lunes, 6 de mayo de 2024

(La che, peregrinación de una paria) [CDLIX]

Ariadna Voulgaris

 

 

 

Flora Tristán, autora de Peregrinaciones de una paria (1838)

 

 

         Después de pasar cuatro días en casa de los abuelos de Alejandra, ahora acabo de llegar a Mérida. Es de noche. Espero que me sirvan la cena en un restaurant cerca del hotel. En una mesa detrás de mí los comensales, padre, madre e hijo de unos 15 años, conversan sobre el lugar al que viajarán mañana. El lugar se llama Chiguará, que, según Google Maps, está a 51,145 kilómetros de mi mesa. Por lo que dicen, comienzo a enamorarme.

         Este nombre me seduce de tal manera con su sonoridad tan hermosamente indígena y terráquea que me decido a desviar mis planes por segunda vez en estas vacaciones. Será un paréntesis, pero el primero, en esta historia que estoy contando porque en realidad hoy pensaba escribir sobre la letra de, pero, por emoción con que hablan de Chiguará junto a mí, voy a hablar de la che.

         Es bastante más sencillo de explicar por qué esta letra (con la cual comienzan 4,24 por ciento de las palabras del diccionario) ya no tiene su propia sección en el diccionario que enseñarle a un niño cómo usar la ce delante de cada vocal. Casi basta con decir que desde 1803 (¡antes de la invasión de Napoleón!) hasta 1994 (¡madre mía, treinta años!), fue considerada una sola letra del alfabeto, a pesar de que estaba compuesta de dos, y fue así porque durante 190 años se tenía como suficiente la evidencia de que los dos caracteres, como sucedía con la elle, representaban un solo sonido (el de chino, por ejemplo, el de choza o el de hacha) y, por ende, la che era descrita como la cuarta letra del alfabeto español. A mí me parece más que suficiente ese argumento, pero a los actuales miembros de la Academia no les gusta... o por lo menos se han vuelto mayoría.

         Ciertamente, casi basta con eso, pero podemos ser más detallistas. La Ortografía de la Academia (2010) explica que a partir de la edición de 1992, una vez desalojadas de su habitación propia, las palabras comenzadas por che se ordenaron al final de la sección de la ce, después de las comenzadas por cu-: cháchara, por tanto, aparecía después que cuñado. Más tarde, el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, de 1994, decidió que, aunque debíamos seguir considerándola un dígrafo, a la hora de ordenar palabras ortográficamente sí debíamos separar la ce de la hache. De modo que para la vigésima segunda edición (2001), las palabras comenzadas por che aparecieron flanqueadas por las comenzadas por ce- y las comenzadas por ci-, o sea, primero cena, después chasquido, cheque, chinche, chocolate y chusma, y más tarde cisne; el pobre cuñado, que nueve años antes las precedía, quedó unas cuantas páginas más adelante. Las que contienen la che en su interior (como ocho o colcha) también tuvieron que moverse de lugar. Así están ahora.

         No es, empero, la primera vez en la historia que la che ha debido tragar grueso y aceptar los cambios que la historia de la lengua le ha impuesto. Ya en el pasado nuestros bisabuelos tuvieron también a escribir, prescindiendo de la che, palabras que, de niños, habían aprendido con ella. Por ejemplo, cristianismo, cronológico o crisol, que en la época del primer diccionario de la Academia, 1726-39, se escribían christianismo, chronologico y chrysol. Pero siéntense, que se van a caer para atrás: ¡canciller, querubín y coro se escribían chanciller, cherubín y choro! Aunque en lingüística no cabe clasificarlo más que como una señal de la evolución de la ortografía, este hecho equivale, en geografía, al despojo de una parte del territorio de un país. Los grupos de defensa de los derechos históricos y lexicográficos de la che (no es chiste: existen) no pierden oportunidad de señalarlo.

         A la che, después de tanto recorrido, sólo le faltaría que, a lo Flora Tristán, su marido le dispare en la calle para quitarle lo poquísimo que le queda, lo que hasta lo que su propia familia le niega. En los últimos tiempos, mucha gente la llama en realidad “ce hache”, desatentos a su prolongada peregrinación por el alfabeto. Ya parece saña.

         Llego a mi hotel después de la cena y un breve paseo. Un paseo más minucioso lo daré pasado mañana, cuando vuelva a Mérida. En la recepción, como también estoy peregrinando en estas vacaciones, acabo de contratar un taxi para ir mañana temprano a Chiguará.

 

Mérida, 19 de abril del 2024

 

ariadnavoulgaris@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLIX / 6 de mayo del 2024

 

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