lunes, 18 de diciembre de 2023

Los grafitis en la historia [CDXXXVIII]

Luis Roberts

 

 

Albucio edil, digno del cargo, vota por él. Grafiti electoral
en Pompeya. Foto: Antigua Roma al Día

 

 

 

         Hace unos días leí el resultado de un estudio que ha hecho un grupo de reputados “espeleólogos lingüísticos”, sobre cuáles son las palabras más antiguas que pronunció el ser humano, tomando ocho lenguas ya desaparecidas y algunas de hace 15.000 años. Unas son absolutamente lógicas, pero otras son sorprendentes. Mamá, papá, , yo, hombre, fuego, mano, no, eso, más, que, , nosotros, dar, quien, esto, viejo, oír, jalar, negro, ceniza, escupir, corteza, gusano. Pasamos del gruñido a estas palabras, mientras otros congéneres usaban silbidos, humo, etc., como otras especies usan chillidos o movimientos para comunicarse, pues, en definitiva, de eso va el lenguaje: de comunicarse.

         Mucho más tarde apareció la escritura. Primero en piedra y en tablas en las que los romanos escribían con el punzón, el stilus, al que siempre nos referimos en estilística. Más tarde el junco nos traería el papiro, que llenó con cientos de miles de ejemplares sobre filosofía, historia, poesía, teatro la mayor biblioteca conocida, la de Alejandría, quemada en parte accidentalmente y luego rematada exprofeso por los cristianos. Algunos filósofos griegos se oponían rotundamente a la enseñanza de la filosofía a través de la escritura, pues, según ellos, sólo la oratoria tenía la belleza suficiente para poder transmitir el pensamiento filosófico. Unos visionarios.

         Pero me quiero referir a lo que, desde Roma al menos, usaban para expresarse, para comunicarse, los que no podían tener acceso a los papiros, ni a las lápidas ni columnas de bronces, como los emperadores, senadores y ricos en general. Me refiero a los esclavos y a sus grafitis: “firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente”, según la definición de la RAE.

         El emperador Augusto, en un acto de total egocentrismo hizo erigir a la entrada de su tumba dos gigantescas columnas de bronce con el título de RES GESTAE (“Lo que hice”, en español), en el que se narraban todas sus batallas, construcciones, leyes, etc. Siglos después fueron fundidas, aunque su texto, copiado infinidad de veces, fue vuelto a poner en dos columnas parecidas por Mussolini, tan egocéntrico como Augusto, al que se quería parecer, pero en payaso y hoy todavía se pueden ver en el Foro de Augusto.

         Lápidas parecidas, pero más modestas, tuvieron otros emperadores, pero también esclavos y libertos de categoría superior, pues también entre los esclavos había categorías, como la dedicada a Titus Elius Primitivus, archimagiros, del Emperador, chef en griego, pues en latín no existía la palabra, de chef de cuisine, o jefe de los cocus, de los cocineros.

         Algunos emperadores, como Geta, asesinado por su hermano Caracalla, vio su lápida con su nombre borrado con maza y cincel, costumbre romana que luego practicarían los cristianos cuando se apoderaron de Roma, donde destruyeron templos y amputaron narices, brazos y cabeza de las maravillosas estatuas de las diosas y dioses, como relata la historiadora Catherine Nixey en su magnífico libro La edad de la penumbra.

         Volviendo a los grafitis, estos no nos dan cuenta de la política imperial, pero sí de la vida de los ciudadanos de a pie y de las legiones de esclavos que formaban el servicio de la infinidad de palatium, de los “palacios” de los emperadores, que empezaron por apoderarse de toda la colina Palatina, de ahí el nombre, y que nos muestran la cotidianidad de los ciudadanos y esclavos romanos. En el área de servicio del Palatino aún se conserva el yeso con más de 350 inscripciones o grafitis; la más famosa es de finales del siglo II e.c., y se trata de la primera representación conocida de la crucifixión: un dibujo con “chiste” dedicado por sus compañeros a un esclavo cristiano de nombre Alexamenos, con la inscripción en un griego tosco “Venera a tu dios” y en la que se ve a un crucificado con cabeza de asno, pues así calificaban y representaban los no cristianos a Jesús de Nazaret, “cabeza de asno”, sobre todo por confundir el relato con el dato, pues el relato de la crucifixión de los cristianos no coincidían con el dato de las crucifixiones romanas. Este grafiti y su explicación aparecen en el libro Emperador de Roma, de la historiadora inglesa Mary Beard.

         Los grafitis que van apareciendo año tras año en las excavaciones de Pompeya, de la que aún se ha recuperado una mínima parte, nos dan una imagen vívida de lo que era la gran ciudad de recreo millonario de los romanos. Grafitis en los prostíbulos: “Aquí tiró Flavio Cayo con una prostituta siria hermosísima”; “Aquí se hace el mejor amor griego de la ciudad”, etc. Aunque tal vez el más gracioso, que también reproduce Mary Beard, sea el que reza: “Apollinaris medicus Titi imperatoris hic cacavit bene”. Es decir: “Apollinaris médico (esclavo por supuesto), del emperador Tito, hizo aquí una buena cagada”.

Quiero terminar con los grafitis expresivos y divertidos, alejándome de Roma y yendo a Caracas, donde en el muro de una casa de cierto lujo en San Marino a una cuadra de Mata de Coco, durante años (lástima que perdí la foto y no sé si sigue ahí o tras muchos años lo borraron) había un grafiti muy propio de esta época que decía: “Las hallacas de mi madre son una mierda, mi padre es un jalabolas”.

 

luisrobert@gmail.com

 

 

 

Año XI / N° CDXXXVIII / 18 de diciembre del 2023

 

1 comentario:

  1. El mejor grafiti de la historia apareció en Arvon Road, Islington, Londres en 1965 y rezaba así: "Clapton is God".

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