Edgardo Malaver Lárez

Mafalda,
paradójicamente intemporal
Qué voraces nos hemos
vuelto. Hace unos tres días... digamos cuatro, criticábamos a los inconscientes
que repletaron la atmósfera con toda la pólvora del mundo porque comenzaba el
año 2000, creyendo que esa noche comenzaba el siglo XXI, y dentro de menos de
tres días, de ese siglo ya nos habremos consumido... ¡25 años! No un par de
semanas ni un mes, no: ¡25 años! Somos unos voraces comedores de tiempo.
Ustedes también habrán
visto aquella tira de Mafalda en que le dice a Felipe: ¿Has pensado en la
cantidad de minutos que esperan turno dentro del reloj? ¡Millones de minutos
nuevecitos que debemos usar sabiamente! El pobre Felipe, aplastado por el
peso de la reflexión, exclama: “¡Dios mío! ¡Qué responsabilidad!”. La verdad es
que este fin de año me siento como Felipe. No dejo de pensar en eso. ¿Habremos
hecho algo útil y sabio con la larguísima carretera de minutos que han pasado
frente a nosotros, o por encima de nosotros, o a un lado, en este primer cuarto
del siglo XXI? Ay, ojalá que sí, porque para tener la certeza tendríamos que destinar
una legión de minutos de los pocos que le quedan al año a hacer memoria y sacar
la cuenta.
Hay otra tira que recuerdo
y que expresa también lo que nos pasa y el hecho de que tan sólo ponerse a
pensar en el asunto ya nos quita minutos: Mafalda está conversando con
Miguelito y le dice: Cómo pasa el tiempo, ¿no? En ese momento aparece en
el dibujo una hilera de bbbzzzzzzz... Él trata de seguir el movimiento y,
al no conseguirlo, dice: No sé si eso fue un insecto o un minuto. Ojalá
que no nos pase esto muchas veces en el cuarto de siglo que se avecina.

Mafalda
intemporal, paradójicamente
(¡Hey! Esto no es para que nos sintamos mal —¿por qué me siento como si les hablara a mis alumnos?—. Lo que pretendo señalar aquí es la responsabilidad que tenemos con el uso del tiempo, que es una responsabilidad, principalmente, con nosotros mismos. Hay que estar consciente de ello, pero no creo que haya que atormentarse, miren cómo dice Mafalda que la catarata de minutos no para. Hay para todos y hay para hacerlo todo, y ni siquiera se deterioran tanto como podemos pensar. Lo que hay que hacer es lo que dice el filósofo: aprovechar el tiempo.) (Para no haber estudiado latín, no me quedó mal la traducción, ¿verdad?)
Lamento desilusionar a los
que pensaron, por el primer párrafo, que venía a dar consejos para no perder
tiempo en el 2026. No tengo talento para eso. Apenas quería desearles que disfruten
pasado mañana la Nochevieja y que el Año Nuevo amanezca hecho alegría para
ustedes. No vaya a ser que se me escapen los insectos de Miguelito intentando hacerles
una lista de buenos deseos sin ponerme sentimental. O que se les escapen a ustedes
leyendo deseos de Año Nuevo en lugar de brindar con la familia. Vayan, no me oigan
a mí.
Y si en este momento, faltando
menos de 60 horas para el final del año, se les ocurre ponerse a leer artículos
de días anteriores, no se detengan más. ¡Apaguen la pantalla! Al fin y al cabo,
en el 2026, es decir, la semana que viene, nos vamos a ver otra vez. ¡Feliz añooooo…!
emalaver@gmail.com
Año XIII / N° DXXXI / 29 de diciembre del
2025
Miriam, el idioma más bonito del mundo
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