lunes, 16 de febrero de 2015

¡Zapatazos! [XLIV]

Luisa Teresa Arenas Salas


            Un grito de nostalgia: ¡Zapatazos! Una palabra muy sentida hoy que quizás despierte en muchos de nosotros recuerdos de una travesura infantil: la voz de una madre cuya indignación quedó realizada en un hecho lingüístico convertido en acción al sentir el golpe de un zapato que lastima una parte del cuerpo simultáneamente con el eco del último sonido [áso] del enunciado irancundo: ¡Muchacho, te voy a dar un zapatAAAZO!, más el golpe certero, doliente, inesperado.
            Pero no es de ese “zapatazo” aleccionador del que deseo hablar, sino de ese otro ¡Zapatazo! nostálgico que produce la desaparición física del MAESTRO DE LA CARICATURA, Pedro León Zapata. El ¡Zapatazo! que ha golpeado durante 50 años nuestro país desde la página de opinión de El Nacional y que a partir de hoy, 6 de febrero de 2015, silencia sus golpes opinadores dejando un vacío editorial como “si perdiéramos un brazo”, en palabras de Miguel Henrique Otero, su director. Y, en mi caso, como si perdiera no solo el brazo sino la muleta en la que me apoyaba en mis clases: sus caricaturas como recurso didáctico.
            Al leer los Zapatazos de Zapata se activaba en mí el proceso dialéctico característico del humor: de la risa al pensamiento. Sucedía algo así como un minuto de risa y diez de reflexión sobre la Venezuela del momento dibujada en sus geniales trazos llenos de coraje y lucidez y la Venezuela utópica implícita en la intención de Zapata: una Venezuela próspera, plena de libertades. Luego de esto, afloraba en mí el rol docente: tijeras en mano, la caricatura pasaba a ser un recorte de prensa para mi portafolio escolar.
            Como dije antes, los Zapatazos constituyeron para mí un gran recurso didáctico durante mi largo recorrido docente, primero en las aulas de la llamada tercera etapa de educación básica y, luego, en las universitarias. De la observación práctica a la teoría era el proceso: el método inductivo para la construcción del aprendizaje de contenidos de fonología, morfología, semántica, pragmática, análisis textual y discursivo, a partir del más auténtico de los textos auténticos, la caricatura con su riqueza interpretativa. Los Zapatazos de Zapata no podían faltar tampoco en los libros de texto que produje en coautoría con colegas lingüistas y que hoy en día muchos estudiantes universitarios que recorrieron sus páginas en el bachillerato aprecian como el tesoro de la asignatura Castellano.
            ¡Cuánta falta me harán esos Zapatazos! Me embarga un sentimiento de pérdida, pero también de gratitud por el talento que me regaló Zapata con su verbo y sus trazos ingeniosos, que me permitieron recrearlo en las aulas para enseñar a mis estudiantes a reír reflexivamente con la caricatura como texto humorístico argumentativo. La gracia, la verdad, la bondad y la poesía como hilo conductor de la obra humorística desarrollada por Zapata se instalaban en el aula al leer las caricaturas. ¡Qué gran aprendizaje obtuve en ellas y con ellos! La añoranza se instala en mi alma.
            ¡Gracias, Zapatazos! ¡Descansa en paz, Zapata!

Viernes 6 de febrero de 2015


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Año II / Nº XLIV / 16 de febrero del 2015

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