miércoles, 22 de diciembre de 2021

La mil veces bendita [CCCLXXII]

Edgardo Malaver

 

 

 

La universidad es el mediodía de Venezuela

 

 

         Hace unos 10 años, quién sabe si 15, tomé un taxi desde el Teatro Teresa Carreño hasta La California Norte; por alguna razón que no logré descubrir, el taxista quiso tratarme como turista y desde el principio estuvo describiéndome lo que íbamos encontrando. Me fastidiaba un poco oír nombres y datos que yo conocía tan bien como él, así que no le ponía mucha atención: teatro, mezquita, Parque Los Caobos, Jardín Botánico, pero cuando, casi inmediatamente, mencionó el mural de Zapata, levanté las antenas para oír lo que pudiera decir sobre la universidad. Y dijo: “Ahí detrás de ese mural está la Universidad Central de Venezuela, una universidad muy famosa que fue fundada por Marcos Pérez Jiménez como en los años 50, más o menos”.

         ¡¿Pérez Jiménez?! ¡¿Los años 50?! Era lo primero en lo que se equivocaba, y fue entonces cuando comenzó nuestra conversación. “No, señor”, le dije yo, “la Universidad Central fue fundada por un rey de España en 1721. O sea, la universidad es anterior a la independencia”. Disfruté mucho la sorpresa de aquel hombre y su deseo de saber más y el millar de preguntas que me hizo. Y la broma que hizo cuando nos despedimos: “Usted no se imagina lo que voy a presumir yo ahora que sé tantas cosas de la UCV, cuando me reúna con los compañeros de la línea”.

         La UCV es un concepto tan impresionante para los ciudadanos de Venezuela que hasta los que, tristemente, nunca han tenido la oportunidad de estudiar siquiera en otra institución desean conocerla, verla de algún modo cerca de ellos, buscar algo que los vincule con ella. Es natural que sea así, puesto que la vida de la universidad ha sido testigo, protagonista y promotora de la vida de Venezuela.

         Cuando se inundó el estado Vargas, cuando Irene Sáenz ganó el Miss Universo, cuando Pérez Jiménez llegó al poder, cuando los trabajadores petroleros hicieron aquella huelga contra López Contreras, cuando nació la Generación del 28, cuando los andinos entraron en Caracas con Cipriano Castro a la cabeza, cuando la familia de Teresa de la Parra volvió a Venezuela, cuando José Gregorio Monagas decretó la abolición de la esclavitud, cuando murió Bolívar, cuando se firmó el Acta de Independencia, cuando Humboldt subió el Ávila, cuando José Leonardo Chirinos tomó las armas, cuando nació Bolívar, cuando se conformó la Capitanía General, cuando Teresa Carreño debutó en París, cuando nació Francisco de Miranda, cuando Andresote y De León se opusieron a la Compañía Guipuzcoana, cuando se estableció la Compañía Guipuzcoana... cuando sucedieron todas estas cosas, ya existía la Universidad Central de Venezuela, y en muchas de ellas tuvo participación. Es natural que todos tengamos, o queramos tener, algo que ver con ella.

         La universidad, además, es para muchos de nosotros un hogar, un jardín, un nido. No se limita a ser una institución de educación superior, que crea y difunde conocimiento científico, humanístico, reflexión sobre la sociedad, la historia y el mundo, un ancla nos mantiene conscientes de la realidad. Su significación es mucho mayor para quienes vivimos a su amparo y su sensibilidad nos atiende casi como una familia. Habrá quienes tengan otra visión, y habrá problemas que épocas sombrías hayan aminorado esa sensibilidad y la hayan hecho parecer otra cosa, pero al menos a mí la universidad me ha protegido, me ha alimentado y ha dado luz durante dos tercios de mi camino. Sin esa sensibilidad hacia los más jóvenes, los más débiles y también los más talentosos, la vida de muchísimos de nosotros, que vivimos aún, y la de quienes la han vivido en períodos más felices o más dolorosos, habría sido otra vida, y no habríamos sido capaces de llegar a este día.

