lunes, 23 de marzo de 2020

La tortica* de manteca [CCXCVI]

Luisa Teresa Arenas Salas


 
Y tortica de cebada (foto: E. Malaver)



         Las canciones de cuna “venezolanas”, machistas por demás. Ya Edgardo Malaver, además de imponer el tema en más de un rito, aludió a esta característica de nuestra idiosincrasia: el “machismo”, la dependencia de la mujer por aquello de que es el hombre quien manda, quien tiene la fuerza, “el dador”, como lo escuché decir hace poco a un entrañable amigo.
         La lectura del rito número CCLVIII, “¿Quién es la viudita, la hija del rey?,  publicado el 29 de abril de 2019,  me impactó en mi reposo médico y trajo a mi mente una cancioncita que se las trae en el marco de esa controversia machismo-feminismo. Es un poema corto formado por cuatro versos octosílabos con rima consonante -eca, -eta,  -ada, -ada, aunque con cierta irregularidad de un fonema entre los versos 1 y 2: /k/ opuesto a /t/. Es la canción ideal para jugar con los bebés y enseñarlos a dar palmadas, a aplaudir.

La tortica de manteca
pa mamá que da la teta;
la tortica de cebada
pa papá que no da nada.

         El bebé la goza y aplaude haciendo gracias a su público: mamá, papá, hermanos, amigos, en fin, familia. Sin embargo, la cancioncita trae su veneno machista. ¡Ay, ay, ay! Su último verso dice: “pa papá que no da nada”. ¡¿Nada?! ¿Qué nos  inspira este verso? ¿Denuncia, crítica, reproche al padre machista que deja a la madre sola en la crianza del bebé (hijo)... que no da nada? ¿Qué significa esa nada? Dar nada.
         Veamos qué dice el diccionario sobre la palabra nada: pronombre indefinido categórico en su definición: ‘ninguna cosa, negación absoluta de las cosas, a distinción de las personas. // Cosa mínima o de muy escasa entidad’. Nunca digas nada. Nunca digas nunca. ¿Les es familiar esta expresión?
         Nada, pues,  define a ese padre tradicional  que se sale del cuarto conyugal si el bebé llora porque debe trabajar al día siguiente. Sí y no. Es el padre “dador” que mantiene el hogar, pero nada que ver con las labores caseras cotidianas. El padre que responde: “Ella no hace nada”, ante la pregunta: ¿Qué hace tu esposa? No obstante, ella se ocupa de tooodas las labores hogareñas.
         Ese “papá que no da nada” no es el padre actual, milenial, al que criamos más  consciente de la igualdad entre el hombre y la mujer en el hogar mantenido por ambos, en el que ambos trabajan en la calle y comparten las tareas hogareñas. El padre que acompaña a su pareja en el proceso de gestación y se prepara para la venida de sus hijos, tal como lo hace la mujer. El padre que acompaña a la madre en el alumbramiento de su hijo, sea parto natural o cesárea. El padre que recibe a su hijo al nacer y se lo entrega a la parturienta con toda la emoción que significa ese producto del amor de ambos, que los convierte en “equipo” (como dice mi nuera) en  la primera atención y en su crianza.
         ¿Qué hacer, entonces, con la cancioncita de marras? ¿Cómo cantar ese último verso sin que subliminalmente etiquete al padre como “irresponsable”? No resta más que cambiar el verso, crear su propia versión: “pa papá que da empanadas”, por ejemplo, “pa papá que da palmadas”, “pa papá que ríe a carcajadas”. Así la canto yo a mi cuchinieto.
         Para concluir, tal como dice Xuyen Zambrano en su rol de madre en Instagram  Arrorró, Mami, con respecto a esta canción:

Quizá me dirán exagerada pero si quiero sembrar en ellos [sus dos hijos] la idea de que el hogar se construye en equipo y de que mamá y papá cumplen con un rol importante en sus vidas, no puedo cantarle todos los días que papá no da nada.
Además, tengo dos varones y quiero que el día de mañana ellos den TODO por sus familias y sus hijos.
Así que en mi versión, varío los aliños y les invento cosas como: “Arepita de manteca pa mamá que da la teta; arepita de anís pa papá que hace reír.

         ¡A desarrollar, pues,  esa inventiva! Las canciones de cuna son un rico recurso de aprendizaje para los niños, pero hay que tener cuidado con los valores subyacentes en ellas. Solo nos resta versionarlas a voluntad con el ingenio materno... ¡y paterno!

ue.eim.ucv@gmail.com




* Digo la tortica y no arepita porque así  aprendí este poema en mi seno familiar cumanés, donde se llama torticas a lo que por estos lares llaman arepitas, específicamente si son fritas.



Año VIII / N° CCXCVI / 23 de marzo del 2020



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1 comentario:

  1. Qué lindo, profe, desde que era chiquita y le cantábamos la canción a mi hermana menor me perturbaba ese "nada", ahora que tengo un hijo sin duda buscaré alternativas como las que usted propone. Un abrazo!

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