lunes, 30 de octubre de 2017

¿Mami o príncipe? ¿Cuál utilizas tú? [CLXXVII]

Marcela Larrea


 
“Mi Vido” y “mi Ciela”, Orlando Urdaneta 
y Caridad Canelón en Elizabeth (1981)


         Cuando se habla con alguien, entra en juego una cantidad de movimientos o señales que le permiten al otro interlocutor definir cómo se siente uno y aceptar ciertos sucesos o palabras. Es así como, en medio de tantas cosas complejas que nadie analiza cuando habla con otra persona, se pone de manifiesto si hay confianza o no, y si la hay, uno como emisor se deja llevar por la comodidad, la libertad e incluso por los sentimientos; de allí que aparezcan miles de frases o palabras que solo son comprensibles dentro de un grupo de personas muy específico o dentro de una pareja. Esto es tan cierto que una amiga mía tiene un grupo de amigos a los que llama “la gente lunes”, solo ellos saben por qué se llaman así. Entonces queda claro que solo ellos están conscientes de esa realidad, su realidad.
         Ahora, en esta ocasión nos podríamos poner un poco pragmáticos y hacer un breve análisis, tal vez un tanto personal, sobre el uso que les damos a los vocativos en nuestro día a día y de cómo están cargados de una gran cantidad de información y significación sin que nos demos cuenta. Los vocativos, palabras “mágicas” que usamos para llamar o referirnos a una persona a la que nos dirigimos, pueden tener su origen en cualquier objeto o situación. Solo trataré de mostrarles cómo ponemos una gran carga semántica en cada vocativo que usamos.
         Desde mi punto de vista y habiendo realizado un análisis un poco introspectivo de mi propia realidad, les diré que me caracterizo por ser una persona muy cariñosa y por lo tanto en mi sistema de comunicación abundan frases y palabras como cariño, bella, mi amor y muchas más. Sin embargo, recientemente me di cuenta de que no soy fanática de usar vocativos con adjetivos posesivos, por ejemplo, mi vida, mi peluche, mi cielo, mi amor —este último puede ser que en algunas ocasiones, pero créanme que tiene demasiadas especificaciones como para explicarlas aquí—. En otras palabras, en mi vocabulario no existen comúnmente ese tipo de palabras; lo que podría significar que no me gusta apropiarme de las cosas, de las personas; esto me hace pensar en el hecho de que nunca me he considerado un persona celosa y que me gusta dejar ser a los demás.
         En mi haber hay una cantidad incalculable de vocativos que uso con la gente; pero los que uso en momentos especiales les aseguro que tienen mucha historia y muchos sentimientos. Pero como esto se trata de analizar algunos vocativos, les presentaré dos de los que se podría creer que están relacionados con la sobreprotección y así empezaré con uno de los más populares en Venezuela, el famoso mami. Casi en cualquier lugar de la ciudad se puede escuchar a algún hombre decirle a su compañera de vida o pareja “mami”. ¿A cuántos les desespera esto? Imagino que a miles; el principal problema con esta palabra es cuán relacionada que está con los estratos sociales más bajos; sin embargo, lo primero que veo es la sustitución de una entidad o persona por otra; básicamente, sería como yo dejo a mi mamá en su casa, pero en la nuestra tú (mi pareja) debes cumplir más o menos los mismos roles que mi madre. En otras palabras, debes cuidarme, lavar mi ropa, alimentarme y hacer todo lo que debería, supuestamente, hacer una madre con su hijo; ahora mi pregunta: ¿usted realmente buscaba un sustituto de su madre o simplemente buscaba una pareja con quien compartir la vida? Aplíquese también al papi, pero ¿qué se estaría buscando en este caso? La respuesta se la dejo a ustedes.
         Luego tenemos el también conocido bebé (o beibi). De nuevo llegamos al tema maternal o paternal. Este sería algo así como el niñito al que consiento, al que malcrío, al que apapucho; y así se puede continuar con el tema de sobreprotección y yo hago todo lo que esté a mi alcance para complacerte y cuidarte, así como se hace con los bebes. Con esto no quiero decir que demostrar cariño o amor es malo, por el contrario es maravilloso que te quieran y te consientan y te malcríen; aquí solo quiero mostrar todo lo que decimos con una sola palabra.
         Ahora les presento uno de los más comunes en el entorno alimenticio, gordo(a). Esto no significa que se esté literalmente gordo, tal vez solo haya algo de sobrepeso. Este gordo gira en torno a la comida, es algo que puede estar relacionado con la forma en que nos manifiestan cariño y a veces no queda otra opción que pensar en el viejo dicho de las abuelas, que reza: “el amor entra por el estómago”. Intercambiar comida, comprar dulces, cocinar juntos, preocuparse por el peso o la salud del otro está más que representado en el gordo(a). A veces el solo hecho de compartir un dulce dice mucho más que esta palabra.
         En la última categoría entran los que giran en torno a reconocer las situaciones o los hechos. Uno de los comunes que mencioné anteriormente es mi amor; decir este vocativo implica haberse dado cuenta de que esa otra persona es tu amor, es darse cuenta de que te enamoraste, tal vez es ese amor en el que no se sabe cómo ni cuándo llegó pero ahora está allí. Por cuestión de gustos y preferencias, ya saben que prefiero un “amor” a un “mi amor”; ha de suponerse que reconocer que se está enamorado debe ser un éxtasis, pero no todos tienen la misma suerte. Eso sí, les recomiendo que nunca se guarden un te amo. Les aseguro que decirlo directamente es mucho mejor que hacerlo de forma indirecta.
         En este mismo orden, aparecen otros vocativos como cielo. ¿Qué es el cielo, dónde está? Ese cielo sería la representación de la claridad y la oscuridad, o de la calma y la tormenta, o tal vez de lo inalcanzable —otro concepto un poco real pero bastante abstracto, al igual que el amor—. Si bien el cielo parece inalcanzable, en algunas ocasiones se puede alcanzar; si no, ¿por qué existen los astronautas? Hay que fijarse bien en cuál de las opciones que les presento pueden estar pensando cuando dicen un cielo; en mi caso siempre ha sido lo inalcanzable.
         Como regalito, especialmente para las mujeres, les dejo el mejor o el peor de todos los vocativos: príncipe. Este tiene una gran carga, sobre todo para las mujeres, porque decirle príncipe a un hombre puede significar dos cosas: uno, lo idealizaste, tanto que ya no ves más allá de tus narices y no logras ver ni un solo defecto, lo que en mi opinión personal es un error, ya que todos tenemos virtudes, pero también defectos; dos, lo convertiste en el héroe de tu historia; sí, así como en los cuentos de hadas y eso también podría considerarse un poco irreal, ya que esa persona no podrá rescatarte siempre, como lo hacen los príncipes; en pocas palabras, el uso de este vocativo es idealizar o pedir auxilio para que alguien llegue a rescatarte. No negaré que lo he usado pero con cuál de los dos significados, eso se lo dejaré a ustedes.

larreamarcela13@gmail.com




Año V / N° CLXXVII / 30 de octubre del 2017

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