lunes, 17 de noviembre de 2014

Úslar Pietri, el erudito, ahora es un polímata [XXXI]

Edgardo Malaver Lárez

A los estudiantes de Lengua Española I del 2014
en la Escuela de Idiomas de la UCV,
que siempre me enseñan palabras.

          En un artículo que leíamos en Castellano III en la Escuela de Idiomas cuando yo era estudiante, “El tamaño del mundo” (El Nacional, 21 de septiembre de 1986, pág. A-4), que luego he utilizado en clase como profesor, Arturo Úslar Pietri deja clara la idea de que el mundo de cada quien es del tamaño de su vocabulario. Y pocos autores hay como Úslar Pietri para ensanchar, agrandar y ampliar el vocabulario de cualquier lector, por más breve que sea el texto suyo que uno está leyendo.
          Hace una semana les llevé a los estudiantes de Lengua Española I este texto para que hicieran su última evaluación del año y mientras hablábamos un poco de él, una de las muchachas me preguntó: “¿Cómo se llaman las personas que tienen muchas profesiones?”. Primero dije: “¿Sabelotodo?”, pero luego, más en serio, les expliqué lo que era un policamburista, que hace unos 20 años que no oigo ya en labios venezolanos; en menos de un minuto alguien había encontrado el término en Internet: polímata. Palabra nueva para mí. A la mitad del grupo le pareció increíble que no lo conociera.
          Busco, antes de escribir esto, la palabra polímata en el diccionario de la Real Academia y no la encuentro. Me ofrece polímita, que se refiere a los muchos colores que puede tener una tela. Sigo buscando ahora en Internet y, evitando a toda costa a Wikipedia, me tropiezo con un comentario de alguien que dice que es un neologismo que proviene del griego —todo un oxímoron, ¿no? — que significa ‘que conoce mucho’ o ‘que es capaz de aprender de muchos asuntos’, por lo cual comparte raíz con ‘matemática’. Lo busco en otros idiomas y descubro que en inglés Wordreference da polymath. Moliner no lo pone. Seco tampoco. Como no soy especialista en etimología y mucho menos en griego, me voy a contentar momentáneamente con este pequeño ensanchamiento de mi mundo de palabras.
          El quid del asunto lo veo, quizá, en la información, tampoco muy confiable, de que se trata de un neologismo. Y probablemente la señal más clara de que lo es sea que la Real Academia no lo ha incluido en su diccionario. Otro detalle que combina con el fenómeno es que a menudo nacen de alguna parte, como en todo ecosistema, por aquí y por allá, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, palabras nuevas que ha inventado gente que en algún momento ha sentido la necesidad de poner nombre a alguna idea que se le ha ocurrido. Por ejemplo, usted quiere hablar de una persona que al mismo tiempo ha sido escritor, político, periodista, diplomático, legislador, lingüista, historiador, poeta, orador, músico, abogado, profesor universitario, teólogo y traductor, todo al mismo tiempo (Cecilio Acosta, Fermín Toro, Udón Pérez, Rafael María Baralt, Andrés Bello, etc., todo el siglo XIX en pocas palabras) y no se le ocurre un hiperónimo que agrupe todos esos oficios, y se dice: “Caramba, nos falta una palabra, hay que crearla”. Y le sale... ¡polímata! ¿Y erudito? ¿Y polígrafo? ¿Y sabio? ¿Y humanista? ¿Y renacentista? ¿Y docto? ¿Y letrado?
          Por otro lado, ¿la raíz de polímata será la misma que la de autómata, la de galimatías, la de materia y la de matar? Presumo que no, pero me gustaría oír (o leer) lo que digan o consigan mis alumnos de Lengua Española I, ojalá que antes de que nos volvamos a ver en Lengua Española II.
          Si me tocara a mí hacerlo, le daría una cálida bienvenida a la palabra polímata. ¡La de palabras que al principio nos parecen extravagantes y luego se meten en nuestro mundo! Quién sabe si para mis nietos será una palabra tan común como son para mí ahora teléfono, canoa y camisa. Lo que no podemos admitirnos a nosotros mismos es actuar como la madre del patito feo: vivir feliz en su pequeñísimo mundo conocido y creer que más allá de la baranda de su jardín no había nada.


emalaver@gmail.com



Año II / N° XXXI / 17 de noviembre del 2014

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