lunes, 9 de enero de 2017

We will come back [CXXXVIII]

Edgardo Malaver



Gallegos en sus años mozos, recién casado
con doña Teotiste Arocha


 

         Los presidentes de Venezuela son ideales para legar a las futuras generaciones frases llamativas, expresiones memorables, refranes, retruécanos, gritos de guerra, hasta conjuros para atraer fanáticos. Eleazar López Contreras (1883-1973), el primer militar venezolano que lo fue hasta el día en que se convirtió en presidente, imprimió en nuestra memoria lo que parecía ser su lema en medio del confuso susto que produjo la muerte de Juan Vicente Gómez (1857-1935): “Calma y cordura”. José Antonio Páez (1790-1873) no dijo su frase más notable como presidente, sino como soldado, pero su “¡Vuelvan caras!” trocó en victoria una matanza desoladora. En la madrugada del 23 de enero de 1958, acorralado por los militares sublevados, Marcos Pérez Jiménez (1914-2001) les dijo a sus más cercanos colaboradores: “Mejor vámonos, el pescuezo no retoña”.
         La llegada de la radio hace 90 años y luego la de la televisión en los años 50 proporcionaron una forma casi inalterable, pero sobre todo rápida y sencilla, de dejar registrados estos acontecimientos lingüísticos que en muchas ocasiones han contribuido a la unidad de los venezolanos... y en unas pocas, a destruirla.
         En 1978, cuando después de dos períodos presidenciales en el poder, Acción Democrática perdió las elecciones, los periodistas abordaron a Rómulo Betancourt (1908-81) en busca de las impresiones del patriarca del partido. Él les respondió: “Les voy a decir lo que dirían los amigos americanos: we will come back”. A partir de ese momento, todos, todos, todos los venezolanos, en todas las situaciones posibles e imaginables, respondían a todo y a todos: “We will come back”. Una generación más tarde, ya nadie utilizaba la expresión, pero su presencia en el habla cotidiana venezolana fue mil veces más que omnipresente.
         Hoy en la mañana, el presidente de Venezuela, conocedor de la decisión que estaba a punto de tomar la oposición en el parlamento, bromeaba diciendo: “No sé si todavía soy presidente”. Tiene toda la sonoridad de una de esas frases que se incorporan, por lo menos largo tiempo, al habla popular (y sobre todo al humor popular) hasta que llega alguna otra que la desplaza con renovada gracia... o falta de ella. En el futuro, si esta frase trasciende, seguramente nuestros nietos se preguntarán cómo era posible que el presidente no supiera si seguía siéndolo... o que bromeara al respecto. Sin duda, no es una situación regular. Y es quizá eso lo que distingue a estas afirmaciones asociadas al poder: que nacen de una situación bastante irregular. En la democracia, por lo menos aquellas en que están más o menos derechas las cosas, se sabe con toda claridad hasta cuándo será presidente el presidente.
         En situaciones irregulares, indeseables, desventajosas estaban también López Contreras, Páez y Pérez Jiménez. Y también Betancourt. Simón Bolívar (1783-1830), el día del terremoto de 1812, también estuvo en medio de una circunstancia harto adversa que él terminó revirtiendo a su favor. ¿Y qué frase histórica hemos citado los venezolanos más que “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”?
         Por ahora (¿quién recuerda este embrujo de frase?), no existe calma ni cordura en Venezuela, y su lengua lo manifiesta como acostumbra hacerlo según el estado de la historia: crispándose, violentando al interlocutor, cercándose para no compartir nada con nadie. La lengua bien puede, digamos para imitar a Luis Herrera Campíns (1925-2007), hipotecarnos los demás sectores del espíritu. Por eso la lengua, como el petróleo, bien podría sembrarse, como diría Arturo Úslar Pietri (1906-2001), que nunca fue presidente pero fue candidato. El habla de los presidentes bien podría influir en el desarrollo de todos los demás ciudadanos. No sé qué habría que hacer para lograrlo, pero, como diría Rómulo Gallegos (1884-1967), “un día será”.

emalaver@gmail.com





Año IV / N° CXXXVIII / 9 de enero del 2017

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