Edgardo Malaver Lárez
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Un carpintero de ribera siempre
trabaja en tierra... a veces en tierra firme |
Siempre aparece, con muy poco talento
para el mimetismo dialectal, alguien que dice delante de mí (o dirigiéndose a
mí), porque cree que los margariteños hablan así: “¿Cómo está ‘laisla’?”. Cuando
me toca, respondo: “No, no, Margarita es el continente. La isla es Venezuela”.
Una vez mi hija mayor me preguntó qué era entonces América, y yo le contesté
que América era ya otro planeta.
Ahora viene mi primo Moisés, que creció
en Paraguachí y se casó con esta hermosa muchacha uruguaya, con quien es
delicioso conversar porque llama las cosas por otros nombres, pero siempre
termina uno sabiendo a qué se refiere, y cuando pregunta termina encontrando
por sí sola de la respuesta... bueno, Moisés y ella hace como un mes me graban
un audio en que me cuentan que tienen una contrariedad lingüística: ella tarda
en captar cuando, hablando de Margarita, él menciona un lugar llamado Tierra
Firme. En el audio me explica lo que yo sé: que los margariteños llaman así
a todo lo que no es Margarita, es decir, Venezuela continental; y sí, eso
significa también que las demás islas o son parte de Margarita o no son, a lo
sumo son islitas que navegan realengas por el mar, pero no son tampoco, jamás,
tierra firme).
Entonces, el pobre Moisés, como
preocupado, viene y me explica esto y me dice que su esposa no lo comprende
porque, según ella, tierra firme es todo aquello que es tierra por oposición al
mar, a un barco, a las olas. Si uno va en un bote y no encuentra la costa, puede
llegar a desesperarse por encontrar tierra firme, y si lo que encuentra es una
isla, eso es tierra firme, sin importar si es continental o no, porque no se
mueve como el bote sobre el agua.
Y entonces viene Moisés y me pregunta,
admitiendo que en el fondo le parece que tiene bastante sentido lo que ella
dice, qué pienso yo. ¡Yo...!, ¡que también hablo como él!, ¡que nací en
Margarita como él!, ¡que crecí en Margarita como él!, ¡que fui a la escuela en
Margarita como él!, ¡que soy descendiente del mismo carpintero de ribera que él!,
¡y que a los 18 años me inscribí en la Universidad Central como él! Es una
especie de injusticia, una especie de ventajismo nuestro que le hacemos a la
pobre chica uruguaya cuando la dejamos escoger como juez de la “diatriba” a
otro margariteño que habla el mismo español que él. Pero claro que,
estrictamente, ella tiene razón.
(La próxima semana les sigo contando.)
emalaver@gmail.com
Año XII / N° CDXCIX / 10 de febrero del 2025
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