¿Recuerdan
que les he mencionado a mi amiga Alejandra? Como hace meses que no sé nada de
ella y las cosas no andan bien en Venezuela, la llamé hace días y conversamos
hasta que mi teléfono anunció que estaba a cinco segundos de fundirse.
Me
contó cincuenta mil historias (y yo a ella), pero la que se quedó vibrando en
mi procesador fue la de una señora mayor que hacía una de las odiadas colas que
hay que hacer ahora en Venezuela para todo. Había comenzado a refunfuñar entre
dientes por tener que pasar por aquel trance para comprar un kilo de papas. La
intensidad de sus comentarios en contra de las autoridades comenzó a aumentar
hasta que casi gritaba y lograba el apoyo de los demás.
“Pero
lo que me interesaba comentarte, chama, es que la señora terminó pregonando: ‘¡¿Cuándo
se va a armar aquí la de San Quintín?!’. ¿No era pasar las de san Quintín?”, me preguntó Alejandra. Le dije inmediatamente que
sí. Armarse la de San Quintín no me
sonaba ni de lejos.
Y
yo, que estoy pasando por un período de intensidad con Ritos de Ilación, me dije: “Ah, no, yo no me quedo con esto, hay
que ponerlo en la revista”.
Google,
¿pa qué te tengo? Enciclopedia Católica,
¿pa qué te quiero? Pues sí, manita, sí existe la expresión armarse la de San Quintín (y ya todos se habían dado cuenta de que
lo pongo con mayúscula), pero encontrar algo sobre pasar las de san Quintín (con minúscula, ¿vieron?) me fue más
difícil que encontrar antibióticos en Venezuela hoy en día.
San
Quintín es una ciudad de la antigua región de la Picardía, en el norte de
Francia, sobre el río Somme, donde hubo una sangrienta batalla de varios días
que terminó el 10 de agosto de 1557, día de san Lorenzo. Los ejércitos francés
y español se enfrentaron allí tan crudamente, se descuartizaron con tanta saña el uno al otro,
que con razón en adelante se comenzó a usar la expresión armarse la de San Quintín para retratar cualquier
situación conflictiva y violenta.
El
mártir san Quintín, nacido no se sabe cuándo en la Roma del siglo III, por esos
azares de la vida, fue enviado a predicar en la Galia (¡Francia otra vez!). Allí
fue perseguido, encarcelado y decapitado por desafiar a las autoridades, que le
ordenaban dejar de evangelizar a los pobladores de Amiéns (también en la
Picardía) y sus alrededores. Y adivinen dónde arrojaron su cuerpo. ¡Al río Somme!
Existen
cincuenta mil historias de las espantosas y repetidas torturas a que fue
sometido san Quintín, todas muy posteriores a su doloroso martirio, y algunas fuentes hasta
dicen que son ficticias. Estamos demasiado lejos en la historia como para saberlo.
Lo que sí es cierto es que San Quintín la ciudad lleva ese nombre en honor de Quintín
el santo. Antes se llamaba Augusta Viromanduorum.
Y
otra obviedad: a estos padecimientos se refiere la expresión pasar las de san Quintín.
Quizá
habrá que recurrir a san Quintín para aliviar los padecimientos de los
venezolanos, que son libres de ser cristianos o no (muchos hasta predican el
Evangelio), pero hoy son perseguidos por el hambre, torturados por la enfermedad,
crucificados por la inflación. Están pasando todos las de san Quintín y los hay
que creen que para acabar con ello hace falta armar una como la de San Quintín.
Requetecurioso a nivel martirio.
También iba a decir que todo esto puede significar que la lengua está intacta, pero es requeteobvio que no sigo el recuento porque se me ha acabado el
espacio.
ariadnavoulgaris@gmail.com
Año VI / N° CCXXVI
/ 17 de septiembre del 2018
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