lunes, 19 de febrero de 2018

Lo breve [CXCIV]

Edgardo Malaver


Montaigne, creador del ensayo como género literario,
apreciaba también la brevedad



         Una estudiante de primer año me prestó hace unas semanas un libro suyo que yo estuve curioseando mientras ella respondía un examen: No más de una cuartilla. Trescientos ensayos (Alfa, 2009), de Manuel Caballero.
         Desde el primero de estos ensayos, el autor se ciñe a esta norma expresa en el título. Y en el mismo primer ensayo explica que, aunque un ensayo expresa y argumenta una idea, una opinión, una visión sobre un asunto, es posible la brevedad. Expresar y argumentar, dice, porque en el género del ensayo, que es el género del pensamiento, no vale “jamás esconderse tras aquello de ‘esa es mi opinión y punto’”.
         Leí con emoción ése y muchos de los textos de este libro —que he de devolver mañana a las 8:00 de la mañana— porque eso intentamos hacer en Ritos de Ilación. Esa “norma” de Caballero y que sean 500 palabras o poco más lo que se escriba cada semana es lo único que se nos exige a los autores de Ritos.
         Y esta lectura, a veces deliciosa, a veces dura, me trae a la memoria la archiconocida (pero jamás suficientemente trillada) sentencia de Baltazar Gracián en Oráculo manual y arte de prudencia (1647): “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y eso no es todo: sabiamente, como siempre, agrega Gracián: “Y lo malo, si poco, menos malo”. Que se nos haga verdad.

emalaver@gmail.com




Año V / N° CXCIV / 19 de febrero del 2018

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