lunes, 2 de enero de 2023

Qatar [CDV]

Edgardo Malaver Lárez

 

Este texto debía ser publicado el 20 de noviembre, día de la inauguración del Mundial de Fútbol del 2022, pero no fue posible terminarlo a tiempo. Tampoco fue el deseo deliberado del autor hacerlos esperar tanto.

 

 

Al fondo, la ciudad de Doha, Catar, en 1904. Foto: H. Burchardt

 

 

         Hoy comenzó la Copa Mundial de Fútbol del 2022, que este año se desarrollará en un pequeño país (11.511 kilómetros cuadrados) del oeste de Asia, y con más precisión, de la costa oriental de la Península Arábiga. Ya los oigo preguntando por qué, en lugar de este larguísimo sintagma nominal, no digo, como hace la gente normal, el nombre de ese país, que es una sola palabra. La primera razón es que ese nombre es bastante curioso. Y problemático desde el año 2010, en que la Real Academia Española —o más bien la Asociación de Academias de la Lengua Española— incluyó entre sus novedades ortográficas la norma de que el nombre de ese país, que hasta ese día habíamos escrito, sin dudar nunca, comenzando con q, se escribiera con c.

         Los medios de comunicación social (los convencionales, sus versiones digitales y muchísimas personas que ahora se consideran comunicadores sociales gracias a Internet) parecían asombrados de este cambio, que se extendía, con variaciones, a otros nombres de países, como Iraq, y a palabras tan comunes como quorum. La decisión, que, al principio, podía lucir un tanto antipática, tenía todo el sentido del mundo: la letra q no es lo que el sistema ortográfico utiliza con mayor frecuencia para representar el sonido inicial del nombre de aquel país pérsico. ¿Para qué sirve la cu? En realidad, para bien poco: para representar en la escritura el sonido /k/ cuando va seguido de la vocal e o la i, como en almanaque y quizá. Con las demás vocales se usa la ce, como en calendario, halcón y curioso. Su uso cuando la vocal que le sigue es una a no es, por ende, compatible con el sistema ortográfico del español. Así que esta decisión se tomó, para ser claros, décadas y décadas después de lo que era razonable. Sin embargo, los periódicos estaban asombrados... o querían que sus lectores se asombraran.

         No parece haber sucedido mucho más que eso. Muchísimos hablantes y hablantes que escriben no dan señales de recordar con claridad aquel cambio tan sencillo. Hoy que comienza el Mundial de Fútbol del 2022, que se va a desarrollar en Catar, me sorprenden las cifras que me muestra una breve investigación que acabo de hacer, hoy, día de la inauguración, acerca de la frecuencia con que, en español, se usa Qatar en lugar de Catar en toda Internet.

         En primer lugar, escribí “Catar” en Google y el buscador reportó haber encontrado 279.000.000 de coincidencias, mientras que con “Qatar”, fueron 2.300.000.000. No es significativo porque el nombre de este país se escribe “Qatar” en la mayoría de los idiomas. Sin embargo, para curiosear un poco, conté los resultados en que se escribía “Catar” y “Qatar” en la primera página de resultados en ambos casos, y encontré que la primera opción se repetía 35 veces mientras que la segunda, 31. No me apresuré a hacer ninguna hipótesis en ese momento, pero después pensé que la mayor frecuencia de “Catar” (que no es inmensamente mayor) puede haberse debido a que mi buscador está programado para encontrar en primer lugar los resultados en español y luego en inglés, en francés y en otras lenguas. (Experiencias anteriores me insinúan que si hubiera buscado ocurrencias de “Catar” en la décima o décima quinta página de resultados, muy probablemente no habría encontrado ninguna.)

         Sin embargo, seguí probando y contando siempre los resultados que me aparecían en la primera página de resultados. Escribí después “Mundial Fútbol 2022” y aparecía “Catar” 12 veces y “Qatar” 36 veces (gana “Qatar” tres a uno). Escribiendo “FIFA” encontré tantas veces “Catar” como “Qatar”: seis a seis (o, estadísticamente, uno a uno). Con “Mundial”, fueron siete para “Catar” y 22 para “Qatar” (es decir, poco más de tres a uno para “Qatar”). Escribí “Goles”, y Google me dio “Catar” una vez, pero “Qatar” 10 veces (¡diez a uno!). Escribí “Fútbol” e, inesperadamente, conseguí “Catar” nueve veces y “Qatar” siete; pero con “Partidos”, no hubo ningún “Catar”, ¡y hubo 10 “Qatares”! Con “Estadio”, no hallé tampoco “Catares”, pero sí cuatro “Qatares”. Menos mal que en el caso de “Copa”, empatan uno a uno. Y por último, cuando busqué “Catar”, apareció “Qatar” 13 veces, mientras que apareció “Catar” 15 veces al buscar “Qatar”.

         La balanza, a pesar de la informalidad de la encuesta, está clarísimamente inclinada hacia la fórmula fonética, es decir, la que en primera instancia se forma al adaptar la palabra árabe a caracteres latinos. En muy pocos casos hay equilibrio. Y en menos casos aún es más abundante la opción española.

         El mundo de habla española en Internet conoce poco las normas ortográficas (esta afirmación también hay que demostrarla, será en otra ocasión). Sin embargo, las faltas ortográficas suelen ser motivo de escándalo. Lucen numerosos los que desearían que las normas fueran más sencillas —y en realidad cada vez se las hace más sencillas—, pero cuando la Academia propone una simplificación, parecen preferir la complejidad. A veces pasa al contrario, también: que es la Academia quien tiene la actitud tendiente a la complejización.

         Ya es hora de aceptar que esas palabras que aún escribíamos con q, como se hacía en latín —sí, amigos míos, nuestros bisabuelos y tatarabuelos escribían, porque era lo correcto según las normas, quasi y quadrado, quotidiano y quociente, e incluso quota— deben escribirse con c, que es lo más coherente con el resto de la ortografía del español. Aquellos a los que les gusta y a los que no nos gusta, todos, debemos comprender que la presencia de esa q en esas palabras es, a la vez, un vestigio del pasado del español y una influencia de otras lenguas de la actualidad que la usan por razones que son armoniosas con sus historias, no con la nuestra.

         Hace el mismo tiempo que se decidió esta pequeña modificación en la ortografía que la decisión de escoger a Catar como sede del Mundial de Fútbol de este año. Ya es hora de que nos percatemos. Ya es hora de salir del asombro y aprovechar estas particularidades nuestras para tener una voz propia entre las voces incontables del mundo.

         Lo que menos hay que hacer con esos cambios es asombrarse, mucho menos escandalizarse, porque en realidad significan un acercamiento al ideal, promovido por mentes iluminadas como la de Andrés Bello, de que escribamos como hablamos y que hablemos como escribimos, es decir, que una letra represente un solo sonido y que cada sonido tenga una sola forma gráfica. Ideal dificilísimo de lograr, sí, pero nada impide que hagamos pequeños avances cada cierto tiempo, sobre todo si son tan pequeños y tan sencillos y si calzan tanto con la forma peculiar que exhibe tan ampliamente la lengua española en toda su vastedad.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año X / N° CDV / 2 de enero del 2023

 

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