domingo, 14 de febrero de 2021

Echarse los perros [CCCXLIV]

Edgardo Malaver

 

 

 

En Pakistán está prohibido celebrar San Valentín, pero…

 

 

         Levante la mano quien sienta que la locución echarle los perros a alguien es tan agresiva que poco tiene que ver con lo que significa en el español de Venezuela. La primera vez que yo la oí de veras que pensé que hablaban de esa gente que tiene perros para que ataquen a los posibles ladrones que quieran entrar en su casa en la noche. Llegué a preguntar, después de varias veces de oírla, por qué el muchacho querría incitar a sus perros a perseguir, a morder a la muchacha que parecía gustarle. Qué inocente uno, ¿verdad?, cuando no ha comprendido una metáfora.

         En algún momento entendí. Echar los perros es ‘cortejar’, ‘seducir’, ‘enamorar’. Pero ¿cómo llegaron a eso? ¿No es lo contrario? ¿No sería más natural, cuando uno intenta llamar la atención de una persona que le gusta, tratarla con suavidad y cariño?

         El quid del asunto es que se trata de una metáfora. En la adolescencia, sobre todo la primera vez y si es uno tímido, el cortejo es asunto de coraje, de osadía, de atreverse a hacer algo que puede terminar en ridículo o en dolor. Es una especie de lucha interna. También es una lucha porque el que inicia el cortejo se arma una estrategia, hace unos movimientos, avanza, retrocede, ejecuta acciones dirigidas a hacer mella en la “resistencia” del otro, que en este contexto habría que llamar “enemigo”, para que se “entregue”, para que “sucumba”. Es una conquista, un intento de dominio, de posesión. Y todo eso es como hacer la guerra. Lo más coherente que se puede hacer, siendo así las cosas, es lanzarle los perros al objeto de nuestro deseo.

         O puede pensarse que los requiebros y galanteos son una cacería. Cualquiera que vaya por la vida en plan de cazar amoríos, romances y aventuras puede ver sus intentos de seducción como un azuzar a sus perros para que corran en pos de una “presa”. No es difícil, en esas circunstancias, resultar “mordido” por el enamoramiento. De tanto perseguir algo, es bien posible que lo alcancemos.

         Esa es mi hipótesis. No sé si alguien ha identificado la etimología de esta imagen agresiva de un acto que, idealmente, es florido, dulce y placentero. Los diccionarios regulares no contienen el significado que se le da en Venezuela: apenas mencionan el de ‘ataque’, ‘acoso’, ‘amenaza’. Hay otras locuciones en el mundo de habla española, como echar las fichas y tirar la caña (de las cuales me entero hoy, pero no lucen difíciles de explicarse). Lo que sí le resulta casi imposible a mi ignorancia es imaginar una interpretación para el tirar los tejos de los españoles.

         Para tanta gente es tan importante la fecha de hoy que, acaso preparándose para aquellos 14 de febrero en que no estuvieran enamorados, o enamorando a nadie, le van cambiando el nombre a lo que verdaderamente celebran: no el estar enamorado sino el andar de cacería, rodeado de sabuesos y lebreles.

         San Valentín también fue perseguido, y no por tiernos cachorros enamorados, pero cuando lo capturaron, sólo la muerte supo poner fin a su propia búsqueda y a la persecución a su única presa: el amor de Dios y entre los hombres.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año VIII / N° CCCXLIV / 14 de febrero del 2021




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