Edgardo Malaver Lárez
¿Quién quiere darle palos a un caballito tan bonito si en la fiesta están hablando de gramática? |
No sé ya cuál de los niños que estaban en aquel cumpleaños me preguntó: “¿Por qué todos los estudiantes son iguales y los alumnos son niños y niñas?”. Pensé que se refería a la diferencia de edades, pero él observaba que la diferencia en el artículo puede dar, por un lado, los estudiantes y las estudiantes (todos iguales) y, por otro, los alumnos y las alumnas (cada sexo con su género). Y no sé quién apagó la música ni en qué momento se hizo silencio para escuchar otras “curiosidades”: “Miren, niños, también existen ‘nombres de cosas’ cuyo significado cambia si les cambiamos el artículo: la frente y el frente, el cólera y la cólera, el parte y la parte”. Y qué asombro cuando dije: “Y otros nombres en que pasa lo contrario: no cambian de significado: el sartén y la sartén, el mar y la mar, el terminal y la terminal”. Una madre llamó su enfant terrible, que estaba en primera fila delante de mí. “Además”, agregué finalmente, “están los nombres que cambian totalmente de masculino a femenino, como hembra y macho, caballo y yegua, sastre y costurera”. Entonces se levantó una niña pequeñita y declaró: “Entonces no hay nada mejor que ser estudiantes, porque somos todos iguales”.
Aplaudimos todos.
emalaver@gmail.com
Año XII / N° CDLXIV / 10 de junio del 2024
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