martes, 25 de octubre de 2022

Dos influencias... tres [CCCXCIX]

Edgardo Malaver Lárez

 

 

 

Somos tres: Jesucristo, don Quijote y yo. Muerte de Simón
Bolívar (1889), de Antonio Herrera Toro

 

 

         Ya casi me había dado por vencido: esta semana no parió mi mente un tema del cual hablar en Ritos de Ilación. Y en eso me pongo a revisar el foro de mi asignatura en la universidad para responder los comentarios, dudas y preguntas de los estudiantes, y me tropiezo con esto: “La explicación del profesor sobre la literatura, la ficción y el pacto ficcional me hacen reflexionar sobre la influencia que puede tener un texto en la vida de una persona”.

         Como no tengo otra vida en la cual pensar, aunque no parezca muy ingenioso ni sabio, pensé en la influencia de los libros en mi propia vida. El problema era que, no estando frente a frente con los estudiantes, iba a ser bien fastidioso hablarles de semejante tema. Así que respiré profundo y me puse a decirles lo menos que pudiera. Y me salió esto:

 

Estimada Rodríguez:

     La influencia de una obra literaria en la vida de una persona. Tengo que controlarme para no contarles, para no pasarme la noche entera escribiéndoles sobre esto. Me voy a limitar a dos casos, dos obras.

     Cien años de soledad es un libro que ejerce una atracción tal sobre mí que tengo que tenerlo escondido en mi biblioteca porque si está a la vista y yo paso por ahí, siento que el libro me hace lo mismo que le hizo Atenea a Aquiles aquella vez que estaba a punto de desenvainar la espada para matar a Agamenón, que lo cogió por los cabellos y le dijo: “Insúltalo como gustes, pero no lo mates, que por sus ofensas recibirás más tarde espléndidos presentes”. Si dejo que el libro me atrape, es decir, si lo abro, si leo el primer párrafo, estoy perdido, voy a tener que leer 300 páginas antes de seguir en lo que estaba al pasar junto a él.

     La segunda obra es Don Quijote de la Mancha, que es un libro que intenté leer a los 15 años, a los 18, a los 24, a los 25, a los 29, a los 30, y nunca pude... hasta que a los 33, como por un milagro, estaba yo un día leyendo el periódico y leí una palabra, no recuerdo cuál, y levanté la vista y dije: “Llegó la hora”. Y esa misma tarde comencé a leerlo y no me detuve hasta que lo terminé y ya saben ustedes que Don Quijote tiene más de mil páginas. Y después pasé como seis meses atormentando a mi familia y a mis amigos hablándoles todo el tiempo de don Quijote. Casi no hablaba de otra cosa en todo el día. Ahora solamente atormento a los estudiantes, pero en aquellos días, ya la gente adivinaba: “Sí, Edgardo, ya sé, seguro que don Quijote un día hizo algo como esto que está pasando ahora, ¿no?”. Es lo mejor, lo más bello, lo más impresionante que he leído en mi vida. Y los especialistas, que han leído mucho más que yo, dicen que es la mejor novela que se ha escrito en la historia.

     Mientras escribía esto me vinieron a la mente cinco o seis obras más, pero si me pongo hablar de ellas, no solamente pasaré la noche entera aquí sentado, sino que me iré acordando de otras y otras, y luego vendrán las películas y las obras de teatro y los cuentos de mi abuela y los de mis profesores y los que me cuento a mí mismo y los del cielo y de la tierra, y ay, madre mía. Y así ninguno de ustedes leerá nunca más el foro porque el profesor habla demasiado. Y será verdad.

     Hasta luego, María Elena.

 

emalaver@gmail.com

 

 

 

Año X / N° CCCXCIX / 24 de octubre del 2022

 



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