente este rasgo: era esposo de Belona (la diosa guerrera, la beligerante) y amante de Venus; con esta última tuvo dos hijos, llamados Fuga y Temor. Los hijos de la guerra y el amor son la huida y el miedo, ¿cómo iba a ser de otra forma?

         El dios Marte no ha dado nombre solamente al tercer mes del año, también al tercer día de la semana y, ya que la Tierra se le adelantó en la repartición de órbitas, al cuarto planeta del sistema solar.

         En aquel marzo trágico comenzó una larga guerra que dio nacimiento al Imperio Romano. En marzo del año pasado comenzó también nuestra pelea contra la peste, que quiera Dios (ahora el de la mayúscula) que pronto termine yéndose al inframundo, como decían antes en Grecia.

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCXLVIII / 15 de marzo del 2021

 





Otros artículos de Ariadna Voulgaris:

FEBRVAS

IANVS

Gaznápiro y cabeza e ñame

Tonto y atónico

Idiocia e imbecilia


lunes, 8 de marzo de 2021

El ladino sefardita [CCCXLVII]

Luis Roberts



Sefardíes jugando ajedrez, ilustración del Libro
de los juegos (1283), atribuido a Alfonso X el Sabio





         Ante todo, perdonen que inicie este artículo con una anécdota personal, pues viene al caso. Hace muchos años, muchos, estaba yo en Israel en viaje de trabajo-placer con mi socio y amigo, que era un judío franco-argentino, y una vez cumplido el trabajo en Tel Aviv, fuimos a Jerusalén, donde vivían su hermana y su esposo. La primera noche nos llevaron a un sitio que era algo más parecido a una cave francesa que a una discoteca de bola, donde cantaba un genial judío yemení en el idioma que fuera, preguntándonos a cada uno de los que nos sentábamos en las mesas de dónde éramos para cantar una canción típica de ese país, sin acento alguno. Al rato, una preciosa muchacha que se encontraba cerca de mí, en una numerosa mesa cerca de la nuestra, se dirigió a mí, en un extraño español, pero que yo entendía perfectamente, preguntándome que de dónde éramos, ya que hablábamos español. Bailamos y yo no sabía qué me tenía más excitado, si estar bailando con una bellísima teniente de la Fuerza Aérea de Israel que había entrado varias veces en combate, según ella me dijo, o el hecho de que nos entendiéramos tan bien en castellano y ladino, una especie de koiné improvisada, pero ayudada por el Arcipreste de Hita, José Álvarez Gato y otros. Y nos entendimos muy bien. Y yo había descubierto de boca a oreja el ladino sefardí, de una musicalidad indescriptible. A raíz de esa experiencia me aficioné un tiempo a leer poemas y oír canciones en ladino. Al final les pongo algunos enlaces a canciones sefardíes en YouTube, pero hay centenares, a cual más bella.

         El ladino, o “muestra lingua”, como la llaman los sefardíes, es la lengua que hablaban los judíos en España hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos. Sefarad, de donde viene sefardí o sefardita, era el nombre que le daban los judíos a España desde los propios textos bíblicos. No olvidemos que para los judíos ortodoxos el hebreo era un idioma que se podía utilizar sólo para hablar con Dios, o con Ds, como se ve en el Talmud, para no pronunciar su nombre; así, en España hablaban el ladino, una variante del castellano, y en el norte de Europa el yiddish, una variante del alemán. Hoy que el hebreo es ya el idioma oficial de Israel, los ultraortodoxos, los jasidistas del Mea Shearim, cabezonamente, se niegan a hablarlo y siguen hablando yiddish, y hay una minoría que usa el ladino, como en Turquía, Armenia, Siria, Yemen, etc., más por tradición familiar que por razones religiosas. También pongo al final un enlace con un magnífico artículo de la sefardí Viviana Rajel Barnatán Gini, publicado en Verne: “El trezoro de la lingua djudeo-española”, donde encontrarán, además de más información, enlaces con periódicos, blogs, etc., que se publican en ladino.

         Todo esto viene a cuento porque hace pocos días vi este tuit publicado por la Embajada de España en Turquía:

 

España en Turquía

@EmbEspTurquia

 

Keridos amigos i amigas de la Komunidad Sefaradi. Para mi es una grande onor i un privilejio de pueder adresarme a vozotros en una data tan importante komo la de oy. Devesh de saver ke muestra ambasada es la suya i estamos a sus dispozision para lo ke tienen de menester. #Ladino

10:26 a.m., 21 feb. 2021

 

         España ha reconocido recientemente la nacionalidad española a todos aquellos que demuestren su origen sefardí, haciendo así justicia a algunas de sus raíces, las de árabes y judíos, o “moros y jodíos”, como dice el Arcipreste.

         Y terminemos con una frase del magnífico artículo de Viviana Barnatán que nos anima a conservar esta maravillosa reliquia, como tantas otras lenguas a punto de desaparecer:

 

La difuzión de la lingua es un lavoro del día en día kon el buto de dar konosensia la rika kultura i por ser aínda espanyola, ay el menester de konoser las literaturas (kuentesikos, dichas, refranes i poesía) y los kantes de ermozas melodías, los sefardim guadrimos los romanses espanyoles. Las presonas ke sintieron avlar sovre las yaves de las moradas de Sefarad, les kero adjustar ke la mijor yave es el trezoro de la lingua djudeo-espanyola ke bive en kada korasón sefardí, es ansí ke en las nochadas sentimos los sonos de unas palavras ke kedaron en la memoria de Sefarad, “muestra lingua”, esa, es la vedradera yave.

