lunes, 19 de junio de 2017

Celebrando el español (III): a propósito de “El idioma castellano” [CLVII]

Luisa Teresa Arenas Salas


Terentius Neo el panadero y su... marida.
Pompeya, 50-75 después de Cristo



         Más vale tarde que nunca, un refrán que siempre utilizo cuando olvido una fecha de cumpleaños y, luego, remiendo el capote felicitando en fecha posterior. Y, como a buen entendedor pocas palabras bastan, ya sabrán que estoy dando disculpas por mi tardanza en publicar este tercer y último rito referido al poema “El idioma castellano” de Pablo Parellada y Molas (1855-1944), sobre el cual hablamos el 11 de abril (Ritos CIII), y después el 2 de mayo de 2016 (Ritos CVI), los cuales les sugiero releer para hacer más digerible lo prometido.
         La intención de este tercer “apretado” rito es hacer un comentario lingüístico de ese quijotesco poema distinguido por su jocosidad, su lógica, su ostensión. Reflexionemos, pues, desde la ciencia lingüística, los planteamientos lógicos del autor que le hacen exclamar “que es preciso meter mano / al idioma castellano, donde hay mucho que arreglar” (v. 4 a 6, e. 2). ¡Claro! La reflexión obliga a destacar la intención chistosa, festiva del autor, así como la función lúdica y poética del lenguaje que emplea, engranada con la función metalingüística. Este es el quid del asunto, usa el código (lengua) para referirse en juego al mismo código (“idioma castellano”), al que califica de “irracional”. No obstante, como con su juego poético particular quiere dejar “convencido el más profano” (v. 2, e. 28), es decir, al “que carece de conocimientos y autoridad en una materia” (DLE), yo, como menos profana y conocedora del tema que soy, me dispongo a deconstruir su ingenioso juego lingüístico, un tipo de tarea que propongo a mis estudiantes a partir de textos humorísticos.
         ¡Activemos, pues, nuestra competencia lingüístico-pragmática para entender la estructura conceptual con la que juega nuestro ingenioso autor, sustentada en los distintos niveles lingüísticos para lograr su fin pragmático: hacer reír al lector! ¿Cómo lo hace? Con uno y “otro cuento” poéticamente urdidos.
         “¿Por el acento?” (v. 1, e. 4). Y añade: “por esa insignificancia” (v. 2, e. 4) más una retahíla de ejemplos cuya “distancia” no concibe, a pesar de reconocer que “hay esa gran diferencia” (v. 3, e. 3) entre buqué y buqué, entre tomas y Tomás”, entre topo y topó, entre presidio y presidió, entre ingles e inglés. Es la diferencia semántica esencial que produce el acento (fonema suprasegmental) hecha juego a través de la paronimia: una relación semántica en la que dos (o más) palabras se asemejan en su sonido, pero se escriben de forma diferente y tienen significados distintos, usualmente no relacionados.
         “Mas dejemos el acento” (v. 1, e. 5) “y vamos con otro cuento” (v. 4, e. 5): “el sexo a hablar nos obliga” (v. 1, e. 9), dice, después de haber construido esta idea loca, pero lógica, en su pensar: “¿Y la frase tan oída / del marido y la mujer, / por qué no tiene que ser / el marido y la marida?” (v. 1 a 4, e. 7). Y el cuento aquí es la relación entre los términos sexo y género: dos conceptos diferentes en el sistema español que no debemos confundir. Sexo, concepto biológico, y género, concepto gramatical. Esto sin incorporar la nueva acepción de género adoptada por la teoría feminista.
         La RAE y la ASALE en el Diccionario panhispánico de dudas (2005) nos lo aclaran: “Género. En gramática significa ‘propiedad de los sustantivos y algunos pronombres por la cual se clasifican en masculinos, femeninos y, en algunas lenguas, también en neutros... Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término sexo... Por tanto, las palabras tienen género (y no sexo), mientras que los seres vivos tienen sexo (y no género)” (p. 310). Con esto juega en la estrofa 26, donde califica de “irracional” un hecho lingüístico en el nivel gramatical de los nombres sustantivos que no siempre varían en género (respuesta que adelanto a la siguiente interrogante): “¿Puede darse, en general / al pasar de masculino / a su nombre femenino / nada más irracional?” (v. 1 a 4, e. 26). La “hembra” (sexo) “...del velo es una vela; / la del pelo es una pela; / y la del plazo es una plaza” (v. 1 a 4, e. 27). ¿Es que acaso los referentes nombrados tienen sexo? Son palabras, no seres vivos; son sustantivos invariables en género que, de paso, al conmutarlos también resultan voces parónimas.
         En la pregunta donde introduce la oposición “marido / mujer”, el juego es con la denominada heteronimia, fenómeno por el cual sustantivos de gran proximidad semántica tienen etimologías y formas diferentes para masculino y femenino: hombre-mujer, caballo-yegua, padre-madre, yerno-nuera, toro-vaca, etc.
         También, el ingenio del poeta crea trabalenguas con voces homónimas, otra relación semántica en la que dos (o más) palabras se pronuncian de manera idéntica (homófonas), pero tienen etimologías y significados diferentes: “¿hay en el cielo cometa / que cometa algún delito?” (v. 3 y 4, e. 14); “De igual manera me quejo / al ver que un libro es un tomo; / será un tomo si lo tomo, / y si no lo tomo, un dejo” (v. 1 a 4, e. 21). Tomo y dejo son verbos antónimos (tomar y dejar); pero el sustantivo tomo (libro) no puede oponerse semánticamente a dejo, por ser un verbo y en su categorización de sustantivo no denota un objeto opuesto a “una parte de una obra impresa extensa” (DLE). En la actualidad, este ejemplo lúdico se parece al juego que la gente hace al criticar el uso de la voz “aperturar” (¡urticaria!) en los bancos, diciendo: si existe aperturar una cuenta, también debería existir cerradurar esa cuenta.
         Dejo entonces este comentario lingüístico hasta aquí porque Ritos de Ilación tiene limitación de palabras (y, aquí entre nos, ya lo excedí). Tomo prestada la expresión “arbitrariedad del signo” del llamado padre de la lingüística, Ferdinand de Saussure, a principios del siglo XX, para concluir que con ese concepto de arbitrariedad juega el poeta Parellada y Molas, quien seguramente conoció las ideas del lingüista: la ciencia lingüística no es lógica, los signos lingüísticos realizados en palabras asumen esa condición arbitraria producto de las convenciones creadas por la tradición y el uso.

ue.eim.ucv@gmail.com



Referencias
Arenas Salas, Luisa T. (2016). “Celebrando el español”. Ritos de Ilación CIII (11 abr.), 1. Disponible en http://ritosdeilacion.blogspot.com/2016/04/celebrando-el-espanol-ciii.html.
Arenas Salas, Luisa T. (2016). “Celebrando el español (II)”. Ritos de Ilación CVI (2 may.), 1. Disponible en ritosdeilacion.blogspot.com/2016/05/celebrando-el-espanol-ii-cvi.html.
Parellada y Molas, Pablo (1990). “El idioma castellano”, en Escandón, Rafael. Curiosidades del idioma. Caracas: Panapo.
Real Academia Española (2006). Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2005). Diccionario panhispánico de dudas. Bogotá: Santillana.




Año V / N° CLVII / 19 de junio del 2017

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