Ariadna Voulgaris
Flora Tristán, autora de Peregrinaciones de una paria (1838) |
Después de pasar
cuatro días en casa de los abuelos de Alejandra, ahora acabo de llegar a Mérida.
Es de noche. Espero que me sirvan la cena en un restaurant cerca del hotel. En
una mesa detrás de mí los comensales, padre, madre e hijo de unos 15 años,
conversan sobre el lugar al que viajarán mañana. El lugar se llama Chiguará, que,
según Google Maps, está a 51,145 kilómetros de mi mesa. Por lo que dicen, comienzo
a enamorarme.
Este nombre
me seduce de tal manera con su sonoridad tan hermosamente indígena y terráquea
que me decido a desviar mis planes por segunda vez en estas vacaciones. Será un
paréntesis, el primero, en esta historia que estoy contando porque en
realidad hoy pensaba escribir sobre la letra de, pero, por la emoción con que
hablan de Chiguará junto a mí, voy a hablar de la che.
Es bastante
más sencillo de explicar por qué esta letra (con la cual comienzan 4,24 por
ciento de nuestras palabras) ya no tiene su propia sección en el
diccionario que enseñarle a un niño cómo usar la ce delante de cada vocal. Casi
basta con decir que desde 1803 (¡antes de la invasión de Napoleón!) hasta 1994
(¡madre mía, hace treinta años!), fue considerada una sola letra del alfabeto, a pesar
de que estaba compuesta de dos, y fue así porque durante 190 años se tenía como
suficiente la evidencia de que los dos caracteres, como sucedía con la elle,
representaban un solo sonido (el de chino, por ejemplo, el de choza o
el de hacha) y, por ende, la che era descrita como la cuarta letra del
alfabeto español. A mí me parece más que suficiente ese argumento, pero a los actuales
miembros de la Academia no les gusta... o por lo menos se han vuelto mayoría.
Ciertamente,
casi basta con eso, pero podemos ser más detallistas. La Ortografía de
la Academia (2010) explica que a partir de la edición de 1992, una vez desalojadas
de su habitación propia, las palabras comenzadas por che se ordenaron al final
de la sección de la ce, después de las comenzadas por cu-: cháchara,
por tanto, aparecía después que cuñado. Más tarde, el X Congreso de la
Asociación de Academias de la Lengua Española, de 1994, decidió que, aunque
debíamos seguir considerándola un dígrafo, a la hora de ordenar palabras
ortográficamente sí debíamos separar la ce de la hache. De modo que para la
vigésima segunda edición (2001), las palabras comenzadas por che aparecieron flanqueadas
por las comenzadas por ce- y las comenzadas por ci-, o sea, primero
cena, después chasquido, cheque, chinche, chocolate
y chusma, y más tarde cisne; el pobre cuñado, que nueve años
antes las precedía, quedó unas cuantas páginas más adelante. Las que contienen la
che en su interior (como ocho o colcha) también tuvieron que
moverse de lugar. Así están ahora.
No es,
empero, la primera vez en la historia que la che ha debido tragar grueso y
aceptar los cambios que la historia de la lengua le ha impuesto. Ya en el
pasado nuestros bisabuelos tuvieron también a escribir, prescindiendo de la che,
palabras que, de niños, habían aprendido con ella. Por ejemplo, cristianismo,
cronológico o crisol, que en la época del primer diccionario de
la Academia, 1726-39, se escribían christianismo, chronologico y chrysol.
Pero siéntense, que se van a caer para atrás: ¡canciller, querubín
y coro se escribían chanciller, cherubín y choro! Aunque
en lingüística no cabe clasificarlo más que como una señal de la evolución de
la ortografía, este hecho equivale, en geografía, al despojo de una parte del
territorio de un país. Los grupos de defensa de los derechos históricos y lexicográficos
de la che (no es chiste: existen) no pierden oportunidad de señalarlo.
A la che,
después de tanto recorrido, sólo le faltaría que, a lo Flora Tristán, su marido
le dispare en la calle para quitarle lo poquísimo que le queda, lo que hasta su propia familia le niega. En los últimos tiempos, mucha gente la llama en
realidad “ce hache”, desatentos a su prolongada peregrinación por el alfabeto. Ya
parece saña.
Llego a mi hotel
después de la cena y un breve paseo. Un paseo más minucioso lo daré pasado
mañana, cuando vuelva a Mérida. En la recepción, como también estoy peregrinando
en estas vacaciones, acabo de contratar un taxi para ir mañana temprano a
Chiguará.
Mérida, 19 de abril
del 2024
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año XII / N° CDLIX / 6 de mayo del 2024
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