 

https://verne.elpais.com/verne/2021/02/23/articulo/1614078431_361081.html

https://www.youtube.com/watch?v=4aKMxd7Zk0s

https://www.youtube.com/watch?v=O2siNjpiyKY

https://www.youtube.com/watch?v=r4O9pAh0rDo

https://www.youtube.com/watch?v=VpgCBvZWQYI        

https://www.youtube.com/watch?v=KSM8K0yC_Lw



luisroberts@gmail.com



Año IX / N° CCCXLVII / 8 de marzo del 2021

 

miércoles, 3 de marzo de 2021

El quid del asunto [CCCXLVI]

 Edgardo Malaver

 

 

        El jueves 25 de febrero llegó Ritos de Ilación a su octavo aniversario. Tenía pensado publicar este texto para celebrar la fecha, pero problemas técnicos, que persisten, me impidieron hacerlo. Deseaba ese día volver a agradecer —nunca será suficiente— a todos los que en algún momento me han acompañado en este recorrido que comenzó con una palabra dicha en un picnic en el Parque del Este en el 2013. Sin las de ustedes, mis palabras no bastarían.

        Y gracias también —lo he dejado de último para que se quede en la memoria de todos— a los lectores, que son como las aves que se posan en las fuentes y pican las ondas cristalinas; sin ellos, el agua, la fuente, la lluvia no tendrían sentido.

        Entonces, felicitémonos entre todos porque Ritos es de todos.

 

 

¿Cuál es el quid de las fuentes?




 

 

         El lunes de esta semana, explicando la locución echarle los perros a alguien, escribí: “El quid del asunto es que se trata de una metáfora”. Y a partir de ese momento he pasado horas de horas pensando en las decenas de veces que, desde que la aprendí de Yajaira Arcas, he utilizado esta curiosa fórmula dentro y fuera de clase, en situaciones formales e informales, en casa y en la calle. El quid de una cosa—que no el kit ni el kid, como lo escribe alguna gente que quiere exhibir su elevado conocimiento del español— es lo sustancial que hay en ella, lo más importante, lo central de su ser. En un español más vernáculo, sería más común decir “el meollo de la cuestión”.

         Quid era en latín el pronombre interrogativo que hoy traducimos como quéQuid est[?] era la forma de preguntar qué era una cosa: ¿qué es? o ¿qué es eso? No hace falta explicar, ¿verdad?, cómo se convirtió una forma en la otra o en o que é? o en qu’est-ce que c’est?

         Y justamente la forma francesa (¿qué es lo que esto es?, ¿qué hace que esto sea lo que es?, ¿qué define que esto sea eso que en lo profundo es?) nos insinúa el significado de lo que santo Tomás de Aquino (1224-74) llamó quidditas, o ‘quididad’. [Yo no tengo derecho a hablar de esto, pero] la quididad es aquello por lo cual una cosa se constituye en sí misma dentro de su naturaleza, es decir, el núcleo de su ser, su esencia. Según santo Tomás, la esencia de la cosa, la respuesta a la pregunta ¿qué es?, se diferencia de su existencia; en los seres es posible comprender la relación entre esencia y existencia equiparándola con la que hay entre la potencia y el acto. Únicamente en Dios esencia y existencia son una sola y la misma, pues en su ser nada hay potencial, sino que es infinito.

         [Ahora les tengo que confesar que si yo de veras fuera capaz de entender lo que estoy escribiendo, sería el director del doctorado en filosofía en Salamanca, de modo que, por hoy, basta de disimulo.]

         Algo que preguntan siempre los estudiantes es cómo se pronuncia nuestro estimado latinismo. Pues se pronuncia, exactamente como indica su ortografía: quid, no /kuid/, naturalmente. En inglés sí que se pronuncia así. En inglés también tiene el significado derivado del latín que acabamos de explicar, pero, aunque me falta investigar si con el mismo origen, tiene también otros muy curiosos significados. Por ejemplo, en la lengua coloquial de Australia, un quid era hace un tiempo una moneda (una libra esterlina o una guinea) y en la actualidad, en Irlanda, puede usarse en lugar de euro. ¡Ah! Para los británicos, no tiene plural.

         Quién sabe, en esos países la esencia de las cosas, de los seres, de los entes vivos o inertes, podría ser lo material, lo contable, lo monetizable. En Ritos, que hoy arriba feliz a su octavo aniversario, lo esencial, lo sustantivo, lo principal es deleitarse en explorar la lengua, en saborearla, en descubrirla, como quien camina por un sendero mil veces recorrido pero por donde, a cada paso, cada piedra, cada árbol, cada trinar de pájaro acaba de nacer ante nosotros y nos abre otros mil caminos y nos ofrece otras mil esencias.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCXLVI / 25 de febrero del 2021