Hace
días, iniciada ya la reciente ola de xenofobia en contra de los venezolanos en
el resto de Sudamérica, una estudiante me escribió para preguntarme sobre una
palabra que en su familia todos parecen entender como despectiva pero que ella siente
como un inofensivo sinónimo de venezolano.
“Quiero saber con certeza si esta palabra es un insulto o un gentilicio”, me
decía.
La
situación que me relató es más o menos así: está su familia viendo las noticias
en la televisión y en una de ellas una mujer se ofende porque alguien la llama veneca. Mi alumna comenta: “Qué loca,
todos somos venecos”. Y su padre salta y le dice a ella: “Veneca serás tú”.
“El sustantivo veneco”, le respondí, “ciertamente, es
peyorativo, discriminatorio y xenofóbico. Me imagino que habrá situaciones
particulares, familiares, muy reducidas, en que algún colombiano (o algún
venezolano) utilice esta palabra con cariño, pero no es una palabra cariñosa,
ni siquiera regular e inofensiva; en Colombia, se llama así a los venezolanos
(desde que yo recuerdo) cuando se habla de ellos (de nosotros) con menosprecio
y cuando la presencia de los venezolanos en Colombia ha representado un
problema. Parece que nunca en la vida esa presencia había sido tan problemática
como en este momento, así que la palabra goza de buena salud y será así durante
larguísimo tiempo”.
Es
fácil observar en el mecanismo de construcción de la palabra una coincidencia
con otra que también es peyorativa: paraco, que se usa también en
Colombia para nombrar a los paramilitares, que en realidad, aunque
se hagan pasar por justicieros, son delincuentes. En Venezuela también hay —sí,
también hay paracos, pero pensaba en otras palabras como éstas—. La primera que
me viene a la mente, aunque en realidad no se formó de la misma manera, es adeco,
es decir, miembro del partido Acción Democrática. Adeco se formó en los años 1940 cuando, siendo aún ilegal el
partido, la gente percibía a sus miembros como comunistas. La unión de las
siglas del partido y la primera sílaba del adjetivo comunista (AD + co-) formaron la nueva palabra, que dejó de ser
insultante cuando los adecos contribuyeron a restaurar la democracia y el
partido llegó al poder.
También
tenemos en español palabras que parecen construirse siguiendo el mismo
mecanismo que veneco. Terruco, por ejemplo, se
usa popularmente en Perú para referirse a los terroristas desde los tiempos de
auge de Sendero Luminoso y más recientemente también como
insulto contra otros grupos, incluyendo a los indígenas. En España, una ventanuca es una ventanita tan pequeña
que ni siquiera requiere reja; y no recuerdo en este instante el título de
aquella película argentina sobre Eva Perón en que la protagonista se refiere
los militares como “esos milicos cagones”.
Aparezcan
o no en el diccionario, también se usan casuca,
papeluco, feúco, beatuco, frailuco, mujeruca, carruco, hermanuco, equivalentes a casucha, papelucho, feúcho, etc. Hasta
llamamos cariñosamente Camucha a
algunas mujeres de nombre Carmen.
A
lo que no hemos llegado es que se trata del sufijo –uco, que en todas partes es diminutivo y despectivo. El mejor
ejemplo en Venezuela es maluco. Y el
peor, horrible, insoportable, es vejuca.
Pequeño, insignificante, feo, sin valor para nadie, parecen ser semas
importantes que comunica el sufijo –uco
(y sus variantes). Curiosamente, en Santander, España, según el Centro Virtual
Cervantes, terruca es un diminutivo
afectuoso de la tierra donde uno ha nacido.
Veneco, como insulto, queridos alumnos, es
en realidad un dimunitivo peyorativo más que nace del uso de la lengua en
circunstancia en que un grupo mayoritario se cree en ventaja sobre otro que
atraviesa dificultades. Aunque algunos no lo crean y aunque sea con otros
sufijos, la lengua de los venezolanos también ha delatado en distintas épocas sentimientos
xenofóbicos que habría que recordar ahora: portu,
españoleto, maquediche, cotorro, perucho, turco, chino, caliche, indocumentado. La xenofobia, como diría Elías Pino Iturrieta, es
enanismo intelectual. Y lo es en todas partes.
Gracias
a Dios y a la literatura, Gabriel García Márquez escribió al final de los 1950 un
libro titulado Cuando era feliz e
indocumentado, en que habla de ese período en que, aun extranjero,
Venezuela lo amaba a él y él la amaba a ella.
emalaver@gmail.com
Año VI / N° CCXXII
/ 20 de agosto del 2018
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