lunes, 2 de diciembre de 2024

Síndromes literarios venezolanos (III): Luz Caraballo [CDLXXXIX]

Edgardo Malaver

 

 

 

Doris Wells representa a Luz Caraballo en 1975

 

 

         Y esta semana me tocó a mí la loca Luz Caraballo. Y a mí también, a menudo, me dan ganas de abrazar a esta mujer que lo perdió todo, que incluso se perdió a sí misma. En su extravío, se parece a todos nosotros, su caminar es el nuestro y la Venezuela que la agrede persigue es la misma... todavía.

         El tercer síndrome literario venezolano que hemos identificado está basado, como ya adivinaron, en el poema “Palabreo de la loca Luz Caraballo” (1936), de Andrés Eloy Blanco (1896-1955). El conocidísimo poema, entre descripciones del solitario ambiente andino, de la pobreza y del hambre, nos insinúa detalles de la historia de una mujer que lo ha perdido todo. La soledad y privación de la protagonista son producto de la pérdida y el dolor, del abandono de su marido y de la muerte de sus hijos. Luz Caraballo camina por las montañas buscándolos, confundiéndolos con sus ovejos, contando los luceros como si fueran niños.

         Muchos nos aprendimos este poema en la infancia por diferentes razones. Las mías, que ya he explicado en otros artículos, pueden resumirse diciendo que de pequeño me memorizaba los poemas para recitárselos a mi madre y que ella me abrazara.) De todas maneras, el ritmo regularísimo del texto, su rima más bien bailarina, el muy habilidoso desglosamiento del intertexto expreso al principio del texto —y no iba a hacerlo ahora, pero hay que mencionar, también, el contrapunto matemático que surca todo el poema entre el cinco y el diez, entre las manos y los pies, entre la memoria y la locura, entre las estrellas y las montañas—, todos estos elementos de fondo y de forma son inmensamente atractivos para mí. Y la historia del doloroso amor de Luz Caraballo. Me intrigaba, sin tener conciencia de ello, esa hermandad entre una historia tan triste y unas palabras tan melodiosas.

         Y ahora, después de tanto tiempo, germina en mi mente la idea de que Luz Caraballo y su soledad pueden representar a todos esos sujetos que han sufrido las pérdidas más ensordecedoras y crueles de la vida, una tras otra, sin piedad alguna de la vida ni las circunstancias, y, “sin calor de nadie y sin consuelo”, como diría Miguel Hernández, gente que se hallan acorralados en un mundo demasiado extenso, hostil a más no poder, despiadado y sin posibilidad de una remota vuelta atrás. Estas personas, cuyas mentes se dan por vencidas ante la masa incalculable del dolor, cuyas conciencias terminan explotando de tanta avalancha que los entierra en el fondo, cuyos corazones sucumben al abismo de tanto veneno que les inyecta la fatalidad... esas personas sufren lo que podríamos llamar el síndrome de Luz Caraballo.

         En los tiempos de la juventud de Andrés Eloy Blanco debe haber perdido el juicio muchísima gente que se veía encerrada en un país que sólo daba oportunidad a aquellos que bajaban la cabeza ante el gobierno autoritario de Juan Vicente Gómez. Miles de madres como Luz perdieron a sus hijos a manos de los torturadores de Gómez, miles vieron a sus maridos deteriorarse paulatinamente y morir por causa de los trabajos forzados, miles los despidieron en un puerto para no verlos nunca más. Muchísimas de ellas no volvieron a recibir ni una sola carta, como Luz Caraballo.

         El propio escritor y su familia, apenas comenzó el siglo XX, habían sido “encerrados” en la isla de Margarita por la oposición que el padre le hacía a la dictadura. Y de adulto, le tocó a él escribir cartas a su novia desde La Rotunda. Y más tarde, desde la Seguridad Nacional, a su esposa. Y más tarde, irse de Venezuela para no volver nunca más con vida.

         Usted que está leyendo esta historia, ¿recuerda algún lugar donde pueda haber aparecido alguna situación similar más recientemente? Hambre, represión, desamparo, indefensión, persecución, cárcel, exilio, ausencia, muerte. Qué difícil debe ser no volverse loco. Qué difícil debe ser no adquirir el síndrome de Luz Caraballo.

         En su severa soledad, a Luz Caraballo la hemos perdido como una llama que se apaga. En la bruma que ha invadido su mente, Luz Caraballo ya ni siquiera llora, apenas si recuerda... y cuenta, pero cuenta, de cinco en cinco, astros del cielo.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XII / N° CDLXXXIX / 2 de diciembre del 2024

 

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