lunes, 6 de junio de 2016

¿Mientras más chiquito más intenso? [CXI]

Daniel Avilán


Perro-lobo de Checoslovaquia, producto de un experimento 
científico de 1955



         Entre las cosas menos lógicas que puede haber en la vida está el lenguaje; más bien, me atrevo a decir que la ilógica existe gracias al lenguaje, que es la fuente de nuestra realidad y nuestras fantasías.
         En esta oportunidad espero exponer con cierta claridad una de esas paradojas que, lejos de ser fastidiosa como algunas, me resulta, como otras, divertida y hasta una de las razones por las que amo mi lengua.
         Se trata del diminutivo de/para intensidad, que al contrario de lo que muchos pensarían, no disminuye la intensidad sino que la aumenta. Muy interesante, ¿no? Me hace recordar el cuento del perro-lobo (que no contaré aquí por espacio y adecuación contextual). ¿Cómo puede una partícula reunir dos principios que son contrarios por definición? Pues, esto es ciencia, pero no física cuántica.
         Veamos algunos ejemplos que nos hacen sentir en familia:

¡Te comes todita la comida!
Siga derechito por esta calle.

         Otros idiomas cuentan con otros recursos para expresar la intensidad. En francés, que ha sido mi dulce pesadilla, se utiliza el adverbio tout; en inglés está quite, entre otros.
         Otros idiomas vecinitos como el gallego y el portugués hacen un uso parecido. Por ejemplo, en gallego muchas gracias se dice graziñas.
         La respuesta que la ciencia le da a este fenómeno es la siguiente: “La lengua es arbitraria”. Sí, la razón de ser de dicha paradoja se pierde en nuestra memoria, mucho antes de que hubiéramos podido escribirla.
         ¡Hasta lueguito!


daniel.avilan@gmail.com




Año IV / N° CXI / 6 de junio del 2016

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