         Uno no se imagina que va a ver tantas fechas importantes, pero los venezolanos que hemos sido adultos en este siglo hemos podido celebrar ya los 500 años de Cumaná, los 200 años de la independencia y hoy los 300 de la UCV.

         Esta universidad, la cuarta que se fundó en lo que hoy se conoce como América Latina —antes de ella apenas había universidades en México y en Lima desde 1551 y en Santo Domingo desde 1558—, reúne en cada aula a estudiantes y profesores que provienen de los más disímiles lugares de toda Venezuela, y también de fuera de ella. Con 300 años de historia, se puede abarcar la biografía de ciudadanos comunes y de grandes figuras, muchas de las cuales han nacido en sus pasillos y bibliotecas... y en su hospital. Razón tenía aquella campaña publicitaria de los años 90 que decía: “La Universidad Central es Venezuela”.

         Aun si no fuera así, da un gusto y una dulce confianza saber que uno se ha sentado en los mismos pupitres que José Gregorio Hernández, Ida Gramcko, Juan Germán Roscio, Jacinto Convit, Luz Marina Rivas y Lya Ímber. La universidad colonial de los primeros tiempos, la universidad republicana que Simón Bolívar puso en las manos de José María Vargas en 1827 y la universidad que está “detrás del mural de Zapata” ha dado al mundo tantos frutos, tantas mentes, tantos espíritus, que no alcanzaría el día de hoy para que todos fuéramos a besar su mano.

         En la Escuela de Idiomas Modernos, un día invitamos a Rodrigo Blanco Calderón a nuestro Club de Lectura para que les hablara a los estudiantes de sus cuentos, y uno de los muchachos le preguntó: “¿Cuál es su parentesco con la Universidad Central de Venezuela? El escritor, sin vacilar un instante, respondió: “Yo soy hijo de la UCV”. Ese es también mi parentesco con ella.

         Yo cumplo años en mayo, pero en años como este del 2021, me dan ganas de cambiarlo para el 22 de diciembre para celebrar el mismo día que la mil veces bendita Universidad Central de Venezuela.

 

emalaver@gmail.com

 

 



Año IX / N° CCCLXXII / 22 de diciembre del 2021




Otros artículos de Edgardo Malaver

Ochocientas velitas

Verbo más sustantivo

Mal de amores con tenguerengue

Perú (IV)

Niño (varón) y niña (hembra)

 

5 comentarios:

  1. Una curiosidad a la que no le encontré sitio en el artículo. Va a sonar inverosímil, pero es verdad. En el 2014, cuando el rey Juan Carlos abdicó al trono de España, que había ocupado durante 39 años, lo primero que yo pensé fue que en el día de hoy el rey de España se iba a llamar igual que el que ordenó la fundación de la UCV. Además, después de aquel rey Felipe V del siglo XVIII, el siguiente en llevar ese nombre es el actual Felipe VI.

    ResponderBorrar
  2. Definitivamente es una Madre, el Alma Mater que cobija, alimenta de muchas formas. Agradezco tanto haber conocido y disfrutado cada uno de sus rincones. Gracias por este texto Edgardo ❤

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias a ti también, Margit, por tu comentario. A mí a veces me da la impresión de que van apareciendo rincones que nunca he visto, siempre la misma y siempre nueva. Muchas gracias.

      Borrar
  3. Mi muy querido y admirado Edgardo,
    Qué gusto leerte y tomarme unos minutos para dedicarlos a nuestros Ritos de Ilación.
    Hermoso y sentido texto sobre nuestra Alma Mater. Comparto la emoción que seguramente te produjo escribirlo.
    Vaya para todos los colaboradores del blog, mis felicitaciones por la constancia y el compromiso. Siempre disfruto mucho leerles. Abrazos a todos.

    ResponderBorrar
  4. Me emocionó mucho este artículo. Comparto el inmenso orgullo por nuestra Alma Mater. Feliz Navidad!

    ResponderBorrar