lunes, 10 de marzo de 2025

El presidente traductor [DIII]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 

Un traductor nos da la bienvenida a la UCV

 

 

         En 1808, fecha en la cual ocurre el que quizá sea el primer acontecimiento que podamos llamar antecedente —o, mejor, causa— de la declaración de independencia de Venezuela, un venezolano tradujo uno de los textos que, junto con otros cuantos, dio sustento político e ideológico a todo el movimiento de independencia en toda América Latina: El contrato social (1762), de Juan Jacobo Rousseau (1712-78).

         Lo que puede parecernos curioso es quién tradujo semejante libro, considerando las demás disciplinas a las que se dedicaba o por las que se ganó su página en la historia. Este traductor era principalmente científico, y también fue profesor universitario. Entre 1827 y 1829 dirigió la Universidad Central de Venezuela como el primer rector de su historia republicana. También fue político y legislador, senda por la cual llegó a convertirse en 1835 en el primer presidente civil de Venezuela. Este traductor se llamaba José María Vargas (1786-1954).

         Gabriel González Núñez, investigador de la Universidad de Texas, asegura que el doctor Vargas tradujo esta la obra de más conocida de Rousseau con el propósito de leérsela a sus amigos en las reuniones secretas que sostenían para analizar la situación los ciudadanos americanos con respecto a la situación política de la monarquía española, que en mayo de 1808 había sido depuesta por Napoleón Bonaparte. Vargas y otros intelectuales venezolanos comentaban el texto y de alguna manera preparaban (o se preparaban para iniciar) un futuro movimiento rebelde. González Núñez cree que para 1811 la traducción ya estaba terminada. (En 1802 el argentino Mariano Moreno la había traducido, pero no la publicaría antes de 1810.) No existen evidencias de que la de Vargas haya sido editada alguna vez. Sin embargo, el autor, basándose en un comentario de Pedro Grases, piensa que una traducción de El contrato social que se vendía en Caracas en el año en que se firmó el Acta de Independencia puede ser la que salió de las manos de Vargas.

         Cada cierto tiempo me sorprende la cantidad de personajes prominentes de la historia de Venezuela que se han dedicado en algún momento a la traducción. En los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, casi no había otra opción: estos eran los personajes que habían tenido la oportunidad de estudiar, viajar, aprender idiomas extranjeros. Sin embargo, en casos como el de nuestro doctor-docente-parlamentario-rector-presidente-traductor, uno se sorprende por la cantidad de áreas en las que destacaba y los aportes que hizo, que ahora vamos descubriendo poco a poco. De hecho, llega a tal punto la amplitud de los conocimientos y habilidades de este ciudadano de La Guaira, nacido un 10 de marzo, que con razón en su honor se celebra hoy el Día del Médico en Venezuela.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XIII / N° DIII / 10 de marzo del 2025

 

lunes, 3 de marzo de 2025

Sesenta y tres monosílabos juntos [DII]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 

Darío Lancini (1932-2010), poeta venezolano

 

 

Para Ana María, la inspiradora.

 

         Viene mi niña pequeña y me dice: “Fíjate, papá, en la oración yo no sé si es él todas las palabras tienen dos letras. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis sílabas, ¡¿qué fue, mano?!”. Yo levanto las cejas por el placer de verla detenerse en esos detalles de la lengua, se lo aplaudo, lo celebramos, y ella vuelve a su escritorio, donde está haciendo una tarea de la escuela.

         Y yo me quedo en mi propio escritorio, pero durante un rato no puede trabajar: me hacen cosquillas estas sílabas en la mente, y trataba, sin lograrlo, de evitar que hicieran fila, una tras otra, construyendo oraciones, sin mucho sentido al principio, pero pronto llegaron a tenerlo. Pensé que a Darío Lancini le habría gustado mucho esta idea, este mecanismo para escribir poemas como los suyos, que siempre escondían algún tipo de código como este. Tengo que investigar si alguna vez lo intentó, que seguramente sí. Ya no hay remedio, ya me acorralaron los monosílabos.

         Así que, para que la idea me dejara en paz algún día, me puse a escribir oraciones solamente con monosílabos intentando que tuvieran algún sentido, aunque fuera ficticio. Al principio apenas logré igualar el récord de mi hija, después agregué dos (yo no sé si él ve mi fe), cuatro (oh, ya no sé si él no da el do), cinco (yo no sé si él no ve la fe en ti), ocho, nueve... Después comencé a “sacrificar” algunas para agregar un número superior en su lugar. Me puse a hacer listas de monosílabos recorriendo el alfabeto y combinando cada consonante con las vocales en los dos órdenes posibles, y esto aumentó inmediatamente la longitud de las nuevas frases que se me ocurrían. Escribí, por ejemplo: si él es el de la be, el de la ce, el de la de, yo no lo sé, que llega a tener 19 palabras monosílabas y... ¿bisónicas? Y fue milagroso, porque esta cifra se duplicó en un instante y después siguió creciendo.

         Al momento de decidirme a escribir esta nota, había llegado a una oración de 55 palabras, incluso titulé con ese número. Y mientras escribía, volvió a aumentar a 58, a 60 y, finalmente, a 63. Y estoy seguro de que en cualquier momento le sumo otras, o alguno de ustedes me escribe para darme una de 75, de 92, de 104. Lancini llegó a escribir una obra teatral con palíndromo... ¡de siete páginas!  Siempre es posible agregar una palabra más, que bien podría exigir el uso de otra y otra y otra. Como decía mi profesora Martha Shiro, “you never know with language”.

         Aún tengo que verificar en el diccionario algunos monosílabos que aparecieron en el “inventario” que hice, y que se ven sospechosamente atractivos; es como si me guiñaran el ojo, como diciéndome: “Anda, úsame, que yo tengo significado suficiente para entrar en tu lista”. Ya son 39, las muy evidentes, pero aún tengo que examinar las que no conozco, las escondidizas, las tímidas.

         ¡Ja, ja, ja...! ¿Me creerán que ya se me iba a olvidar ponerles aquí la oración de 63 monosílabos que logré escribir? Paren la oreja:

 

Ah, no, si él es en sí el de la be, si es el de la ce, si es el de la de, yo ya no lo sé —yo no lo vi, él no me lo da de sí, ve tú si es de ir—, ni su as se le ve en el té ni su do es el de la fe.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año XIII / N° DII / 3 de marzo del 2025

 



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