Luis
Roberts
La
Cúpula Genbaku (1915) de Hiroshima resistió el bombardeo atómico de 1945 |
Recuerdo que cuando la enfermedad
terminal de Chávez, todos los taxistas, al menos los de Caracas, se
convirtieron en expertos oncólogos, que, en cuanto abordabas el taxi, te ponían
al día, te daban diagnóstico, origen, ubicación del psoas, etc. Hoy, por varias
y lógicas razones, los taxistas han sido sustituidos por las redes sociales,
esas corralas donde la gente se desgañita, se pavonea o se insulta, y en plena
pandemia, sobre todo, opina. Hay miles de científicos especialistas, virólogos,
epidemiólogos, etc., trabajando, tanteando, por ensayo y error, como se avanza
en la ciencia, pero en las redes sociales, hay miles de “expertos”,
“enteradillos”, que todos los días nos recomiendan la sangre de Cristo, el
secador de pelo, la lejía con vainilla, o el whisky a todo dar. Las redes
sociales del siglo XXI son como la energía nuclear del siglo XX: sirve para
curar el cáncer o para destruir Hiroshima. Y, claro, en plena cuarentena, para
matar el rato los tontos se dedican a decir las mismas tonterías que siempre
han dicho los tontos, pero ahora con eco digital.
Pues resulta que los dignos miembros
numerarios de la Real Academia Española, por quienes por el hecho de serlo
siento un profundo respeto, excepto por uno, que no lo merece, han decidido
reunirse para, “con urgencia”, encontrar “una posible definición y sus
consecuencias” del coronavirus,
palabra que no aparece en el DRAE. Ya han tenido la primera reunión telemática
y la segunda ya se habrá dado cuando se publiquen estas líneas. Con todos mis
respetos, insisto, no creo que sea tan difícil definir un virus que tiene un
círculo protector-agresor de proteínas en forma de corona, de ahí su nombre. Lo
de las consecuencias, no creo que los doctos académicos estén en medida de
definirlas sino muy someramente, pues ni siquiera los epidemiólogos las conocen
aún en su totalidad. Tanta urgencia viene dada porque desde el inicio de la
cuarentena ha habido 84 millones de consultas a la RAE de palabras que sí existen, como pandemia, cuarentena, confinar, resiliencia, epidemia, virus, triaje...
Dicho esto, hay una segunda discusión
entre los académicos, en la que, ahora sí, me atrevo a participar, y esta es
sobre el género de ciertas palabras relacionadas con el virus. El idioma inglés
no tiene este problema y lo sabemos los traductores que traducimos un relato de
un asesino en serie, depredador sexual y ladrón, y a mitad del relato aparece
un she, ella, y hay que cambiar todo
pues se trata de una asesina, depredadora sexual y ladrona. El alemán se
defiende con sus neutros, que hacen tan complicado que un alemán atine con el
género cuando habla español, pero las lenguas romances tienen todas su género
bien definido, donde el pronombre es obligatorio en francés y en español mucho
menos, pues casi siempre la terminación define su género. Parece ser, por la
información filtrada, que no hay discusión alguna sobre el hecho de que el
virus, masculino, el SARS-COV 2 —el 1 ya fue descubierto en 2002— es un
acrónimo de severe acute respiratory syndrome
(coronavirus 2), o síndrome respiratorio agudo
grave, producido por un conavirus, el segundo que se detecta. Virus y síndrome son ambos masculinos, por lo que en español el virus que
nos flagela es el SARS-COV 2, si
queremos respetar el acrónimo en inglés.
La discusión viene por la COVID-19 —sí, la— porque este es un acrónimo del inglés CORONAVIRUS DISEASE
(enfermedad) 2019. Es decir, el virus SARS-COV 2 produce una enfermedad que es
la COVID-19. Pero hay un grupo de académicos que arguye que por tratarse de un
“sustantivo” debe ser masculino. Lo lamento, pero no puedo estar más en
desacuerdo, es un acrónimo de una enfermedad, como la malaria, la tosferina, la
diabetes o la hepatitis. Si algunos acrónimos de enfermedades se han
sustantivado en masculino, como el sida, es sencillamente porque cuando
apareció no se sabía exactamente lo que era, era un síndrome, y ese masculino
del síndrome prevaleció a la hora de sustantivarlo. Así, que, cuídense mucho,
que nadie les contagie el virus, ni se lo contagien a nadie, y así se libren de
la COVID-19.
luisroberts@gmail.com
Año VIII / N° CCCII / 4 de mayo del 2020
Interesante y entretenido!
ResponderBorrarEspectacular.
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