lunes, 16 de agosto de 2021

Los micifuces [CCCLXII]

Luis Roberts

 

 

 

Foto de familia de los... Aristomicifuces

 

 

         Acabo de disfrutar por partida doble, gracias al “cuento” de Edgardo y al artículo de Antonio Peña, de la rentrée de Ritos, y he pensado que la mejor manera de combatir los 42 grados de temperatura a las 8 de la noche que estoy padeciendo, es reincorporarme yo también a Ritos, escribiendo alguna precisión sobre este artículo, cuya idea central comparto con el autor y con mi querida y admirada Yajaira Arcas.

         Dicha precisión estriba en cambiar lo “imposible” por lo “muy difícil”. De hecho, se traduce poesía desde hace siglos, con diferentes resultados, con mayor o menor fortuna, como en toda traducción. Traducir poesía es lo más difícil que hay en el mundo de la traducción, más incluso que traducir humor. El humor se basa casi siempre en referentes culturales, a veces muy locales, cuya traducción difícilmente puede hacer esbozar la más mínima sonrisa al lector del texto traducido. La poesía, como dice Jakobson a causa de las rimas, de las asonancias, de los efectos del ritmo y, en mayor medida, de todos los fenómenos de versificación que caracterizan el texto poético, es un tipo discursivo en el que “las representaciones verbales (fonéticas y semánticas) atraen sobre ellas una atención mayor” que en el lenguaje normal. Por ello, es muy frecuente que la poesía la traduzca un poeta, y el humor, traductores con un gran sentido del humor, en ambos casos, en la traducción de la poesía y del humor, se evidencia muy frecuentemente, por necesidad las más de las veces, que no por mediocridad, el adagio de traduttore traditore, pero como contrapartida, realza la capacidad y el rol creativo del traductor.

         En mis clases de Estilística Comparada del Francés, iniciaba la materia distinguiendo la estilística comparada de la estilística a secas, como parte de la crítica literaria, y hacíamos un análisis estructuralista de «Los gatos» (Les chats) de Charles Baudelaire, uno de los poemas más traducidos y a más lenguas, de la literatura, junto con «El cuervo» (The Crow) de Edgar Allan Poe. Recuerdo la mirada aterrorizada de muchos alumnos a quienes se les sacaba de su rutina de traducir textos sobre la industria petrolera, pero también la sonrisa agradecida y expectante de otros.

         Hace ya más de 15 años, una alumna, María del Valle Bello, hizo una traducción académica y lingüísticamente perfecta de Les chats, con su estructura de soneto, respetando la rima, con una traducción muy cerca de la literalidad, para hacerlo aún más difícil, que mereció la mayor puntuación, pero cuál no sería mi sorpresa cuando vi que me adjuntaba, como bonus, una versión libre «a la venezolana», que he conservado y que quiero adjuntar aquí, como homenaje a ella, a Mava, y a todos los traduttori traditori, a quienes además les sobra capacidad creativa, como a todo buen traductor.

 

Los micifuces

 

Los tórtolos empedernidos y las lumbreras abstinentes

al hacerse veteranos, aman igualmente,

al rey de la casa, micifuz manso y omnipotente,

holgazán como ellos y friolento hasta pelar los dientes.

 

Amigos de la ciencia y del erotismo,

buscan la mudez y el espanto en la negrura;

serían los tétricos recaderos del Abismo,

si al volverse cachifos no perdieran la compostura.

 

Tienen la fantasía de ser encopetados

como las larguiruchas esfinges de lugares apartados,

que parecieran echarse un camarón infinito;

 

están sus riñones prolíficos llenos de chiribitas mágicas

y unas motas de oro, que parecen granitos,

titilan casi invisibles en sus pupilas enigmáticas.

 

luisroberts@gmail.com

 

 

 

 

Año IX / N° CCCLXII / 16 de agosto del 2021

 



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