lunes, 23 de diciembre de 2019

Soldada y botín [CCLXXXIII]

Luis Roberts


Corona de Adviento: cada vela, un domingo



         Otra palabra derivada de soldada es soldadesca, que, entre otras cosas, significa ‘tropa indisciplinada’. Y si la soldadesca se indisciplina por la falta o insuficiencia de la soldada, la única forma de calmarla es con el botín. Y no me refiero a la bota de caña corta, sino a sus otras acepciones: 1. despojo que se concedía a los soldados, como premio de conquista, en el campo o plaza enemigas. 3. Beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa.
         La práctica de repartir el botín con la tropa ya era habitual en Roma, pero en la Edad Media, los reyes y señores feudales cuya única forma de incrementar su riqueza era apoderase de las tierras del vecino, no tenían suficiente tropa y llamaban a filas a sus campesinos con la promesa de disfrutar de un opíparo botín, es decir, lo que sería un bono en nuestros términos salariales actuales. En la historia hay famosos botines producto de famosos saqueos. Recordemos que en la cuarta Cruzada, las naves venecianas se dirigían a liberar Tierra Santa, pero ante las noticias de que el botín que les esperaba era menguado y su soldada escasa, decidieron desviar el rumbo y atacar, invadir y saquear Constantinopla, robando, violando, y pasando a cuchillo a cuanto buen cristiano se les ponía por delante, pero, claro, como eran ortodoxos, es decir, de otro club, había indulgencias. Gran parte de los tesoros artísticos que hoy se contemplan en Venecia son procedentes de ese enorme saqueo.
         El otro saqueo más famoso fue el llamado Saco de Roma en 1527. Las tropas del cristianísimo emperador Carlos I de España y V de Alemania, se amotinaron tras ganar una batalla en el norte de Italia y no recibir su soldada y decidieron bajar hasta Roma, porque allí sí que había de donde agarrar y como el papa Clemente VII era enemigo del Emperador, pues si no indulgencia, sí justificación política, que viene a ser lo mismo. Soldados españoles, alemanes, holandeses y hasta italianos, pasaron a cuchillo a la Guardia Suiza y a todos los defensores de Roma y del Vaticano y el propio papa se escapó por los pelos encerrándose en el castillo de Sant’Angelo. Vaticano, San Pedro, iglesias, excepto las españolas, palacios, todo fue saqueado.
         Según viajeros y periodistas, algunos países de África sumidos en la pobreza y el caos están padeciendo esta peste resucitada del botín, en sus dos acepciones antes apuntadas, como medio de pago a sus fuerzas de orden público, ante la imposibilidad de remunerarles con una soldada decente. Algunos incluso dicen que en algún país de Latinoamérica, con igual pobreza, caos y anomia, sucede lo mismo. ¡Válgame Dios! Robos de celulares en la calle a plena luz del día, extorsiones mafiosas a comerciantes, pago de “peajes” en alcabalas de calles y carreteras, requisa de mercancía en autobuses en las carreteras, robo de camiones que transportan alimentos, “incautación” de divisas y de moneda nacional, si la hubiere, directamente de las billeteras, supuestas infracciones de tráfico que han de pagarse en divisas o en una noche en la playa en su defecto, si la infractora lo merece, secuestros, asesinatos por encargo o por “vendetta”, etc., etc.
         Cuando las fuerzas de orden público son la mayor causa de zozobra y miedo de la ciudadanía, no solo la anomia de un país ha llegado a su punto álgido sino que las esperanzas de recuperación social y moral se ven difíciles, complejas y a muy largo plazo. Ojalá no ocurra nunca esto en nuestro país y, puesto que estamos en pleno Adviento: ¡Dios nos coja confesados!

luisroberts@gmail.com



Año VII / N° CCLXXXIII / 23 de diciembre del 2019




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