lunes, 15 de agosto de 2022

Peroajá [CCCLXXXVII]

Álvaro Durán Hedderich

 

 

 

Hoy podría arar la tierra, peroajá...
La partida hacia el campo (1894),
de Emilio Boggio

 

 

         Nuestro idioma se nutre de un sinnúmero de interjecciones y expresiones, tanto propias como prestadas de otras lenguas. Entre las propias, encontramos el ajá, definida de la siguiente forma por la RAE: “interj. coloq. U. para denotar satisfacción, aprobación o sorpresa”.

         Esta expresión seguramente forma parte de tu vida cotidiana y es probable que la uses un centenar de veces en el día sin notarlo, incluso por Whatsapp.

         Sin embargo, vamos a hablar de una expresión un poco más compleja dentro de la venezolanidad: el pero ajá. El peroajá podría definirse en cuanto a su función como un reemplazo de todo lo que el receptor del mensaje podría sobreentender en un contexto dado. Les doy un ejemplo:

 

La clase comienza a las 5 de la mañana. Me podría levantar tempranito, pero ajá…

 

         Acá es donde entra ese místico universo de la interpretación de cada quien. Todo va a depender del previo conocimiento que tengan los interlocutores sobre cada uno, sus rutinas, sus comportamientos habituales, el contexto, y demás factores que podría seguir enumerando, pero ajá…

         Acá les dejo unas posibles interpretaciones del ejemplo: podríamos entender que el emisor es perezoso y no quiere despertar tempranito para asistir a esa clase a las 5 am. Podríamos pensar que, aunque podría levantarse, quizá no hay transporte público desde su casa para llegar a tiempo. Si la clase es online, entonces podríamos pensar que no se despertará a las 5 am porque se metería en problemas al despertar a otros miembros de su familia. O podría ser lo mismo que dijimos de primero; un tema de pereza, aunque sea una clase online.

         Como les dije, las interpretaciones estarán sujetas al contexto y al conocimiento previo que tengan los interlocutores. Lo que sí es indudable es que el pero ajá representa una complicidad entre los interlocutores y, a la vez, una contrariedad. Es decir, el ajá se nutre de la esencia del pero y la connotación termina siendo adversa a un enunciado o supuesto inicial, pero no se termina de decir el qué, haciéndole honor a la frase de “a buen entendedor, pocas palabras”.

 

alvdh27@gmail.com

 

 

 

Año X / N° CCCLXXXVII / 15 de agosto del 2022

 

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