domingo, 25 de febrero de 2018

Las extranjias [CXCV]

Edgardo Malaver

¡Estamos de cumpleaños! Ritos de Ilación llega hoy a su quinto aniversario. La alegría de la fecha es de todos los que palpitan cada semana con nuestro trabajo, que es más bien un placer: los que escriben, los que nos escriben, los que nos leen, los que nos difunden, los que nos comentan, los que nos corrigen, los que nos recuerdan, los que no nos olvidan, los que nos esperan... los que queremos tanto.


Julio Cortázar vivió la mitad de su vida en las extranjias



         Otra vez el español de Colombia.  Esta misma semana estaba prendido el televisor en mi casa y pasaban un programa colombiano llamado “Tu voz estéreo”. Es una serie protagonizada por dos periodistas que tienen un programa de radio en el cual entrevistan a gente que viene a contar sus historias, que a veces llegan a convertirse en tramas que involucran a los entrevistadores; a veces también, son ellos, los entrevistadores, quienes terminan resolviendo los dramas familiares, las disputas entre amigos, los crímenes que la policía desdeña.
         Esta semana pasaron un capítulo en que una mujer de unos 50 años, aparentemente con pocos estudios, quizá procedente de un ambiente rural, contaba que su hija de 18 años, en un abrir y cerrar de ojos de ella, había desaparecido de su casa. Un vecino apareció de repente contando que la había visto de la mano con un muchacho en otro pueblo. La madre no quería creer aquella versión, porque sabía que su hija le habría contado primero a ella y, además, porque el único muchacho con quien la niña había salido alguna vez, era uno cuyos padres “se habían llevados para las extranjias”.
         “¡Las extranjias!”, exclamé yo, mudándome para más cerca del televisor, a pesar de las mil ocupaciones que tenía. “¡Qué palabra! Cuando yo era pequeño, necesitaba esa palabra. ¡De ahí tiene que venir los extranjeros!”. ¿No les parece, como dirían los franceses, la perla de las palabras?
         Naturalmente, cuando apareció la muchacha, que había sido secuestrada por el vecino —¡y yo lo adiviné, ¿eh?!—, corrí al diccionario. Lo primero que descubrí en la Academia es que lo registra como extranjía y lo segundo, que no la define, sino que remite a extrajería: ‘condición del que vive en un país extraño’; ‘sistema de normas que regulan la permanencia de los extranjeros en un país’, y ‘conjunto de los extranjeros’). Extranjias, en plural, sin tilde y como nombre de un lugar, no aparece. Aparece la expresión de extranjía, como locución adjetiva coloquial que significa ‘extranjero’, pero también ‘extraño’ e incluso ‘inesperado’.
         No me parece que haga falta mencionar los argumentos de los que creen que se escribe con ge, pero la existencia de esta discusión confirma el dato de que es una expresión coloquial. Ya antes ha publicado Ritos alguna reflexión acerca de la pluralización que hace el pueblo de los nombres de lugar, y esto también concuerda con la coloquialidad.
         Laura Jaramillo y Adrianka Arvelo tendrían que estar fascinadas con esta palabra, que bien puede resultar una señal de mi ignorancia. Ya veo a Luis Roberts escribiéndome mañana para informarme sobre su origen, uso y variantes desde que el mundo es mundo. Yo, mientras tanto, cual Cortázar del siglo XXI, me siento feliz descubriendo el mundo por primera vez después de viejo. Y pensando y pensando en esta nueva palabra vieja, siento que es una lástima que me incomode tanto viajar, porque, con semejante nombre, me encantaría ir a menudo a las extranjias.

emalaver@gmail.com



Año VI / N° CXCV / 25 de febrero del 2018





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