martes, 23 de marzo de 2021

La primera carta de un niño rico [CCCXLIX]

Edgardo Malaver

 

 

Carmen Molina como María Teresa en Simón Bolívar (1942),
de Miguel Contreras Torres

 

 

 

         El 4 de enero les prometí que los dejaría descansar de Simón Bolívar hasta el 20 de marzo. En esa fecha, pero del año 1799, escribió Bolívar su primera carta —la primera de que se tenga noticia—, a la edad de 16 años, desde Veracruz, México. ¿Qué hay en esa carta que nos llama la atención hoy? Pues lo mal que, por lo visto, escribía el Libertador a los 16 años. Afortunadamente, en la adultez ya escribe mejor, pero en 1799, considerando la clase social del autor y la educación que sabemos que había recibido hasta el momento y el prestigio intelectual de sus maestros, cualquiera diría que sus errores son más bien pueriles e incomprensibles.

         Lo relevante es que en realidad no es así. La carta, dirigida a su tío Pedro Palacios y cuya sola lectura nos ahorra la investigación de los detalles circundantes a ella y a su autor, contiene palabras que el joven Bolívar escribe como si nunca antes hubiera escrito nada y apenas intuyera, por la pronunciación, la ortografía de muchas de ellas. Escribe, por ejemplo: “Mi llegada a este puerto ha sido felismente...”; “...nos hemos detenido aquí con motibo de haber estado bloqueada la Abana...”; “...podía escribir a usted mi situasión, y partisiparle mi biaje que ise a México...”. Andrés Bello, Simón Rodríguez y el Padre Andújar lo habrían dejado sin orejas, de haber tenido la carta entre manos.

         Hoy, sin embargo, somos capaces de entender que, para 1799, no estaban tan ampliamente difundidas las reglas de ortografía que la Real Academia había publicado en 1741, sobre todo de este lado del mar; además, en ese momento no eran tan coherentes como en ediciones posteriores. En estos días he descubierto que Andújar alguna vez se quejó con los tutores del benjamín de los Bolívar con respecto al escaso esfuerzo que hacía el muchacho para aprender estas y otras cosas, pero esto no es suficiente explicación de que escribiera yjo en lugar de hijo, hoi en vez de hoy, nabegasión y no navegación.

         Al contrario, hay que decir que Vicente Lecuna, el gran recopilador de los documentos de Bolívar, afirma que en el original se observa que el futuro Libertador había comenzado a corregir la carta, aunque no pasó de la mitad. (Yo, en estos días, intentando ponerme en su lugar, he imaginado al niño don Simón tratando de corregir la carta a toda prisa antes de que zarpara el barco que salía para Maracaibo y, cuando ya no pudieron esperarlo más, tuvo que entregarla sin haber terminado, sin poder transcribirla corregida, lamentando la vergüenza que pasaría con su tío y sus hermanos cuando leyeran la carta en Venezuela.)

         En suma, es más un caso de poca experiencia que de ignorancia. De hecho, ese mismo adolescente, que viaja solo desde Caracas para Madrid, con escala en La Habana, pero que tiene que pasar más de un mes varado en Ciudad de México, y que después de tres años en Europa regresa a casa más rico que antes y de la mano de una esposa, en su segunda carta al mismo tío Pedro —son los documentos 1 y 2 en el archivo de Lecuna—, fechada el 30 de septiembre de 1800, apenas un año y medio después, escribirá de esta casi cervantina manera:

 

Estimado tío Pedro:

No ignora usted que poseo un mayorazgo bastante cuantioso, con la precisa condición de que he de estar establecido en Caracas y que a falta de mí pase a mis hijos, y de no, a la casa de Aristiguieta, por lo que atendiendo yo al aumento de mis bienes para mi familia, y por haberme apasionado de una señorita de las más bellas circunstancias y más recomendables prendas, como es mi señora doña [María] Teresa [Rodríguez del] Toro, hija de un paisano y aun pariente, he determinado contraer alianza con dicha señorita para evitar la falta que pueda causar si fallezco sin sucesión, pues haciendo tan justa liga querrá Dios darme algún hijo que sirva de apoyo a mis hermanos y de auxilio a mis tíos.

 

         Una vez a la cabeza del Ejército Libertador, Bolívar escribió cientos y cientos de documentos que declaran sostenidamente la profundidad de su conocimiento cultural y sus habilidades lingüísticas. Las normas escritas de la lengua (y las normas de la lengua escrita), como las no escritas (o sea, las de la lengua hablada), han seguido evolucionando y son imparables; por fortuna, esta evolución no es tan rápida como para impedirnos captar enteramente el sentido de una carta de hace 222 años, aun minada de errores, que, por cierto, no notaríamos si nada más nos la leyeran y no la viéramos con nuestros propios ojos.

         La ortografía ha sido compañera de viaje de los Bolívar desde que en el siglo XVI llegó a América el primero de la familia que vino a buscar aquellas ciudades de calles hechas de oro que llegaron describiendo los primeros que regresaron a España con Colón. En 1569, Simón de Bolíbar el Viejo (1532-1612), al llegar a Caracas, se cambió el apellido alterando solamente la segunda be por una ve. Y el Viejo debe haber sido, como su célebre descendiente, habilidoso con la pluma porque en poco tiempo logró que se abriera en Caracas el Seminario de Santa Rosa de Lima, donde residiría después la Real y Pontificia Universidad de Caracas, que el Libertador rebautizaría en 1827 como Universidad Central de Venezuela.

         Al final, el revoltoso niño rico se salvó de los halones de orejas de sus sabios maestros de origen humilde.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año IX / N° CCCXLIX / 20 de marzo del 2021

 



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