lunes, 9 de septiembre de 2024

El guion de la ciencia-ficción [CDLXXVII]

Edgardo Malaver



Primera novela de ciencia-ficción de autor
venezolano: Pepe Alemán (1933)




No bien apareció, la semana pasada, el breve comentario que hice sobre la palabra robot, me escribió nuestra amiga Ariadna Voulgaris para preguntarme por qué le ponía guion al término ciencia-ficción. Aunque la alegría mayor es que me haya preguntado, le he explicado que es ahora, en el siglo XXI, cuando veo que otros escriben el término sin guion. Traigo la costumbre de ponerle guion a este término desde la época en que comencé a leer las novelas de Isaac Asimov y de Robert Heinlein, en mi adolescencia, y aunque la memoria hace con los recuerdos lo que le da la gana, yo recuerdo que en aquellos días siempre veía unidas con guion las dos palabras. La memoria es tan tercamente fiel a lo que uno quiere recordar que hasta recuerdo haberle explicado a alguien en el liceo —¿habrá sido a mi compañera Paula Rojas, de quinto año?— que, escrito así, significaba que las historias eran “al mismo tiempo científicas e imaginarias”. Así lo sentía yo al leerlas, así parecían querer mostrárnoslas los autores. Me encontraba en aquellos textos aparatos que, sin fuego, sin ingredientes, sin habilidades culinarias, ofrecían a los personajes exquisitos y nutritivos platos, para lo cual estos apenas tenían que tocar un botón. Estos aparatos, sin embargo, respetaban por ejemplo la ley de la gravedad. Si algo tropezaba con ellos, se caían al piso, incluso se estropeaban. Había personajes que ni siquiera sabían que en un pasado remotísimo había existido la Tierra, pero eran capaces de explicar la naturaleza del sonido de la Pequeña serenata nocturna que era perfectamente racional y perfectamente artística. Los personajes pertenecían, por ejemplo, a una especie del futuro, heredera nuestra, pero las emociones y el arte eran parte de su ciencia.

Además de esto, que debería ser suficiente para usar el guion, ¿qué habrá influido en mí para que lo hiciera con tanta convicción hasta ahora? ¿Habrá sido la forma sci-fi, en inglés, que nadie escribe de otro modo? (Cosa curiosa, por cierto, porque, observo ahora, al nombre completo tampoco le ponen guion en inglés.) Ariadna cree que es “un caso de rebeldía galileana”, pero yo no soy capaz de tanto heroísmo. Tiene que haber alguna otra razón... que implique menos riesgo.

Como todas las fuentes que lo mencionan, leo lo que dice la Academia al respecto. Para resumir, afirma que hay que escribirlo sin guion (ver 1.3.a. Sustantivos). Sin embargo, la explicación que da me convence precisamente de lo contrario, y los ejemplos que pone me hacen pensar que tan loco no estoy. La Academia lo trata de simple “composición” de sustantivo más sustantivo, y no sé si se refiere a lo que en otros momentos se ha llamado aposición. Lo que sí es coherente en la explicación de la Academia es la distinción que hace entre las uniones ocasionales y las permanentes entre dos sustantivos, pero ciencia ficción se distingue en ambos conjuntos por el hecho de que el núcleo del sintagma es el segundo sustantivo y no el primero, como en todos los demás casos. En ese detalle puede estar la falla del argumento.

Ya estaba a punto de admitir ante mí mismo que había cometido ese error tan sencillo durante toda mi historia de lector —y claro que sí, considerando la norma, es un error—, cuando descubrí en mi computadora un artículo de esos que voy recolectando porque pienso que pueden ser útiles para mis clases y luego, sin que yo lo decida, pasan meses antes de que los lea. El artículo se titula “¿Qué clase de ciencia es la ciencia ficción?”, de Guillermo Rojo, aparecido en la revista española ABC Cultural el 15 de octubre del 2022. Aunque este autor está más interesado en expresar que el término science fiction debería llamarse más bien ficción científica, que es lo que significa, me da la idea de que, expresándolo así, el proceso de comprensión del nombre es sencillo y natural, típico de la lengua española, mientras que la “defectuosa” traducción como ciencia ficción (que ciertamente es defectuosa) requiere un esfuerzo que no muchas veces llega a buen puerto en la mente del lector. Es cierto que un coche bomba es un vehículo automotor que en algún momento explotará, y un perro guía es un animal que conduce a una persona ciega por la calle, pero la ciencia ficción no es una ciencia que existe solamente en la imaginación de un escritor. El solo título de Rojo, que con razón es interrogativo, nos revela desde antes de empezar a leer, este “pequeño” “problema” que no es únicamente terminológico. También es de traductivo y a mí me da la valentía que me faltaba para conservar mi visión sobre el guion de ciencia-ficción.

En mi mundo, donde la ciencia es tan importante como la ficción, la definición de la ciencia-ficción como subgénero literario narrativo y toda su evolución (que no esperó el siglo XX para iniciarse) admiten pocos desvíos de aquella idea elemental que debo haber encontrado en algún texto de los que leía en antes de terminar la secundaria: “historias que son al mismo tiempo científicas e imaginarias”. Estas historias contienen de todo, menos especulación vacía o superficial. Cuando es así, no son literatura y, por ende, no tienen nada que buscar en nuestros análisis. Lo que no puede dudarse es que juntos, conocimiento científico e imaginación artística componen un híbrido fascinante y notable. Sea, pues, también su nombre un híbrido que exprese cohesión y no dispersión entre sus componentes.


emalaver@gmail.com




Año XII / N° CDLXXVII / 9 de septiembre del 2024


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