Edgardo Malaver Lárez
Con
tres ángulos basta para un teorema.
Pitágoras en La escuela de Atenas (1511),
de Rafael Sanzio
Ahora es martes. Dos de la tarde. Llego
al salón de mi niña para recogerla y, mientras espero que recolecte sus cosas,
miro por la ventana. Veo en la pared de enfrente un afiche sobre los tipos de
ángulos, escrito con la letra de la maestra, y me digo: “Ah, comenzaron con los
ángulos”. Y comienzo yo a prepararme mentalmente para hablar de ángulos durante
toda la semana y encontrar ángulos por todas partes y contar mis experiencias
con los ángulos cuando estaba en primaria. Me digo: “Voy a memorizar el primer
tipo, de modo que el segundo se defina por descarte. ‘Ángulo agudo: menos de 90
grados’, dice el afiche. Muy bien, lo teng... Un momento: el agudo se llama así
porque es como una punta de lápiz, como un pico de pájaro, como un diente de
cocodrilo. ¡Y todas esas cosas son agudas, puntiagudas, o sea, pinchan, porque
tienen un vértice de menos de 90 grados! Son ángulos cerrados. Por no haberme
dado cuenta de esto era que muchas veces me confundía en primaria.
En ese momento sale mi niña del salón y
me cuenta sobre el tema de la clase. Dice:
—Los ángulos de más de 90 grados se
llaman... ay, se me olvidó.
—¿Obtusos? —le propongo.
—¡Sí! ¡Obtusos!
—Un momento, obtuso significa ‘cerrado’,
así que...
—No, papi, los cerrados son los agudos.
—Sí, sí, claro que sí, pero fíjate,
cuando una persona no entiende ni acepta una opinión diferente a la suya, se
dice que es una persona obtusa. ¿Por qué será que los dos nombres de los
ángulos significan ‘cerrado’?
Al llegar a casa buscamos en el
diccionario. Y así vengo a descubrir, después de tanto tiempo de terminar la
primaria, que obtuso no equivale a cerrado sino a romo, y romo
es antónimo de agudo. Obtuso es antónimo de agudo.
Es decir, cuando una mente obtusa no
ve, no comprende, no respeta una visión diferente a la suya, lo que pasa no es que
se cierre a ella, sino que no es capaz de hacer distinciones muy detalladas, no
se permite a sí misma detenerse a separar filamentos de ideas ni mínimas
diferencias entre palabras. Lápiz de punta roma, que sólo puede hacer trazos
gruesos, no admite líneas finas.
—Qué alegría me da —le digo a mi
maestra de ocho años— aclararme ese enigma que he tenido tanto tiempo en la
mente.
Pero la alegría de hoy me dura poco,
porque, entusiasmada por mi aprendizaje, sigue contándome y pronto llegamos a
los ángulos... ¡cóncavos y convexos! Es demasiado para mi pobre mente. Es otra
dualidad que no logré desentrañar a partir de sus nombres cuando era un
inocente escolar. Y, a simple vista, no veo la respuesta ahora tampoco. Ojalá
que la semana que viene, al llegar a la escuela de mi niña hermosa, la luz del
conocimiento le haya entregado, para mí, esta otra respuesta tan largamente
esperada.
emalaver@gmail.com
Año
X / N° CCCXCVIII / 17 de octubre del 2022
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