lunes, 5 de diciembre de 2016

Expectativa y realidad ante las palabras (parte I) [CXXXIII]

Efraín Gavides Jiménez



Zumo, jugo o aguardiente de caña: guarapo 
(o warapu, del quechua)



Las palabras son abstracciones que “fijan” o “congelan” una realidad (y a nosotros dentro de ella) que está en continuo movimiento.

Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia

         Debo este rito a un creciente interés por asuntos etimológicos. Entre otras inquietudes he visto que son innumerables las veces en que las palabras nos llegan cuando somos ignorantes tanto de su origen como del rumbo que pueden imponernos, aunque las manejemos con cierta familiaridad. Lo que quiero decir es que la razón de ser primigenia de las palabras y su interpretación, el fundamento que tienen y su inmediata interpretación[1], aunque suelen ser arbitrarios, crean símbolos de uso cotidiano. Sabemos, por ejemplo, que nada tiene que ver la palabra bola (un cuerpo esférico) con la interjección ¡qué bolas! (expresar rechazo). De la misma manera, capacho (una espuerta; una planta, o su raíz) con la expresión peyorativa viejo capachero. Además sabemos que, en principio, las lenguas ejercen tal dominio por la necesidad que de ellas tenemos: la necesidad de un sistema de expresión y comunicación.
         He dicho que desconocemos el rumbo que pueden imponernos las palabras porque ante ellas, muchas veces, estamos en una situación de expectativa-realidad. Se ignora, se repele o se olvida una palabra debido a que no se logra conectarla con la experiencia como hablante. Sin embargo, no pocas personas (y en no pocas ocasiones) mantienen la esperanza de establecer la mencionada conexión, sea arbitraria o sea con una justificación conforme a la razón.
         Nuestra palabra guarapo (en rigor una bebida) denota algo cuya relación con su origen (warapu, del quechua) no nos desesperanza tanto: zumo, jugo o aguardiente de caña. Pero el símbolo guarapo (o warapu) es independiente a la imagen de la bebida. Un poco más cercana a la realidad (aunque compartiendo la suerte de las anteriores) está la sonora e iluminadora palabra traquetear, cuya mera articulación ya representa y recrea al objeto que refiere (¿una silla, una cama, un baúl?).
         La literatura, sobre todo la poesía y en general el lenguaje poético (desde la escritura y en la oralidad) es capaz de mitigar la arbitrariedad de las palabras como símbolo, como signo lingüístico[2]. Las razones de esto, en mi próximo rito.

gavidesjimenez@gmai.com





[1] Sigo aquí la definición de “etimología” del Diccionario de la lengua española: «origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma». Madrid: Real Academia Española, 2016. Diccionario en línea. Disponible en: http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc. Consulta: noviembre, 08 de 2016.
[2] Cf. Saussure, F. Curso de lingüística general, Cap. I.



Año IV / N° CXXXIII / 5 de diciembre del 2016



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